Durante el mes de septiembre fueron más los ciudadanos venezolanos que salieron de Ecuador en comparación con los que ingresaron. Es la primera vez que esto ocurre desde el año 2012. Las razones no son las mejores…
Por primera vez en siete años es negativo el saldo de migrantes venezolanos en Ecuador, donde el reciente estallido social que cobró una docena de vidas y la cada vez mayor ola de xenofobia hacen menos segura la nación para los criollos.
Cifras oficiales del Ministerio de Gobierno reflejan que en septiembre de este año ingresaron 2.458 venezolanos, apenas un 2,7% del total que aprovechó el beneficio de la llamada “visa humanitaria”, cuando más de 90 mil ciudadanos entraron al país.
Casi un diez por ciento de ellos salió de la nación, principalmente cruzando por Rumichaca, aunque en una porción menor lo hicieron también a través de Huaquillas; así como por los aeropuertos Mariscal Sucre y José Joaquín de Olmedo.
La explotación laboral también figura entre los causales de que se haya revertido la tendencia. Pero aún, de que ahora sean más los venezolanos que salen de Ecuador que quienes arriban al país gobernado por Lenín Moreno.
El país sudamericano y un acuerdo -con mediación de la Iglesia- devolvió el alivio “tras más de 10 días de caos y movilizaciones que se han cobrado varias vidas”, reportó a mediados de octubre una nota de Pablo Cesio en Aleteia.
Sin embargo, el eco de las protestas todavía se siente en América Latina, que aún arde en medio de fuerte convulsión social, reclamos por reivindicaciones e inesperados giros en la conducción política de esta particular región del planeta.
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Disminuye presencia de nuevos migrantes
La prensa ecuatoriana publica que según el saldo migratorio de venezolanos, “desde el 2012, en el país están 384 747. Entre enero y septiembre del 2019, se quedaron 134.292”. Aunque un boletín de Movilidad Humana de la Cancillería registra que residen 400 000; de esa cantidad, 125 mil ingresaron con visa.
“En Guayaquil es notoria la menor presencia de nuevos migrantes”, reseña por su parte El Comercio, que citando agrupaciones que velan por la población vulnerable, enumeran como causas de migración negativa: “Xenofobia, explotación laboral y falta de vivienda”.
Al igual que en Chile y Perú, donde los conflictos locales mantienen los ánimos caldeados, las recientes exigencias de mayores y más complejos requisitos han elevado las presiones contra la migración llanera.
El coordinador de “Un Techo para el Camino” Ronald Borges coincide en que la exigencia de visa, que entró en vigencia a finales de agosto, es una de las razones del cambio en los flujos migratorios de venezolanos en el caso de Ecuador. Ahí también se aprecia el desplome en los ingreso, al pasar de más de un centenar de residentes temporales diarios a un tercio hasta ubicarse en menos de cuatro docenas.
Venezolanos en Ecuador imágenes (hacer click en galería):
Procesos lentos: pocas visas aprobadas
Además, incide en la tendencia el lento nivel de respuesta gubernamental y la poca aprobación de los documentos que se exigen de acuerdo con la nueva legislación local en Ecuador, según se desprende de las cifras presentadas por el viceministro de Movilidad Humana, Carlos Velasteguí.
Los datos confirman que al menos 38% de las visas solicitadas aún esperan aprobación. Entre el 17 de agosto y el 23 de octubre el número alcanzó las 16 mil aplicaciones para “visa de excepción por razones humanitarias”; pero hasta la fecha, la el número de visas aprobadas por esta causal a venezolanos no llega a las 10.000.
En septiembre abandonaron Ecuador un total de 8.778 venezolanos. Movimientos similares se están presentando en Chile, Argentina y Perú, de donde los migrantes criollos comienzan a desplazarse en busca de mejores oportunidades, en especial laborales; no obstante, sectores como salud siguen contando con atractivas ofertas para la mano de obra especializada.
En no pocas ocasiones la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados ha advertido que la integridad de los migrantes venezolanos “se encuentra en riesgo continuo durante su travesía a otros países”.
Comunidad internacional se reúne
Esta semana se analiza en Bruselas el caso, pues sigue generando preocupación a escala global con los casi cinco millones de venezolanos que han huido de la crisis en la nación sudamericana.
La busca de ayuda internacional para evitar que Latinoamérica cierre el paso al éxodo venezolano es liderada por Colombia, que sigue siendo -aunque por diferencia marginal- el país que da mayor acogida, pero también el que cuenta con mayor desembolso de apoyo económico.
La Unión Europea teme que el flujo migratorio desestabilice aún más la región donde tiene no pocos socios comerciales, encabezados principalmente por España, una de las naciones de Europa convertida ya en destino principal.
Con más de 500 participantes registrados, la iniciativa es impulsada por la Alta Representante de Política Exterior de la UE, Federica Mogherini; así como por el canciller español Josep Borrell, quien hace apenas días visitó personalmente la frontera en Colombia.
El cambio en la tendencia del flujo migratorio preocupa a Europa y a la ONU, porque ante el cierre de las fronteras latinas, podría representar un nuevo desafío que ya ha mostrado fracturas en medio de las crisis locales enfrentadas por países desarrollados.
Iglesia pide mirar con los ojos de Jesús
El mensaje enviado por Benedicto XVI hace ya catorce años en el marco de la Jornada Mundial del Emigrante que organiza la Iglesia Católica está más vigente que nunca; al tiempo que reitera la histórica preocupación, hoy como ayer, en su opción preferencial por los vulnerables.
Con respecto a los migrantes, el ahora Papa emérito advertía -como ahora el Papa Francisco– que “se suele afrontar el problema constituido por su ingreso, sin interrogarse también acerca de las razones que los han impulsado a huir de su país de origen”.
En este aspecto, “la Iglesia contempla este mundo de sufrimiento y de violencia con los ojos de Jesús, que se conmovía ante el espectáculo de las muchedumbres que andaban errantes como ovejas sin pastor (cf. Mt 9, 36)”.
“Esperanza, valentía, amor y también ‘creatividad de la caridad’ deben impulsar el necesario compromiso, humano y cristiano, para socorrer a estos hermanos y hermanas en sus sufrimientos”.
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