Francisco escribe la introducción de un volumen de análisis sobre los llamados Movimientos Populares publicado por la Librería Editora VaticanaEl papa Francisco define a los Movimientos Populares como “poetas sociales”, un “pueblo de pequeños”. Se trata -insiste- de una “alternativa social y un grito profundo, un signo de contradicción, una esperanza de que todo puede cambiar”.
La reivindicación de tierra, techo y trabajo está en “plena sintonía con la “Doctrina social de la Iglesia y con el Magisterio de mis predecesores”, afirma Francisco en la presentación del libro La irrupción de los movimientos populares. Rerum Novarum de nuestro tiempo, editado por la Comisión Pontificia para América Latina y la LEV, Librería Editora Vaticana.
Los Movimientos Populares -insiste- son “palanca de una gran transformación social”, alternativa a la “globalización de la indiferencia” por “representar hoy la organización de los pobres, de los “excluidos, de los no considerados”, aquellos que “tienen olor “a barrio, a pueblo, a lucha”.
Ellos cumplen el “deseo de no uniformarse” frente a la “tiranía del dinero, mostrando con su vida, con su trabajo, con su testimonio, con su sufrimiento, que es posible resistir, tomando con coraje buenas decisiones y a contracorriente”, expresa.
También define el contexto actual en el que surgen estos movimientos: “la edad de la rabia”, caracterizada por la “crisis transnacional de la democracia liberal”, que “ha generado un “nuevo ídolo”: “el del miedo y la seguridad”.
“El miedo es hoy el medio de manipulación de las civilizaciones, el agente creador de xenofobias y de racismo. Un terror sembrado en las periferias del mundo, con saqueos, opresiones e injusticias, que explota como hemos visto en nuestro pasado reciente también en los centros del mundo Occidental”.
Los Movimientos Populares “pueden representar una fuente de energía moral, para revitalizar nuestras democracias, cada vez más claudicantes, amenazadas y puestas en mesa de discusión en innumerables factores”, afirma Francisco.
“Una reserva de “pasión civil”, de “interés gratuito por el otro”, capaz de regenerar un renovado sentido de participación, en la construcción de nuevos agregados sociales”.
“El antídoto al populismo y a la política-espectáculo está en el protagonismo de los ciudadanos organizados, de donde “crecerán árboles grandes, surgirán bosques tupidos de esperanza para oxigenar este mundo”, afirma.
La “fuerza del nosotros” sea la respuesta a la “cultura del yo” que mira únicamente a la satisfacción de los propios intereses, cultivando -a pesar de su propia precariedad- el sueño de un mundo distinto y más humano”, añade.
Desigualdades globalizadas
También denuncia “el crecimiento de las desigualdades, ahora globalizadas y transversales” como uno “de los más graves desafíos con los cuales la humanidad tendrá que medirse en las próximas décadas”.
Habla de un descarte social “fruto de una economía cada vez más separada de la ética” y dice que el “presente” para millones de personas es hoy una condena, una prisión, marcada por la pobreza, por el despojo, por la falta de trabajo, pero sobre todo por la ausencia de futuro. Un infierno al que debemos poner fin”.
En este sentido, insiste, los Movimientos Populares, -con su “resiliencia“- representan una resistencia activa y popular a este sistema idolátrico que excluye y que degrada.
Y con su experiencia cuentan cómo la rivalidad, la envidia y la opresión no son necesariamente agentes de crecimiento, mostrando -por el contrario- que también la concordia, la gratuidad y la igualdad pueden hacer crecer el producto interior bruto”.
Tierra, techo y trabajo
El derecho a las “tres T” -tierra, techo, trabajo- es inalienable y fundamental. Representa “los prerequisitos indispensables de una democracia no solo formal, sino real”, continúa el Papa.
La “democracia se atrofia, llega a ser una formalidad porque deja fuera al pueblo de la construcción de su propio destino”, denuncia.
Se trata -según el Papa- “de crear una nueva vía de salida a la sofocante alternativa entre las tesis neoliberales y las neoestatales”.
Francisco habla de una visión que consiste en “generar nuevas formas de trabajo, centradas en la solidaridad y la dimensión comunitaria, en una economía artesanal y popular”.
Por todo esto, “he decidido unir mi voz y sostener la causa de tantos que realizan los oficios más humildes — las más de las veces, privados del derecho de remuneración digna de la seguridad social y de una cobertura de pensiones —”.
“En este estado de parálisis y desorientación la participación política de los Movimientos Populares puede vencer a la política de los falsos profetas, que explotan el miedo y la desesperación y que predican un bienestar egoísta y una seguridad ilusoria”, señala.
Organización
“El futuro de la humanidad” -sostiene- “no está únicamente en manos de los grandes dirigentes, las grandes potencias y las élites. Está fundamentalmente en manos de los pueblos, en su capacidad de organizarse y también en sus manos que riegan con humildad y convicción este proceso de cambio”.
Francisco considera que este pueblo de pequeños ha venido “a poner en la presencia de Dios, de la Iglesia y de los pueblos, una realidad muchas veces ignorada, que gracias al protagonismo y la tenacidad de su testimonio, ha salido a la luz”.
Rebeldía
“Pobres que no se han resignado a sufrir en su propia carne la injusticia y el despojo sino que han escogido, como Jesús, dócil y humilde de corazón, rebelarse pacíficamente “a manos desnudas” contra ello”.
“Los pobres no son solamente los destinatarios preferidos de la acción de la Iglesia, los privilegiados de su misión, sino que también son sujetos activos”, afirma.
Solidaridad
Por eso, Francisco expresa “genuina solidaridad”, en nombre de la Iglesia, “con esta galaxia de hombres y asociaciones, que anhela la felicidad del “vivir bien” y no aquel ideal egoísta de la “buena vida”.
Se trata de un “modelo poliédrico” en cuya base “se encuentra un diverso paradigma social, el de la cultura del encuentro”. “Una cultura que tiene que ver con el otro, el diverso a sí”.
Encuentro
El Papa espera que el libro “ayude a muchos a comprender” estas experiencias, por “un renovado sentido de humanidad y de justicia”, y “a mitigar las condiciones hostiles en las que los pobres viven en el mundo”.
Francisco espera que se “ponga fin al analfabetismo de compasión y al progresivo eclipse de la cultura y de la noción de bien común”.