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Bolivia: La ingobernabilidad se asoma a la ventana

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Macky Arenas - publicado el 22/10/19

La reelección es la villana del cuento...

Viaciencia es la única empresa autorizada para realizar el conteo rápido de votos en las elecciones generales. Sus resultados se perfilan de la manera siguiente: el oficialista Movimiento Al Socialismo (MAS) pierde los dos tercios en las dos Cámaras de la Asamblea Legislativa Plurinacional y pelea voto a voto para mantener la mayoría absoluta.

Para Comunidad Ciudadana (CC), que ocupa el segundo lugar, el panorama tampoco es auspicioso, ya que no cuenta con el respaldo suficiente para tener mayoría absoluta en ninguna de las dos cámaras del Legislativo, menos los dos tercios.

Un potencial escenario de ingobernabilidad amenaza la próxima gestión de gobierno. Mientras tanto, irregularidades durante la jornada electoral han desatado la violencia y la protesta en varias localidades importantes del país.


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Escenario de tensión

En Venezuela ha sido igual, no una, sino varias veces: de pronto, se interrumpe la información sobre el conteo de votos, se genera un suspenso –que en Bolivia ha sido de 23 horas-, se abre el telón y aparece el Tribunal Electoral descartando segunda vuelta e imponiendo a Evo Morales como ganador.

Ello generó dudas y desconfianza entre la ciudadanía. Desde los partidos de la oposición hasta los observadores internacionales y países como Brasil, Argentina y Estados Unidos pidieron explicaciones a los funcionarios del TSE al cuestionar abiertamente la suspensión de la transmisión de datos.

La violencia y la protesta se apoderaron de nueve ciudades del país, con la quema del edificio del TED en Potosí y saqueos y quemas en oficinas electorales en Sucre y Tarija. Santa Cruz llamó a entrar a un paro indefinido a partir del mediodía de este martes.  Todo se agudizó en la tarde y noche luego que el Tribunal Supremo Electoral (TSE), al recativar el conteo preliminar de votos, dio la victoria a Evo Morales en primera vuelta, resultado y tendencia contraria a los datos dados la noche del domingo. Desde Venezuela, es una película que vemos por segunda vez.

Con el 95,22% de las actas verificadas de la Transmisión de Resultados Electorales  se pretendió descartar una segunda vuelta, lo que produjo la reacción de la OEA: los observadores mostraron su sorpresa y recelo frente lo que presentaron como un ‘cambio drástico y difícil de justificar’ en los resultados electorales.

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Ante la situación, el candidato a la Presidencia por CC aseguró que el Tribunal Supremo Electoral ya contaba con los resultados al 100% del TREP y que paralizó su difusión en un intento de favorecer al oficialismo. Convocó a una “movilización democrática” en puertas de todos los tribunales departamentales electorales.

La OEA se ha mostrado preocupada y mantiene sus observadores y técnicos en los nueve Tribunales Electorales Departamentales (TED).

Ante la ola de críticas desatada y la extensión de la violencia, el Gobierno asomó su “predisposición” a un mayor acompañamiento externo en el conteo de votos.  El canciller Pary y la representación de la OEA “acordaron establecer un equipo de acompañamiento permanente en el proceso de conteo oficial de votos de las elecciones generales del 20 de octubre”, según reportó la propia Cancillería vía Twitter. Hasta aquí la situación para el momento de escribir estas líneas.

Plomo en el ala

No hay duda de que el domingo 20 de octubre Bolivia concurrió a elecciones presidenciales polarizadas entre la propuesta releccionista de Evo Morales y la opción opositora de Carlos Mesa por Comunidad Ciudadana. Evo Morales lleva trece años gobernando y el desgaste le pone el sol a la espalda. De no resultar electo con más del cincuenta por ciento de los votos emitidos y diez de ventaja frente al principal contendor, se activaría la segunda vuelta, según el patrón de ley.

Morales tuvo un aldabonazo. Es clave recordar que el 21 de febrero de 2016 un referéndum inclinó la mayoría al “no” para una nueva reelección, decisión que posteriormente fue revocada mediante decisión judicial. Ello ha motivado, en los días previos a la elección, la realización de “cabildos de ciudadanos” en Santa Cruz, Cochabamba y otras ciudades importantes que han comprometido a sectores sociales a desconocer, más allá de los votos, la victoria de Morales incluso en la tanda inicial, por considerarlo ilegítimo por cuanto desconoció el resultado de la prueba antireeleccionista. Es el plomo en el ala que lleva Morales en esta disputa por el gobierno del país.

