La cantautora venezolana, intérprete de “Manduco”, plantó cara al pop y se batió en defensa del ambiente
No extraña que su fallecimiento se haya convertido en trending-topic. Luchaba contra un cáncer que ni siquiera cedió ante su cautivadora voz. Las redes sociales se han llenado de pesares y llantos pero también de elogios que le llegaron en vida a borbotones. Su talento, que la mantuvo 40 de sus 59 años de edad en los escenarios y nos deja 11 álbumes, era tan admirado que la convirtió en una de las intérpretes más representativas del país.
Los años 90 fueron su zenit. Su talento se abrió paso en medio de la avasallante y electrónica onda pop en aquel momento. Esta genial cantante de jazz se había iniciado en el año 1983 en locales nocturnos. Pronto, y gracias a su potente voz, fue descubierta por el productor musical austríaco venezolano, maestro en el género, Gerry Weil. Eran originales sus letras, cantadas en fusiones con otros ritmos tanto venezolanos como foráneos. De allí, la catapulta al exterior fue una seguidilla de éxitos y realizaciones.
Venezolanos enfrentados coinciden en el dolor
Una de los datos más notables por su fallecimiento es la reacción unitaria del país. Uno de los más destacados ministros del régimen, Ernesto Villegas, expresó en las redes sociales: “Triste noticia fallecimiento de María Rivas, cantante y artista visual venezolana que se ganó el reconocimiento y cariño de #Venezuela x temas como “El manduco” y “El motorizado”, así como admiración de sus compañeros de las artes. Enorme su aporte a riqueza cultural venezolana”. Al mismo tiempo, artistas opositoras de amplio renombre y notoria enquina contra Maduro y su régimen, como la también cantautora Soledad Bravo, se unió al testimonio de dolor. Canales de TV, emisoras de radio, portales web, blogs, políticos, colegas del medio y personalidades de distinto estatus y oficio dejaron saber sus sentimientos, tanto fuera como dentro de Venezuela.
En octubre del año pasado la cantante, sobreviviente entonces del cáncer, celebró 35 años de carrera y su nominación al Latin Grammy 2018 por Motivos, su nueva y ecléctica entrega musical.
Militante ambientalista
Todo el mundo se sabía de memoria el coro de “El motorizado”, coqueteo con la salsa en el que hablaba de su propio hermano y el oficio que éste tenía, que entonces no era tan común como ahora, aunque fuera justamente un accidente de moto la que la dejase de reposo en cama durante cuatro meses. Sorprendía también con “Hasta cuándo”, lírica de denuncia ambientalista que ya la había hecho merecedora del premio William H. Phelps, de manos de la renombrada conservacionista australiano – venezolana Kathy Phelps, según crónica de Pablo Blanco en Luster.
Hoy, María estaría en primera fila apoyando cuantas gestiones se adelantaran en la defensa ecológica de lo que el Papa Francisco llama “La Casa Común”, reclamando enérgicamente la indolencia ante el evidente deterioro ambiental producto del comportamiento negligente.
https://youtu.be/osfF9rkltpk
Un “idilio” cambió su vida
Hija de criollo y española, su amor por Venezuela era a prueba de exilios. El arte y la elegancia como estética de vida, tanto como su anhelo de cantar como Bárbara Streisand guiaron sus desvelos. Aldemaro Romero, uno de los grandes de la música en Venezuela y creador del ritmo Onda Nueva, la tuvo como su musa en un eterno idilio musical que no acabó ni la muerte. Cuando él falleció se despidió a distancia: la esposa del famoso compositor y director de orquesta la llamó y le dijo que él despertó del coma y le mandó a avisar que se iba. Eso la marcó.
“Desde entonces –confesó- aprendí de la cultura japonesa el respeto por los ancestros y, siendo católica cristiana, comencé a desarrollar una devoción muy especial por el sintoísmo, la religión japonesa que venera los elementos, el agua, el sol, el viento, la tierra”.
María y la Virgen de Bosnia
El 2011 fue su último año de ir a Tokio. Ninguna cantante quiso ir a cantar allá luego del terremoto de Fukushima, el tsunami y toda la contaminación que generaron. “Me llevé filtros especiales de agua y un sinfín de vitaminas y minerales- declaró-. Pero al culminar ese contrato, justo dos años después, me detectaron cáncer. Se me fue a los pulmones, los senos y los ganglios. No me quise operar. No me gusta mutilar el cuerpo. Creo en el poder de las glándulas para curarlo. Si esa era la opción prefería irme”.
Lo otro que fue decisivo –contó María- cuando supuestamente faltaban días para morirme, estando en Miami, me puse de rodillas frente al mar y le hablé a la Reina de la Paz, Virgen de Bosnia. Le dije: ‘Yo nunca he creído en ti, pero guíame’. Al día siguiente fue ella quien me llevó a las personas que me curaron. Eso enfatizó mi creencia. Gracias a Dios soy un milagro vivo de la ciencia y de la fe.
Ella no se cansaba de repetir: “Me salvaron dos cosas: el tratamiento con sistema inmunológico artificial, Premio Nobel de Medicina, y mis plegarias a la Virgen de Bosnia”.
Impulsada por el deseo de beneficiar a otros de su experiencia, se propuso preparar un libro de bolsillo que se llama María Fénix, cuya intención sería ayudar al paciente oncológico a sobrevivir a la dureza de la quimioterapia. El libro iría acompañado de unos audios de psicoimunología con mi voz y música instrumental de su hijo Jeremy Loscher.
Hoy, María se fue. No perdió una batalla, ganó la eternidad. Los misterios del Cielo son inescrutables. Cierto fue que un milagro le prolongó la vida pero quizá fue el tiempo que estaba escrito que ella viviera para dejar un legado, no sólo musical, sino de fe y generosidad que hoy se derrama sobre sus semejantes como herencia de amor y virtuosismo.
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