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América Latina: Violencia e impunidad caminan de la mano

VIOLENCE
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Macky Arenas - publicado el 10/07/19
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El continente americano sólo alberga el 13% de la población mundial pero aquí se registran el 42% de todas las víctimas de homicidios

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De las 50 ciudades en el ranking de las más violentas del mundo, 17 están en Brasil, 12 en México, 5 en Venezuela, 3 en Colombia y 2 en Honduras. También hay una ciudad de El Salvador, otra de Guatemala y una de Puerto Rico. Lo certifica el último informe del Consejo Ciudadano para la Seguridad Pública y Justicia Penal (CCSPJP), una organización civil mexicana que cada año elabora el listado.

La  metodología sencilla, comparan el número de homicidios por cada 100.000 habitantes. Como dato adicional, incluyen únicamente aquellas ciudades que superan los 300.000 habitantes y computan solo los homicidios intencionales o muertes por agresión.

Por causa de la guerrilla, el narcotráfico y el conflicto de pandillas, Colombia, México y Centroamérica fueron líderes en violencia social por mucho tiempo. Hoy, la realidad es otra.

Venezuela a la cabeza

Desde la agudización de la crisis en Venezuela, pasando por los días aciagos en Nicaragua, un proceso de paz cada vez más frágil en Colombia; y los nuevos gobiernos en Brasil, México y otros países, 2018 fue un año de agitación en toda América Latina y el Caribe. Los niveles de homicidios han sido reflejo de estas variables.

Para el Observatorio Venezolano de Violencia (OVV), la única fuente de carácter público sobre los homicidios en el país,  Venezuela se mantiene a la cabeza con la más elevada tasa de homicidios en América Latina, con 23.047 casos, según  el más reciente informe que data de 2018. El caso de Venezuela destaca especialmente pues allí se ha registrado “el más dramático incremento” de la tasa de homicidios, al pasar de 13 a 57 por 100.000 habitantes entre 2012 y 2017, según reporta la  Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (ONUDD).

La situación en Venezuela en lo que a muertes violentas se refiere es similar a la de otros países de Latinoamérica como Brasil y México. Tienen una de las tasas de homicidios más altas del mundo y  todos se han visto afectados por la inestabilidad social y económica en las décadas recientes.

El riesgo de morir asesinado en la nación petrolera es excepcionalmente alto para los varones de entre 15 y 29 años. La tasa de homicidios para esta franja de la población alcanza el 200 por cada 100.000 habitantes.

En Brasil, la tasa de homicidios subió a 30 en 2017 y se estima que 1,2 millones de personas han sido víctimas de homicidios intencionados. México, país muy poblado, ha visto incrementar sustancialmente las muertes provocadas deliberadamente. En otras palabras, por cobro de “facturas”, venganza,  sicariato o violencia familiar.

Un poco más atrás, pero aún por encima de la media mundial de 6,1 homicidios por cada 100.000 personas, están países como Argentina, Perú, Uruguay o Nicaragua. Sólo Chile, con 3,1, estaría por debajo de ese promedio.

Otro dato alarmante: aunque el continente americano sólo alberga el 13% de la población mundial, aquí se registran el 42% de todas las víctimas de homicidios. La tasa media de homicidios anual en el continente es de 17,2 por cada 100.000 habitantes, casi el triple que el promedio mundial y casi seis veces más que Europa.

 

2019: la región sigue liderando la tasa

El Estudio Mundial sobre el Homicidio de 2019 publicado en Viena por la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (ONUDD) refleja que Centroamérica, con 25,9; Sudamérica, con 24,2; y el Caribe, con 15,1, son las subregiones con las tasas más altas de homicidios del planeta.

De hecho, América es la única región en la que esa tasa ha crecido desde 1990.

¿Por qué?

La situación  es especialmente grave en América Latina. Confluyen problemas de desigualdad, debilidad del sistema judicial y fortaleza del crimen organizado.

Si bien otros tipos de homicidios ocurren, como la violencia en la pareja o en la familia,  el elemento del crimen organizado es mucho más alto que en ninguna otra región del mundo.

Lo más grave, es que los expertos coinciden en que, en el caso de Latinoamérica, no se cumple necesariamente la idea de que el desarrollo socioeconómico va acompañado de una reducción de la violencia, como ocurre en Europa o Asia.

El factor desarrollo socioeconómico puede explicar las diferencias en tasas de homicidios entre países. En América Latina, no. La interpretación es que hay un componente que otras regiones no tienen, cual es el crimen organizado y las bandas.

De hecho, identifican tres grandes causas para la grave situación en la región: la desigualdad, la impunidad y el acceso a las armas de fuego, responsables de más homicidios en América Latina que en ninguna otra parte del mundo. Y la advertencias es pertinente: “una justicia débil conduce a la impunidad y crea un ambiente en el que los criminales pueden operar más fácilmente”.

Si nos remontamos a 2016, sólo el 43% de todos los homicidios cometidos en América fueron resueltos por la Policía, la tasa más baja del mundo y casi la mitad de Europa. Al día de hoy, esto se ha agravado.

En México, por ejemplo, influye la creciente desorganización de la delincuencia en el país, donde los carteles criminales dominantes desde hace varios  años se han fragmentado y diversificado.

 

Un mirada diferente al problema

El estudio del Banco Mundial “Fin a la violencia en América Latina: una mirada a la prevención desde la infancia hasta la edad adulta” fue publicado en 2016 y su lanzamiento formal tuvo lugar en el Woodrow Wilson International Center for Scholars el 7 de febrero de ese año. La particularidad es que ofrece una mirada nueva e integral a buena parte de nuestro conocimiento sobre cómo prevenir la criminalidad y la violencia.

Los hallazgos son cruciales. El informe identifica enfoques novedosos usados en América Latina y otros lugares para reducir el comportamiento antisocial en diferentes etapas de la vida de las personas y revela que la prevención efectiva puede comenzar desde antes del nacimiento y que, contrario a lo que se cree, políticas bien diseñadas pueden tener éxito más adelante en la vida de una persona, aún tratándose de infractores e individuos en riesgo. El informe resalta, igualmente, la importancia de combatir la violencia desde un enfoque integral y destaca los beneficios y rentabilidad derivados del rediseño de las políticas existentes para prevenir el delito.

Contraste revelador

No es casual que el número de latinoamericanos que mencionan al crimen como su mayor preocupación se haya triplicado en estos años. El historial regional de altas tasas de homicidio, así como el reciente repunte de la violencia, contrastan notablemente con los significativos avances sociales logrados en la última década por la región. Este contraste entre una violencia que aumenta y una equidad social que mejora notablemente hace evidente lo complejo de la relación entre el desarrollo económico y la criminalidad y violencia.

¿Por qué países muy poblados, como China, Japón y Corea, presentan índices por debajo de un muerto por cada 100.000 personas al año? El secreto parece ser una política de modernización con un énfasis en los logros educativos y una cultura que premia la planificación a largo plazo.

¿Hay solución para América Latina?

La hay, pero pasa por una combinación de medidas: desde mejora de la labor policial, acercándola a la comunidad, la inversión en educación y el fortalecimiento del sistema judicial. Pero todo ello implica, a su vez, la toma de decisiones  políticas para establecer prioridades de gerencia pública que la generalidad de los líderes latinoamericanos no ha demostrado estar en capacidad de asumir. Bien por la debilidad institucional -casi endémica en algunos países de la región- o la de sus propios gobiernos; bien por inconveniencia política pues los costos de reformas que corrijan fallas son altos; bien por la opción más cómoda de “correr la arruga”, o bien por complicidad.


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