A pesar de sus efectos negativos, las políticas antinatalistas siguen en boga. Y los países más poderosos del mundo siguen sin admitir que tienen un problema
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Hoy culmina una reunión más del Grupo de los Siete, el G-7 (Canadá, Francia, Alemania, Italia, Japón, Reino Unido y Estados Unidos), en Biarritz, en la costa vasco-francesa. La agenda oficial presentaba la discusión de temas referidos a mejorar el acceso a la atención médica, a la educación y la promoción de la igualdad de género, entre otros.
Pero un asunto importante, que debería ser crucial si se piensa en el futuro ya no tan lejano de estas naciones y del mundo, no fue tratado ni se tratará –seguramente– en las próximas reuniones del Grupo: el invierno demográfico por el que atraviesan las siete naciones y la humanidad.
En efecto, un análisis realizado por el Pew Research Center (PRC) muestra que aunque la brecha está estrechándose, el G-7 aún posee las tasas más bajas de natalidad y, por consiguiente, las naciones líderes enfrentarán más rápido el envejecimiento de sus ciudadanos. Cóctel que podría conformar una “bomba de tiempo”.
Mejor nivel económico, menos nacimientos
Según muestra el análisis del PRC, las tasas de fertilidad de los países del G-7 han sido históricamente más bajas que las tasas mundiales de natalidad. En 1970-1975, cuando se estableció el grupo de naciones industriales líderes, la tasa de fertilidad global era de 4.47 nacimientos proyectados de por vida por cada mujer, frente a los 2.03 proyectados entre las naciones del G-7.
La brecha entre las tasas de fertilidad global y las tasas de las naciones del G-7 se ha cerrado dramáticamente desde entonces, y la ONU proyecta que la brecha entre la fertilidad global y la del G-7 continuará estrechándose, pero si igualarse (al menos hasta el fin del siglo XXI).
Los ejemplos de Japón, quien en 2018 tuvo el mismo nacimiento de bebés que en 1899; Italia, que registró el menor número de nacimientos en 2018, y Estados Unidos, que alcanzó el menor número de nacimientos en los últimos 32 años también en 2018, son significativos para señalar lo que está pasando en el G-7.
Nos estamos volviendo viejos
Además de una disminución general en las tasas de fertilidad a lo largo del siglo XXI, la ONU proyecta un envejecimiento de la población mundial. Y en ello, de nueva cuenta, el G-7 irá por arriba del resto de los países, puesto que, la edad promedio global será de 41.9 años en 2100, y la edad promedio del G-7 será de 48.5 años.
Japón e Italia irán más lejos en el envejecimiento de su población. Para 2025 se prevé que la edad promedio en Japón sea un poco más de 50 años, mientras que Italia alcanzará esa marca cinco años más tarde, en 2030.
Por otro lado, Estados Unidos y Canadá tendrán las edades promedio más jóvenes de todas las naciones del G-7 para 2100: 45.5 y 46.8, respectivamente, en gran parte debido a la migración a estas naciones desde el resto del mundo.
Envejecer sin morir
“Algunos expertos dicen que el envejecimiento de la población presenta desafíos para las economías y los gobiernos nacionales, mientras que otros sostienen que el envejecimiento de la población no es tan problemático como cabría esperar”, dice el análisis del PRC.
Lo cierto es que un grupo demográfico más viejo puede crear escasez de mano de obra, como es el caso de Japón, o cargar el sistema de pensiones de una nación, un dilema que enfrenta Italia.
Sin embargo, las políticas antinatalistas, incluidas aquellas que hablan de disminuir el número de hijos “por cuestiones ambientales” y de escasez de alimentos, continúan como punta de lanza de las naciones más industrializadas del mundo y, por obvias razones, trasmitiéndose al resto de las naciones.
La factura ya la estamos empezando a pagar.
Con información del Pew Research Center