 “Si bien Bolivia representa hoy el más sostenido e importante crecimiento de las economías suramericanas y en los últimos años parecían sepultadas las ya históricas disputas étnicas y territoriales, en el plano político la oposición ha logrado ahora una amplia confluencia en torno a un candidato como Carlos Mesa que suma un importante consenso y que no podría considerarse como el tradicional antagonista ideológico de un proceso de cambio. Ello hace que de no cristalizar la victoria de Morales en la primera ronda se abriría espacio para una alianza posiblemente victoriosa en el balotaje”, dice Manuel Felipe Sierra, periodista – como Mesa- y analista político venezolano quien sigue de cerca la dinámica política boliviana.

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La maldición de las reelecciones

De esta manera entraba en juego el tema de las reelecciones que como solía decir en su época Jóvito Villalba han sido “la maldición histórica de América Latina”. Tal vez porque ha sido comprobado, como dice el dicho, que en política “nunca segundas partes fueron buenas”. La gestión de los gobernantes que se han empeñado en repetir, los ha desmejorado y aún descalificado ante la historia.

Jóvito Villalba fue un político y tribuno venezolano del Siglo XX, ejemplo de sacrificio, probidad y apego a los principios, un conductor de la civilidad que los venezolanos tenían como referencia para interpretar los tramos dramáticos y difíciles de la historia de la democracia, en Venezuela y en todo el continente. Gabriel Garcia Márquez decía de él: “Jóvito tiene la cabeza llena de cucarachas democráticas”.

Siempre advirtió contra lo que llamaba “la maldición de las reelecciones”. Sostenía que los países latinoamericanos, todavía acechados por los gobiernos de fuerza, no estaban aún maduros para la reelecciones y ponía como ejemplos a Irigoyen en Argentina y López Pumarejo en Colombia. Consideraba sabia la decisión del PRI de no contemplar la reelección porque por esa vía se habría encrespado de nuevo la avidez de sangre entre las facciones mexicanas. “No tuvo tiempo de verlo pero quién duda de que las dos últimas reelecciones venezolanas en democracia fueron el tiro de gracia para un sistema político que ya daba muestras de envejecimiento y perversión?”, pregunta Sierra.

El hecho de haber alertado sobre esto a comienzos de la década de los sesenta, hace aún más impresionante aquella sentencia de Villaba por la incuestionable vigencia de su fondo en la actualidad.

Esos “cabildos de ciudadanos” realizados recientemente en Bolivia, en Santa Cruz, Cochabamba y otras ciudades importantes reflejan el hastío por la reelección. Todo ello ha reactivado la conflictividad que estuvo planteada en los primeros años de gobierno de Morales con los estados de la llamada “Media Luna”, con epicentro en Santa Cruz de la Sierra y que obligó entonces, como respuesta, a la convocatoria a una Asamblea Constituyente de Paz para un nuevo texto constitucional.

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El fantasma de la ilegitimidad ronda el Palacio Quemado

Se copiaría, con esa convocatoria, el mecanismo que se aplicó en Venezuela para deslegitimar la convocatoria a la Asamblea Constituyente, las elecciones de gobernadores y alcaldes de 2017 y la votación presidencial y de concejales de 2018 que dieron pie para definir un escenario de ilegitimidad que fue asumido también por países del área como el “Grupo de Lima” y posteriormente directamente por Estados Unidos, la Unión Europea, y que se materializó el 23 de enero de 2019 con el reconocimiento de Juan Guaidó en su condición de presidente de la AN, como el jefe de un gobierno alterno.

Astilla del mismo palo

A pesar de que Bolivia registra buenas cifras económicas, tal vez las más favorables de Sudamérica pues ha logrado una serie de rectificaciones significativas y sostenido el crecimiento, ello parece no bastar para obtener la licencia de poder indefinido. Él actual presidente se propuso para la reelección y se convocó un referéndum en el 2016, con miras a ese objetivo. Lo perdió. Ganó el No. La gente no lo quería más tiempo en el poder. Y comenzaron las maniobras en las instancias judiciales y el Tribunal Supremo, consiguiendo una decisión que revocaba las limitantes y le permitía presentarse. Ese simple hecho le granjeó el rechazo que hoy se expresa en este conflicto de resistencia a la reelección.

