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Boston Catholic | CC BY-ND 2.0
A12 - Redacción de Aleteia - publicado el 19/08/19
El conde de Borgonovo, Alejandro Sforza, fiel seguidor de esas prácticas de los capuchinos, había legado en su testamento parte de sus bienes a la Basílica de San Pedro de Roma para que se promoviese la coronación de las imágenes de la Virgen más veneradas en todo el mundo.La primera fue la Madonna della Febbre en la sacristía de la Basílica de San Pedro en el Vaticano, que curiosamente era una imagen de la Piedad, que habría inspirado a Miguel Ángel su célebre escultura.Así se fue haciendo durante varios siglos en Italia, hasta que en el año 1897 se incluye el rito en el libro que utiliza el obispo para las celebraciones que le son propias, el Pontifical Romano. Con la «oficialidad» del rito, se fue extendiendo por todo el mundo la práctica de la coronación.
Coronar a María es reconocer su dignidad y su poder como madre del rey mesiánico y como mujer «llena de gracia», en palabras de la Biblia. ¿La quieres como reina?
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