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El Papa vino hacia mí…

Christian

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Christian Delouche - publicado el 24/10/19
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Me llamo Christian, tengo 58 años. Pido limosna en Nantes. A veces, la gente me dice: ya te hemos visto en algún otro sitio. Eso me calienta el corazón. Esta es mi historia.

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Mi vida son pequeños trabajos y grandes tormentos, la calle y la psiquiatría. He sido soldado, vigilante, operario de almacén, agente de seguridad, conductor de ambulancia, bombero… Pero también he vivido la depresión, el delirio, la paranoia, las alucinaciones, la esquizofrenia, resumiendo, problemas psicológicos y lucha espiritual con la mente.

Entiendo que todo eso les genere preguntas, ¡pero no estoy loco! Un día, sin embargo, me encontraba en el museo del Louvre pero no sabía bien cómo había llegado allí. La policía fue la que vino a sacarme.

He vagado de hogar en hogar, de hospital en hospital, me he buscado la vida durante seis años; sin lugar donde descansar los huesos, pero trabajando aquí y allá.

Dejé el alcohol en el año nuevo de 2001 después de muchos intentos, pero estaba decidido del todo porque veía monstruos y sentía una culpabilidad inmensa. El Señor me ayudó.

En 2014, fui a Roma con la asociación de hogares colaborativos Lázaro. Era mi primera vez. Estaba convencido de que vería al Papa, aunque todo el mundo me aseguraba lo contrario.

Y el Papa vino hacia mí cuando estábamos miles en la plaza de San Pedro. Me bendijo. Y yo le dije: “Hablo en nombre de los pobres de Nantes y de Francia, en nombre de los discapacitados y de los enfermos, estamos todos detrás de ti, Francisco por la paz”. Me pareció una persona muy atenta. Me respondió: “Gracias, yo te bendigo”.

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Vianney Largillier | Vianney Largillier

Llevé un rosario azul claro, bendecido por el Papa, para una anciana señora de Nantes que me lo había pedido, cuando todo el mundo me había dicho que sería imposible hablar con Francisco. ¡Aquel día hice feliz a una persona!

“Era mi sufrimiento que se estaba yendo”

En 2016, fue la gran peregrinación de Fratello, jubileo de las personas sin hogar. Me habían pedido que diera un discurso ante el Papa en la Sala Pablo VI. Se lo había contado a un amigo de Lázaro y quería hablar mucho de la paz, porque era el 11 de noviembre, Día del Armisticio.

Pensaba que era importante, porque la misión del Papa es trabajar por la paz, siguiendo al “Príncipe de la Paz”. Antes de mi discurso, un joven obispo vino a decirme: “Ustedes son nuestra esperanza”.

Después, al final de mi discurso (ver minuto 18’50), el Papa dijo: “Me impresionó mucho la insistencia de Christian en su testimonio por la paz. Ustedes pueden ser artesanos de la paz. Los pobres creen en la paz”.

Luego, se me acercó y le di un abrazo. Me derrumbé y empecé a llorar. Lágrimas de sufrimiento. Era mi sufrimiento que se estaba yendo. Escuché al público aplaudir cada vez más fuerte y todo lo malo salió de mí: las angustias, las tristezas, las depresiones. Como si me hubiera confesado.

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Vianney Largillier

Christian y el Papa en el Aula Pablo VI en 2016.

Le había dicho al Papa que yo sufría enormemente, pero que otros sufrían más que yo y que había que rezar por ellos [Christian llora mientras cuenta su relato, N. del R.]. Estaba limpio. El Papa me consoló. Las grandes depresiones se fueron con las lágrimas.

Me sentía ligero, sonriente, con ganas de saltar por el aire. Fue un alivio. El Señor tiene un plan para mí. Estoy en el plan de Dios. Hay que ser sinceros con el Señor, como Él lo es con nosotros.

Al día siguiente de nuestro encuentro, el Papa anunció que creaba la Jornada mundial de los pobres, como le había sugerido el fundador de Lázaro.



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En 2017, volví a Roma y asistí a la misa del Papa antes de desayunar con él y 1500 pobres más. Me encanta trabajar en este proyecto. En 2019, vuelvo con la peregrinación a Lourdes: ¡Fratello!

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