Las reinas Máxima de Holanda y Matilde de Bélgica han sabido poner a sus hijos límites claros con amor.
En una época en la que cuesta mucho poner límites puede parecer difícil ponerlo en práctica con nuestros hijos. Aún así, los padres sabemos que los límites son necesarios si queremos que nuestros hijos estén bien educados. No se trata de ser autoritarios, rígidos, antiguos o fríos, sino de tener la claridad suficiente para transmitir nuestro mensaje..
Aunque nuestros hijos no estén siempre de acuerdo, es fundamental mantener las reglas y los valores que consideras importante para tu familia. Para ello, sé firme a la hora de educar a tus hijos. Buen ejemplo de firmeza son las reinas Máxima de Holanda y Matilde de Bélgica. Ellas pueden enseñarnos a poner límites y a no caer en el caos.
Definir lo que es importante a largo plazo
Con ocasión de celebrarse la final de una competencia de música clásica, la reina Matilde de Bélgica ha dejado claro que a una de sus hijas le encanta tocar el violín, pero primero está el respeto por el horario: “Eléonore vino ayer. Ella realmente insistió en quedarse hasta el final, pero le dije que no, lamento ser una madre estricta, pero tuvo que irse a la cama”.
Antes que nada es importante tener claro qué cosas son aceptables y qué no en la educación que queremos para nuestros hijos. Si queremos que algo se cumpla tenemos que ejercerlo desde el testimonio y luego desde la regla que hay que ejecutar, pero para eso primero necesitamos estar convencidos de lo que queremos en nuestro rol educador como adultos.
Con estos pequeños detalles diarios y rituales, los padres estamos implementando una educación a largo plazo que les hacen ver a nuestros hijos que hay valores de base, que las cosas se obtienen en relación al esfuerzo y que nos ayudan tener una vida ordenada.
Hablar con autoridad desde el amor
Recientemente se emitió un documental que muestra cómo durante su jornada de reuniones en Washington, la reina Máxima de Holanda hizo tiempo para llamar a una de sus hijas: “No te acuestas tarde. Solo lo permito si papá lo permite. Esa es la cuestión. Lo llamaré, pero debes hablar con él. De lo contrario me enfadaré, ¿ok? Te quiero, mi amor”.
Como padres tenemos la obligación de poner autoridad, lo que no significa ser autoritarios. Porque queremos pasarlo bien en familia y amamos a nuestros hijos, ponemos reglas que tienen que ser cumplidas dentro de ciertos cánones que consideramos fundamentales como ponerse la pijama a determinada hora o lavarse los dientes después de comer.
En una conversación con los hijos tenemos que transmitir lo que para mamá y papá hay que hacer de modo que funcione la vida familiar. No podemos dejarlo lanzado al azar e improvisar en algo importante. Podemos incluso ser creativos en la transmisión del mensaje con carteles gráficos o juegos, pero siempre con un mensaje que es claro y no está exento de afecto.
Ser consecuente con los que decimos y hacemos
La reina Máxima ha dicho que en vacaciones de verano imponen unas normas en su casa que todos cumplen: una especie de “detox digital” en la que no se usan móviles, tablets ni otros dispositivos electrónicos y el tiempo se aprovecha para conversar sobre temas importantes que durante la época de trabajo son más difíciles de abordar.
Cuando en nuestro intento por poner límites vemos que estamos fallando y caemos en la repetición, muchas veces esto se debe a que no somos constantes. Cuando damos una orden esta tiene que tener un sentido y valor. Y si nos equivocamos, porque no hemos cumplido con algo, admitirlo y comprometernos a corregirlo.
Los hijos fácilmente pueden dejar de cumplir si se dan cuenta que esas reglas que implican hacer un esfuerzo no son importantes. Se quedan con lo que ven y no tanto con lo que uno les dice. Los límites no pueden ser ambiguos y tienen que tener coherencia. No podemos decirles que no usen Whatsapp en el coche, si luego nos ven a nosotros usándolo.