El Papa Francisco invita a “no ser esclavos de temores y ansiedades” sino a “detener la fuerza destructiva del mal”.
“Los discípulos de Cristo están llamados a detener la fuerza destructiva del mal”. Es esta la exhortación que nos hace el Papa Francisco hoy, en el penúltimo domingo del Tiempo Ordinario, al comentar el Evangelio según San Lucas, en el presenta dos imágenes conflictivas: Por un lado, una mirada realista a la historia, “marcada por la calamidad y la violencia”, por otro, la tranquilidad de Jesús, “que nos habla de la actitud que debe tomar el cristiano al vivir esta historia”. Francisco asegura que tener una actitud “de esperanza en Dios” nos permite no dejarnos vencer ante eventos trágicos, de hecho, señala, “son una ocasión para dar testimonio”.
El Señor dirige nuestra existencia con ternura
El Pontífice nos invita hoy a no ser “esclavos de temores y ansiedades” sino a “habitar en la historia” y a “detener la fuerza destructiva del mal”, “con la certeza de que para acompañar su buena acción siempre está la ternura providente y tranquilizadora del Señor”.
El Señor nos llama a ser agentes de paz
En esta reflexión previa al Ángelus, el Papa también ha recordado que el Señor nos llama a colaborar en la construcción de la historia, “convirtiéndonos junto con Él en agentes de paz y testimonios de la esperanza en un futuro de salvación y resurrección” y explica que es “la fe” la que nos hace caminar con Jesús por los caminos sinuosos de este mundo “con la certeza de que la fuerza de su Espíritu doblegará las fuerzas del mal, sometiéndolas al poder del amor de Dios”.
Los mártires nos regalan su ejemplo
Por último habla de la potencia que tiene el amor, porque – dice – “el amor es superior”, el amor es “omnipotente” y lo es porque “es Dios”. En este sentido, ha citado a los mártires cristianos “nuestros mártires” y también los de nuestro tiempo, aquellos que a pesar de las persecuciones, “son hombres y mujeres de paz”, pero también aquellos que “nos dan un legado para ser preservado e imitado: el Evangelio del amor y la misericordia”. “Este es el tesoro más valioso que se nos ha dado y el testimonio más efectivo que podemos dar a nuestros contemporáneos, – dice – respondiendo al odio con amor y a la ofensa con el perdón”. Por último, exhorta a que lo pongamos en práctica en nuestra vida cotidiana: “Cuando recibimos una ofensa, sentimos dolor, pero perdonamos con el corazón… cuando nos sentimos odiados, recemos con amor por esa persona que nos odia”.