A pesar de que un proceso de paz puso fin a una guerra de 56 años, en Colombia persisten grupos ilegales que siguen reclutando menores de edad
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Un reciente bombardeo del Ejército de Colombia a un campamento de disidentes de la antigua guerrilla de las Farc puso en evidencia un drama que no termina, el de los menores de edad reclutados forzosamente por grupos armados ilegales y convertidos en actores de una guerra que acaba con su infancia.
Se trata de niños y adolescentes, en su mayoría de zonas rurales, que son obligados a dejar sus hogares y sus escuelas para empuñar un arma, aprender estrategias militares de defensa y ataque y obedecer a sus comandantes aunque les cueste la vida.
El bombardeo ocurrió a finales de agosto en el departamento de Caquetá (suroriente del país) y su objetivo era un grupo que abandonó el proceso de paz, pero, como se supo esta semana, allí estaban 7 u 8 menores de edad entre los 12 y los 17 años, quienes perdieron la vida junto con los insurgentes. Se sabe que una de ellas era una niña de 12 años, la menor de cuatro hermanos, que hace unos meses le dijo a su mamá: “Me voy porque me toca”. Otra era una joven de 16 que, cuentan sus familiares, quería ser policía y fue reclutada cuando salió de paseo con unas amigas.
El tema ha enfrentado a diferentes sectores en Colombia: los mandos militares aseguran que desconocían la presencia de adolescentes en el campamento, mientras que funcionarios regionales aseguran que habían advertido el reclutamiento de menores en la zona.
Sin embargo, más allá de las posiciones encontradas, la realidad demuestra que aunque el proceso de paz puso fin a más de 50 años de guerra con las Farc, las disidencias de esta guerrilla y otros grupos armados al margen de la ley aún siguen buscando menores que les ayuden en sus actividades ilícitas.
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El informe “Una Guerra sin edad” del Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH) da cuenta de más de 16.000 niños y adolescentes reclutados durante el conflicto armado en Colombia. La mayoría de ellos por parte de las guerrillas con 8.701 casos (69%) y un 24% por los grupos paramilitares (2.960 casos).
Las causas son diversas, grupos que aprovecharon unas condiciones socioeconómicas difíciles para engañar a los menores y vincularlos a una guerrilla que no dudaba en matar a quienes intentaban escapar. Así lo analiza el mismo informe:
“Colombia tiene una historia en la que se han tejido condiciones sociales, comunitarias, familiares, individuales, a nivel territorial que sumadas a la inserción y presencia de los actores armados han desencadenado el reclutamiento, la utilización y la permanencia en filas de quienes han sido niños, niñas y adolescentes”.
Ellos son parte de las varias generaciones de colombianos que crecieron en medio de la guerra y, lo que es peor, en la mayoría de los casos fueron involucrados en contra de su voluntad. Además del reclutamiento han sido víctimas de violencia física, violencia sexual, torturas, han sido testigos de amenazas y asesinatos de sus padres y muchas otras acciones de brutalidad extrema que les han producido daños irreparables.
Además de las agresiones, les cambian completamente el desarrollo de su vida y el desarraigo es total, así lo recordó durante la investigación del CNMH una mujer desmovilizada de las Farc que fue reclutada a los 14 años:
“Yo, digamos que yo, mejor dicho, no me acordaba de mi familia, no me acordaba ni de la casa, todo yo mantenía allí viviendo bien. Me acostumbré, entonces yo no me acordaba de nadie… Uno mismo es el que se tiene que olvidar porque tan lejos, ¿cuándo uno va a salir? Yo no pensaba eso, ni en mi familia, ni en la casa. Ya cuando pensé fue que ya nosotros nos entregamos al Ejército, allí fue que pensé ¿será que me van a mandar pa´ la cárcel?, ¿será que voy a estar bien?”.
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“Privar a los niños de los espacios vitales de la niñez produce alteraciones en su desarrollo integral y se generan afectaciones en la construcción de vínculos de cuidado mutuo, lo que termina propiciando daños que son transmitidos de generación en generación”, explica Juliana Pungiluppi, directora del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, entidad del gobierno encargada de la niñez y la juventud que lidera la Alianza Nacional contra la Violencia hacia Niños, Niñas y Adolescentes que incluye la violencia del conflicto armado como una violencia a erradicar.
Lo que está claro es que se necesitan muchas estrategias y lineamientos normativos por parte de todos los actores que se puedan involucrar para que esta situación se acabe, para poder quitarles los menores a la guerra, una guerra que no tiene edad.
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