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Con este consejo “subirás de nivel” en tu matrimonio

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Michael Rennier - publicado el 22/11/19
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¿Cómo trabajar por una relación feliz y duradera?

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A veces me pregunto si la forma en que escribo sobre el matrimonio tiene un tinte de falsa esperanza. A menudo lo describo como una avenida hacia la felicidad que nos acerca al mismísimo umbral del paraíso.

Todo esto es verdad. Creo cada palabra que digo. Sin embargo, no se puede negar que el matrimonio es a veces una serie frenética de mensajes de texto para ver quién recoge a tal niño después del entrenamiento deportivo, quién tiene unos minutos extra para preparar la cena o quién tiene que llamar al fontanero a primera hora de la mañana porque el agua que se sale del retrete está llegando ya a la cocina. 

Los matrimonios son un desafío porque la esencia del amor matrimonial está en los actos pequeños e inesperados de amor. Los matrimonios no se cimientan en rapsodias de amor eufórico, pero eso no implica que no sean felices, satisfactorios y llenos de amor.

La clave está en identificar el amor verdadero y arrojarnos en sus brazos con energía renovada. Conviene pues preguntarse:

  • ¿Cómo podemos amarmos mejor?
  • ¿Cómo es el amor verdadero?

El amor que comparten marido y esposa es también diferente del amor de los padres por un hijo o del amor entre amigos. Es obvio que hay muchos tipos de amores, todos buenos y valiosos, pero todos diferentes.

Incluso dentro del matrimonio, la calidad del amor puede no ser constante. En mi matrimonio, por ejemplo, hay días que soy capaz de mostrar el amor por mi esposa mejor que otros días.

Por mucho que me esfuerzo por amarla perfectamente, mi amor propio y pereza intervienen a veces. Esto no debería sorprender a nadie; después de todo, la mayoría de las parejas casadas tiene quejas y discusiones de vez en cuando.

No obstante, lo que tal vez sí sorprenda es la idea de que los matrimonios pueden operar consistentemente, para bien o para mal, en diferentes niveles de amor, y que algunos tipos de amor se asocian con relaciones prósperas mientras que otros tipos pueden conducir a problemas.

Una pareja en un matrimonio duradero se esfuerza por alcanzar el mayor nivel de amor, lo cual sirve de base sólida para la relación incluso cuando la pareja pasa por días malos.

San Bernardo de Claraval, un monje del siglo XI, escribió un libro titulado Tratado sobre el amor a Dios en el que explica cómo desarrollamos un amor perfecto por Dios. Para ello, delinea cuatro grados de amor y cómo pasar de un nivel al siguiente. Estrictamente hablando, su consejo es para un viaje espiritual y, para Bernardo, estos niveles representan un camino hacia Dios. Ahora bien, de un matrimonio se espera que imite el amor que Dios nos tiene, razón por la cual el matrimonio es sagrado. Tiene sentido, por tanto, que los cuatro grados de amor puedan aplicarse al matrimonio.

El consejo de san Bernardo puede ayudar a que nuestros matrimonios “suban de nivel”. Aquí tenéis los cuatro grados de amor. (Y un avance: el último nivel es, sinceramente, bastante sorprendente).

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Wavebreakmedia – Shutterstock

Nivel 1: Amor propio

La mayoría de matrimonios ni siquiera se forman en este estado, en el que cada miembro de la pareja solamente piensa en sí mismo o misma, pero quizás algunos hayan empezado de esta forma.

Un matrimonio en este nivel quizás se mantenga unido por conveniencia o beneficio mutuo social o económico, aunque Bernardo dice que debemos reconocer este grado como destructivo.

“Seguir tus propios deseos de destrucción o convertirte en esclavo de las pasiones que son los enemigos de tu auténtico bienestar. Es mucho mejor compartir tus dichas con tu prójimo que con estos enemigos”.

En otras palabras, el amor propio termina siendo daño propio porque nos esclaviza a nuestros deseos. Es mucho mejor dar ese amor a tu cónyuge.

Conviene pues pasar de nivel.

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George Rudy – Shutterstock

Nivel 2: Amor egoísta

El amor propio puede evolucionar a un estado en el que los cónyuges se aman de verdad mutuamente, pero por motivos egoístas. Es un amor que busca obtener algo. Quizás sea amor romántico, que ofrece un subidón emocional y un sentimiento de validación.

Sospecho que muchas relaciones empiezan en este nivel, pero los matrimonios que se atascan aquí pueden terminar fácilmente si algún cónyuge declara que la relación ya no colma sus necesidades personales. En ese punto, la codependencia ya no funciona.

Bernardo aconseja que, para dejar atrás este nivel, debemos pensar en por qué es tan beneficioso tener cerca a esa persona que amamos y, “entonces, al percatarnos de lo buena que es, nos vemos atraídos a amarla generosamente, con más fuerza incluso de lo que nuestras propias necesidades nos atraen a amarla egoístamente”.

MIŁOŚĆ NA LATA

Shutterstock

Nivel 3: Amor por el bien del otro

Si puedo alcanzar el nivel en que amo a mi esposa simplemente porque es maravillosa, mi amor se transforma y se vuelve menos egoísta. Quiero que ella prospere. No tengo envidia de ella.

No me preocupan tanto mis propias necesidades. Este grado de amor es mucho más fuerte que lo anterior porque puede cargar con un matrimonio a través de un periodo difícil y no renunciar.

Bernardo dice: “Un amor así es digno de agradecimiento, porque es espontáneo. Es puro porque se muestra no por la palabra o la lengua, sino por la obra y la verdad. Es justo porque resarce por lo que se ha recibido”.

En otras palabras, un matrimonio en este nivel está lleno de gratitud, no se siente forzado, es más que vanas palabras y muestra a los cónyuges pensando en cómo pueden contribuir al matrimonio en vez de cómo pueden sacar ventaja.

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Alvin Mahmudov | Unsplash

Nivel 4: Amor propio porque tu cónyuge te ama

Este es el nivel que me resultó sorprendente, pero tiene sentido una vez que piensas en ello. Un matrimonio que alcanza este nivel es uno en el que empiezo a verme como me ve mi esposa.

Ya no estoy cohibido ni inquieto ni dudoso por nuestra relación. El amor de mi esposa me hace amarme más a mí mismo y saca a relucir la mejor versión de mí.

Ella me hace querer ser mejor persona.

Este grado de amor es un regalo que nos damos mutuamente, como aclara Bernardo: “Este grado no puede obtenerlo ningún esfuerzo humano: está en el poder de Dios concederlo a quienquiera que desee”.

Podríamos parafrasearlo diciendo que está en el poder de un cónyuge el otorgarlo. Cuando un matrimonio alcanza este nivel de amor, se convierte en una inspiración y una fuente de fortaleza mutua.

Si seguimos ascendiendo en los grados de amor, no creo que sea falsa esperanza creer que nuestros matrimonios pueden ser absolutamente fantásticos, llenos del tipo de amor más profundo y persistente.

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