La persona humana es un don creado, para ser un dar divino destinado a ser aceptado
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En aquella prestigiada joyería, el primer cliente fue un joven bien vestido de agradable apariencia, que caminando con cierta dificultad se dirigió a los mostradores de exhibición de los anillos.
—Bonito día —le dijo sonriendo la experta vendedora.
—Sí, bonito día —le contesto el joven, arrastrando un poco las palabras como quien se ha sobrepuesto a una severa dificultad del lenguaje.
—Un anillo de compromiso para la mujer más afortunada del mundo… ¿verdad? —Le pregunto con sincera simpatía.
— Oh bueno, lo cierto es que el afortunado soy yo —le contesto sin apartar la vista de unos anillos, con gran interés.
La vendedora decidió entonces orientarlo comenzando por los más económicos, considerando su juventud y posibles ingresos.
Para su sorpresa, el joven se decidió por uno, que por sus características, resultaba ser de los más caros.
—Bueno —aclaró sonriente—, tengo ya un cierto tiempo en mi primer trabajo y son todos mis ahorros hasta hoy, pero creo que son suficientes.
— ¿Todos sus ahorros? —Le pregunto la vendedora con extrañeza.
—Sí, todos, y me hubiera gustado contar con más, pero mi ilusión es grande por verlo en una mano —le contestó.
¡Vaya…! Pensó la vendedora, es el clásico chiflado que no prevé los gastos que se le vienen encima.
—Y… ¿cuándo es la boda? —le pregunto curiosa.
— ¿Boda? Oh, no tengo ese plan —le contesto—, el anillo es para mi madre.
Luego, ante la cara de extrañeza de la vendedora e intuyendo su curiosidad, le dijo: —Permítame contarle:
Mi madre se casó muy enamorada de mi padre que contaba apenas con lo suficiente para iniciar su matrimonio, así que con gran ilusión esperaban comprar los más modestos anillos de compromiso. Sin embargo, mi padre le dijo que esperara un poco para comprar los mejores que pudiera, como símbolo de su mutuo gran amor, por lo que se esforzaría en trabajar y ahorrar para ponerlos en sus en sus manos antes de que naciera el primer hijo.
Mi padre la amaba verdaderamente y estoy seguro de que cumpliría.
Cuando mi madre resulto embarazada de mí, al comunicárselo a mi padre, este tuvo una gran alegría y le recordó su promesa, sintiéndose más unidos que nunca.
Luego Dios permitió dos duras pruebas a mi madre, que afirmaba en su fe que de Él, no podía venir nada malo: mi padre, pocos días después murió en un accidente en la fábrica donde trabajaba, y yo vine al mundo en un parto difícil, por el que tuve un daño neurológico que presentaba un dificilísimo pronóstico.
Así las cosas, mi madre, que contaba con escasa educación y limitadísimo apoyo de su familia de origen, por ser muy humildes, nunca pensó en volverse a casar, y considerándome su mayor don, trabajo duro para sacarme adelante, dedicando todo el tiempo posible y sus escasos recursos a mi rehabilitación, infundiéndome amorosos alientos de vida, por los que poco a poco pude caminar, hablar, y asistir a la escuela normalmente, hasta terminar la universidad.
Hoy se cumple un aniversario más de su boda, y le daré el anillo que mi padre no pudo entregarle y tanto merece por su gran compromiso de amor.
El joven se despidió sonriente con su tesoro recién adquirido, mientras la experta vendedora reconocía que, con toda su experiencia sobre clientes motivados por el amor al hacer sus compras, acababa de recibir la más sublime lección de amor filial, acerca de que “nada hay que provoque tanto el amor como saberse amado”.
La persona humana es un don creado, para ser un dar divino destinado a ser aceptado.
Por ello, el don del hijo cobra más realce en la medida de que, quien lo acepta, lo hace con la verdadera medida del amor, que es el amor sin medida.
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