El cansancio físico, psíquico y del alma son anomalías que puede ser tan graves que en algunas personas logran causar una fatal depresión
En consulta atiendo muchos conflictos relacionados con la falta de verdadero descanso, debido sobre todo a la incomprensión del valor humano y divino que esta necesidad tiene.
Así, una vida intensa sin verdadero orden y tiempo para todo, no es sino agitada. Quienes viven abrumados por el trabajo, lo reconocen, mientras que las preocupaciones les surcan de arrugas la frente, y en sus ojos brilla la dureza de los que nunca descansan.
Esta actitud demuestra una verdad válida para todas las personas: debemos tomarnos el tiempo debido para descansar y reflexionar, mirando a nuestro alrededor, para sustraernos a lo inútil y permitirnos así volver a las regiones profundas del alma.
Descansar con la seguridad de quien ha aprendido a poner su vida en las manos de Dios, no en las cosas que se hacen y se encuentran necesariamente sujetas a lo contingente, a lo cambiante.
Sin embargo, el común de las personas no solo no lo hace, sino que intensifica su trabajo para traducirlo en más eficiencia, productividad, éxitos, prestigio. Las consecuencias: agotamiento físico, psíquico y moral con una cadena de rupturas internas y en las relaciones con los demás.
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¿Y el alma? ¿Acaso se cansa…?, me han preguntado.
Sí, sí se cansa… cuando se trabaja por trabajar y no para mejorar en nuestra humanidad desde nuestro interior mismo, contribuyendo primero a mejorar a las personas que nos rodean y en segundo plano al mundo. Cuando se ha perdido este orden, se ha perdido también el verdadero sentido del esfuerzo y el descanso.
Los tres niveles de motivación
Por ello el trabajo debe alcanzar tres niveles ascendentes de motivación, sin reducir el tiempo del descanso en aras de otros fines.
- Primero: ganar el dinero necesario como medio de subsistencia.
- Segundo: lograr un desarrollo personal y profesional.
- Tercero y de más alto nivel: realizarlo por los demás y por Dios.
Alguna vez me contó uno de mis pacientes que para descansar decidió hacer un viaje al extranjero, regresando agotado y con la cabeza deshecha, pues había recorrido miles de kilómetros en tiempo récord, visitando varios países, multitud de lugares y museos.
Otro se había ido a un lugar solitario y paradisíaco conectado a distancia con su oficina atendiendo continuamente asuntos de “vital importancia”.
Tipos de descanso: toma nota
En situaciones así, cabría entonces preguntarse: ¿Cuáles son entonces los tipos de descanso propios de nuestra humanidad?
Son tres fundamentalmente:
Descanso físico
Reponer las fuerzas es una exigencia de nuestra naturaleza.
Exigirle al cuerpo un sobreesfuerzo incluso robándole horas al sueño en aras de cualquier objetivo, es además de contra natura, una forma de inseguridad existencial. Dormir bien supone una muestra de confianza y abandono en las manos de un Dios providente.
Cuando no es así, aparece el total agotamiento donde la ruina física y psíquica está servida. Más aún si se recurre a estimulantes artificiales, además del fumar o exceso de café.
Descanso psíquico
Es necesario sustraerse a la tensión y al estrés distrayéndose en otras actividades menos exigentes, al igual que gratificantes. Como divertirse, pasear, contemplar la naturaleza, disfrutar del arte, convivir con los amigos y parientes, etc. etc.
Debemos aprender a descansar sin más medios que el descubrir lo extraordinario en lo ordinario. Eso que mundanamente se considera trivial, y que no es sino lo eterno y cotidiano de lo que nos rodea. Algo que nos habla desde una quietud que clama por recuperar nuestro asombro de estar vivos, y contar con todos los sentidos para disfrutar de las huellas de Dios impresas en todo lo que nos rodea.
Un descanso digno que mejora nuestra naturaleza personal.
Descanso del alma
Además de descansar física y psicológicamente, es necesario que haya paz en el alma. Paz para reconocer la existencia en nuestro interior de un amor inmenso que clama por nuestro silencio para poder escuchar su voz.
La voz de un Dios que es, en sí, descanso.
Una voz que desde lo mundano tratamos de ahogar, dejando entrar por los sentidos una confusión de sonidos, de colores, formas, sensaciones, ideas e imágenes en tropel, de un mundo la más de las veces virtual y engañoso.
Una voz que nos sugiere hacer morir a ese yo inquilino molesto que nos acompaña a todas partes abriendo las puertas a la soberbia, la ignorancia y a los vicios.
Una voz que pide no abdicar de la dignidad de ser personas y rectificar el camino, para evitar esa forma de profunda tristeza, de quien busca sin encontrar, una verdadera libertad y paz interior que el mundo no puede dar.
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