El papa Francisco llegó varios minutos tarde a su acostumbrada cita con los fieles congregados en la Plaza de San Pedro para el rezo del Ángelus. Había quedado durante 25 minutos atrapado en un ascensor.
Tras comentar el suceso, el Papa agradeció la ayuda de los bomberos del Vaticano para superar este incidente.
"Es el Padre quien nos ha llamado, y es sólo Él, la fuente de todo beneficio y honor, quien puede decidir hacernos sentar en el banquete final”.
Lo dijo el Papa Francisco en su alocución antes de rezar la oración mariana del Ángelus el 1 de septiembre de 2019.
El Papa comentó el Evangelio que nos muestra a Jesús que participa en un banquete en la casa de uno de los jefes de los fariseos y observa cómo los invitados corren para conseguir los primeros lugares.
Francisco señaló que “esta actitud es bastante común en nuestros días, y no sólo cuando se nos invita a un almuerzo: buscamos el primer lugar para afirmar una supuesta superioridad sobre los demás”.
En realidad, precisó el Papa, esta carrera hacia los primeros lugares perjudica a la comunidad, tanto civil como eclesial, porque arruina la fraternidad.
La humildad construye relaciones auténticas
Ante esa escena, Francisco dijo que Jesús narra dos breves parábolas, a través de las cuales indica dos actitudes que son fundamentales en nuestras vidas: la humildad y la generosidad desinteresada.
La primera parábola, señaló el Papa, se dirige a quien es invitado a un banquete, y le exhorta a no ponerse en primer lugar, y recuerda que Jesús nos enseña a tener una actitud opuesta.
En la segunda parábola, explicó Francisco, Jesús se dirige a aquel que invita y a la manera de seleccionar a los invitados a la fiesta.
También aquí, subrayó el Pontífice, Jesús va completamente contracorriente, manifestando como siempre la lógica de Dios Padre. Y añade también la clave para interpretar su discurso:
La verdadera recompensa
Esto significa que quien se comporte de esta manera tendrá la recompensa divina, muy superior al intercambio humano que nos espera.
El intercambio humano, de hecho afirmó el Papa, suele distorsionar las relaciones, introduciendo intereses personales en una relación que debe ser generosa y gratuita.
En cambio, Jesús nos invita a la generosidad desinteresada, para abrirnos el camino hacia una alegría mucho más grande: la de ser partícipes del mismo amor de Dios.
Antes de concluir su alocución, Francisco recordó que, con la enseñanza de este Evangelio, Jesús construye un puente entre la mesa terrenal y la mesa celestial, aludiendo a la comunión final con el Padre en la eternidad.
Nadie puede ocupar el primer lugar en la mesa de Aquel que ocupó el último lugar, concluyó el Papa, es decir, el Verbo hecho carne por la más alta humildad, con la finalidad de salvarnos a todos, hasta el último de los hijos del Padre.