Acude a estas elecciones gravitando negativamente sobre sus posibilidades el tema de la Amazonía. En Bolivia, como en Brasil, los desarrollos que tanto han perjudicado el ecosistema llevan una característica para Evo no presente en los demás países: los grupos indígenas son más desarrollados que, por ejemplo, en la región venezolana.

En Bolivia son comunidades que han batallado durante mucho tiempo por sus derechos, tienen posiciones políticas y han avanzado en esas luchas al punto de que han sido factores decisivos para el ascenso al poder de Morales. Fueron esenciales para la reelección que lo instaló en la presidencia por más de dos décadas pero hoy no están con él, a pesar de ser astillas del mismo palo. Si bien pueden sentirse afectos a sus políticas, no obstante no apoyan la reelección. No disponen hoy de un liderazgo indígena que sustituya a Morales pero ven en Carlos Mesa una figura no disonante, aglutinante y capaz de conducir una transición hacia la alternabilidad política.

La inteligente carta de la oposición: un candidato “potable”

En Bolivia, si bien no se produjo un acuerdo que permitiera llevar un solo candidato, poco a poco se fue perfilando la candidatura de Mesa quien no es un antagonista de Evo, no es la contrafigura, el rival jurado ni el oponente  radical, sino un hombre que viene de una izquierda moderada y que ha logrado construir consensos, habiendo sido presidente en medio de la crisis durante dos años, antes del período-Evo, cuando fue reconocido como un conciliador. Eran tiempos de presidentes que caían y los golpes estaban a la orden del día. Hizo un gobierno serio y responsable y tranquilizó el avispero por aquellos tiempos. De hecho, las elecciones limpias, organizadas bajo su gobierno, permitieron el triunfo de Evo Morales.

Mesa es un político demócrata que enfrentó momentos duros como independiente de consenso aunque en aquellos momentos sin un piso político sólido desde el punto de vista electoral.  Evo llegó con un discurso de reivindicación indígena y ganó la voluntad de las bases populares, las mismas que hoy, trece largos años después, se resisten a concederle otra oportunidad. Bolivia apuesta por un cambio.

Ese personaje, Carlos Mesa, ha facilitado el surgimiento – a través del consenso- de una fuerza distinta que pudiera plantear un cambio en la rutina política boliviana. Aunque los gobiernos de izquierda no resultan hueso fácil de roer, pues dejar el poder no está en sus cálculos, “Mesa, periodista, respetado y de prestigio, un creador de opinión moderado, reunió en torno a su nombre y liderazgo a la mayoría de los partidos políticos para esta justa. “Tuto” Quiroga, por ejemplo, a pesar de su trayectoria, popularidad y su lucha sostenida por la democracia, no habría sido tan potable”, explica Manuel Felipe Sierra. Incluso las figuras que parecían más radicales anti-evo, hoy respaldan a Mesa. Es un candidato que no presenta rechazos y genera confianza.

Todo ello asegura complicaciones para Morales en la segunda vuelta. Si bien pudo reunir un caudal importante de votos para la primera, la pluralidad en torno a Mesa puede ganar la partida en el ballotage. La ley electoral pone una serie de condiciones: no se trata sólo de ganar sino de cómo se gana. El black out en torno a la transmisión de datos electorales ha reforzado la convicción de que Evo no reunió los votos necesarios para proclamarse ganador en la primera vuelta y menos para blindarse para una eventual segunda ronda.

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La reelección, la piedra de tranca

Alrededor de sectores de la sociedad, en Santa Cruz de la Sierra, básicamente agentes de producción económica tradicionalmente enfrentados a la izquierda, quienes al acceder Morales al poder llegaron a plantear el tema separatista, se han constituido hoy grupos de la sociedad civil negados a permitir una reelección, aún ganando Evo con comodidad, por considerarlo ilegítimo. Por ello citamos anteriormente el caso venezolano con el tema de la Constituyente. Todo el continente recuerda el famoso acto de calle donde Guaidó asumió la presidencia interina sobre le pivote de la ilegitimidad de Maduro. Bolivia transita hoy por esos oscuros callejones.

