El año 2018, cuando las grandes protestas tomaron las calles en Nicaragua, las turbas orteguistas tenían un mandato: agredir a miembros de la Iglesia Católica, seglares o religiosos.
Fue por aquellos días cuando supimos de aquel fin de semana sangriento en el Departamento de Carazo con saldo de nueve asesinatos y vimos al obispo Silvio José Báez con su brazo herido arrodillado ante el Santísimo.
Saquearon iglesias, amenazaron sacerdotes, hirieron a varios, encarcelaron a muchos y los paramilitares fanáticos del orteguismo sitiaban a los fieles dentro de iglesias rodeadas por las llamas. Nunca se vio algo así en Nicaragua.
Mientras tanto, el cardenal y sus obispos auxiliares, sacerdotes y fieles católicos comprometidos, paseaban al Santísimo en procesión al tiempo que se dedicaban a dar consuelo, compañía y auxilio a las víctimas. Repudiaron valientemente los abusos y denunciaron las muertes y las persecusiones con que el pueblo nicaragüense fue azotado.
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