33 migrantes solicitantes de asilo y que llegaron del campo de refugiados de Lesbos, agradecen al Papa su gesto de acogida
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En el Vaticano, este jueves 19 de diciembre, se cumplió un pequeño ‘milagro de Navidad’ y con un final feliz. El papa Francisco se encontró con un grupo de familias de refugiados que llegaron desde Lesbos y que él ha ayudado a venir a Roma: 33 personas que buscan asilo político en Italia, una docena de fieles cristianos y 14 menores.
Estas personas se encontraban en un limbo existencial en el campo de refugiados de Moria, ubicado en la isla griega de Lesbos. Junto al cardenal polaco Konrad Krajewski, el Limosnero Apostólico, viajaron en avión, el pasado 4 de diciembre a través de corredores humanitarios seguros organizados por la Comunidad de San Egidio.
Todos ellos manifestaron un agradecimiento infinito, casi hasta las lágrimas hacia la Iglesia católica y el Sucesor de Pedro, por esta nueva oportunidad. El objetivo – manifestó Krajewski – es ofrecer un futuro a quien vive desde hace mucho tiempo en los campos para prófugos en Lesbos.
Fatemah Hossin, 15 años, nacida en Afganistán, musulmana, ha traído un regalo artesanal para el Papa, hecho con sus propias manos; un cuadro pintado que reproduce una imagen que le regaló el cardenal Krajewski del retrato de ese hombre mayor ‘vestido de blanco’ con las manos juntas, casi en oración, y que dice ella le ha dado esperanza. La adolescente junto a su mamá pasó 7 meses en el campo de Moria donde describe los días fríos y grises.
“Era muy difícil, puedo decir solo esto“. Ella emigró a Irán, allá sufrió discriminación por su origen, igual pasó en Turquía con su familia. “El Papa nos ha dado una alegría enorme y una nueva esperanza”. Amante del arte, en Roma, Hossin sueña con proseguir sus estudios de pintura o iniciar historia del arte.
“Francisco es una persona especial, para él no hay diferencia, no es un problema ayudar a los musulamanes como nosotros”. Miryam Moradi también de Afganistan, ha llegado a Roma con sus dos hijos y el marido, desde 2017, estaba esperando salir del campo de refugiados.
Precisamente, Francisco ha pedido hoy abrir el corazón y ayudar a los más desvalidos, para que nadie tenga que escapar de su propia tierra e instó a salvar a cada vida humana, pues se trata de un deber moral que une a creyentes y no creyentes.
Escapar de un matrimonio forzado
Clarisse Mbole, 39 años, cristiana, salió de Camerún para escapar de un matrimonio forzado con un hombre rico y anciano. “Yo rezo a Dios para que le alargue la vida a Papa Francisco y rezo para que los refugiados que se quedaron puedan cumplir sus sueños”. Lo dice mientras lleva en brazos a una niña de tres meses.
“Soy pobre y mujer- afirmó Mbole – en Camerún – alguien como yo puede ser fácilmente manipulada por un hombre rico y potente. Yo me revelé y eso causó muchos daños a mi familia”.
Durante la travesía de 10 meses de duración hasta llegar a Turquía y, luego a Grecia, las mujeres como Clarisse Mbole, pueden sufrir abusos sexuales, esclavitud y explotación. “Es horrible, los traficantes y sus intermediarios, se aprovechan de casi todas las mujeres”. “En Estambul, te ofrecen trabajo, pero no te pagan, te explotan y maltratan”.
Esther tuvo que dejar a su hija en Togo
Esther, 24 años, también tuvo que salir de Togo, en África, debido a un matrimonio forzado. Una hermana la ayudó a escapar. La alegría de llegar a Roma es un poco a medias. En su país, ha tenido que dejar a su pequeña hija de brazos, Sofie. Cuando habla de ella se le escurren las lágrimas. Recobra algo de tranquilidad cuando le preguntamos sobre sus emociones al ver al papa Francisco: “Es un pastor enviado por Dios, es una gracia inmensa contar con su apoyo”.
Daniela Pompei, responsable servicio inmigración, nos confirma que San Egidio está ya buscando que Esther pueda obtener el asilo político y así traer a la pequeña Sofie. Pompei considera importante que estas personas empiecen a vivir de nuevo e integrarse pronto en el país de acogida a través de saber el idioma, formarse, recibir educación y conseguir un trabajo.
12 meses en el campamento de refugiados
La mayoría de las 33 personas han pasado un promedio de 12 meses en el campamento de refugiados, cuenta Dawood Yousefi, voluntario de San Egidio en Roma y además confirma que la vida allá es dura y precaria, especialmente para los niños y jóvenes sin una prospectiva real de educación o futuro a largo plazo.
Las personas que se quedaron en Lesbos, explica Yousefi, esperan durante muchos meses la primera entrevista con la comisión para la solicitud de asilo y cuya asignación está prevista para 2021: esto significa estar en un limbo incluso durante varios años, declaró.
Por su parte, la Santa Sede apoyará económicamente a los solicitantes de asilo y San Egidio de Roma seguirá el proceso de integración.
Papa Francisco es el Papa de la Ternura (Galería)