La ilegitimidad que hace ebullición en la Media Luna, se ha extendido hoy como el argumento más poderosos contra la permanencia de Evo Morales en el poder. Es previsible, entonces, que si Evo ganara también la segunda vuelta, se buscara aplicar el esquema de Venezuela. El pretexto de la ilegitimidad gravitará sobre una repetición de Evo, colocando cargas de profundidad a la estabilidad de una hipotética reedición de su gobierno. Más allá de cifras y números, el cuadro es bastante complicado. “La maldición de las reelecciones siempre los alcanza”, diría hoy Villalba. Y es que el referéndum por la reelección, el que perdió, lo planteó el mismo Evo. La gente lo sabe y le pasa la factura.

Transición en pleno desarrollo

Mesa, quien ha dicho que respeta las conquistas sociales del gobierno de Morales, representa una especie de transición en marcha por la vía electoral. Independientemente de las coyunturas, ese es el escenario que está planteado en Bolivia.

Hay un reto para el próximo gobernante. Los indígenas y franjas de la sociedad en pobreza extrema, se han movido de manera ascendente. Ya no querrán retroceder en sus logros y plantean otro tipo de exigencias. Ya son exigencias de clase media. Los sectores que dejaron el campo ya integran las capas urbanas de la población y son, justamente, los que han venido protagonizando las grandes protestas a lo largo de estos años.

Emergen pero no existen mecanismos para su plena incorporación a las oportunidades de la sociedad. De esas expectativas participan los estudiantes, los jóvenes millenials, quienes ya aspiran y demandan otra cosa. Son temas que complican la situación política, razón por la cual el gobierno entrante tendrá que lidiar con ello como uno de los retos más inmediatos. Ya no son simplemente indígenas o depauperados tras los mendrugos del asistencialismo. Las respuestas deben ser distintas.

Quedan interrogantes abiertas, algunas de fácil respuesta. De acceder Mesa a la presidencia de Bolivia, es previsible que la política exterior gire y se aleje de Maduro y otros fracasos continentales; Evo fue, incluso. amplio en esa materia pues a todas luces es un aliado de Bolsonaro en los temas amazónicos al tiempo que ha manejado hábilmente su situación con Paraguay. Bolsonaro y Evo, en este particular, son una vitrina nítida de la compleja impertinencia de la política cuando los extremos se tocan.

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Lo que viene

Se esperaba que Mesa creciera y que ello se reflejara. El resultado, a la vista, ha sido apretado. Las encuestas acusaban un descenso para Evo y por ello Mesa estaría más holgado. Al menos hasta que el conteo se oficialice, con una supervisión transparente, no hay certeza de lo que ocurrió en las urnas. “Pase lo que pase en la primera vuelta –advierte Sierra- en la segunda las cosas se complicarían para Evo por la capacidad de Mesa para aglutinar, de nuclear.

Ya los segmentos de la población que van saliendo de la condición indígena entran en otras expectativas. Ya aprenden a leer, algunos son profesionales, se van procurando más prometedores modos de vida, sus aspiraciones crecen y su calidad de vida también. Todo lo que era su mundo, lógicamente, se expande y hasta el entorno en el cual se desarrollaba le queda estrecho. Los jóvenes a la cabeza de esas exigencias.

Bolivia, aunque sigue siendo un país 60% indígena, coexisten varias étnias con sus diferencias y sus ritmos. Pero, sin duda, ese problema del “descarte”, como lo llama el Papa Francisco, será un desafío económico y social para las políticas públicas de quien asuma el mando en el país.

“Otro asunto en espera es la persistencia del problema limítrofe con Chile, siempre complicado, además del espinoso tema de una salida al mar para Bolivia –recapitula Sierra-. Además, está la desaceleración económica de la hegemonía asiática, lo cual también plantea problemas. Una de las ventajas para la expansión de países como Chile eran los comodities –materias primas- que apuntalaban su economía.

Hoy, todos esos países han comenzado a tener dificultades. Ocurre igual cuando en Venezuela baja el petróleo, el efecto es tremendo. En esos otros países, se caen los comodities y no es el gobierno, sino el sector privado, motor de la economía, el que comienza a enfrentar dificultades, vienen los despidos, los ajustes y todo lo demás”.

Para cerrar el tema puntual, de inmediata repercusión, Sierra alerta: “Ya se sabe lo que este esquema -de ilegitimidad contra desacato- ha representado para Venezuela en los últimos ocho meses en términos de mayor confrontación lo cual, de repetirse en Bolivia, está de más recapitular cuáles serían sus consecuencias tomando en cuenta que ahora se trata de un terreno históricamente más fértil para los sobresaltos, las sorpresas y los cambios en el poder”.


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