Un año después de la tragedia y el ataque de paramilitares, jóvenes regresan a la iglesia que les salvó la vida “¡Es un milagro! (…) Así como Jesús lleva las marcas de la pasión en sus manos, así están esas marcas ahí; son las marcas de todo lo que se ha sufrido en Nicaragua. Esperemos que cosas como esas no vuelvan a ocurrir”.
Las palabras pertenecen al sacerdote Erick Alvarado y hacen referencia a lo acontecido el 13 de julio de 2018 en la parroquia Divina Misericordia (Managua, Nicaragua) cuando un grupo de estudiantes (unos 200) que se habían refugiado en el lugar recibieron el cruel ataque a manos de paramilitares leales al régimen de Daniel Ortega.
El resultado aquella vez fue dos jóvenes muertos, además de varios heridos. Y el repudio y la solidaridad para con esas personas fue inmediato. Pero en medio de tanta angustia y dolor unas de las imágenes más recordadas fueron las huellas de los impactos de bala en un cuadro de Cristo de la Misericordia, que fueron mostrados al mundo entero, símbolo indeleble de un Cristo que sufre junto al pueblo.
¿Las recuerdas? (hacer click en galería):
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El regreso un año después
A casi un año de aquella tragedia, jóvenes que sufrieron ataques aquella noche regresaron al lugar -abrazaron al párroco Raúl Zamora, protagonista en la acogida y rescate- y el momento fue recordado a través de un reciente informe de El Nuevo Diario, medio que de alguna manera dio a conocer lo que podríamos considerar como “las voces de la Divina Misericordia”, el testimonio de un grupo de personas que se consideran salvados de forma definitiva gracias a la Providencia Divina.
Es que los orificios de los proyectiles de diversos calibres siguen presentes y en medio de todo aquello las diversas, cual eslabones de un rosario o tal vez mejor de la “coronilla de la Divina Misericordia”:
A continuación reproducimos algunas de esas voces publicadas a través de este extenso informe de El Nuevo Diario:
“El padre Raúl nos bendijo más de cien veces; nos decía que mantuviéramos la fe, que Dios estaba con nosotros y pronto íbamos a salir; consoló a muchos, a todos, porque estábamos viviendo algo muy fuerte” (Kevin Roberto Solís, estudiante de la Universidad Católica (Unica).
“En la madrugada fue lo más duro, todos empezamos a llorar, a llamar a nuestros familiares porque pensábamos que de ahí no salíamos vivos” (María Alejandra Castillo García, estudiante de geología).
“El último rescate que hicimos fue a un muchacho que se llamaba Víctor, él fue uno de los gravemente heridos; toda la planta del pie le quedó desbaratada de un disparo y se estaba desangrando” (Jonathan Francisco López González).
“A un año de lo ocurrido, le doy gracias a Dios por la experiencia vivida; es dura y todo, pero creo que el señor se vale de todo y nos sirve para crecer como humanos, como sacerdotes. Verla misericordia de Dios, que pudo morir tanta gente aquí pero sobrevivimos. ¡Es un milagro!” (padre Alvarado, vicario de la parroquia).
“Esta es una iglesia misionera y samaritana, entonces, eso fue lo que hicimos, sin distingo político, ideología, ni nada, abrir la puerta al que lo necesite y es lo que seguiremos haciendo… Jesús siempre mostró su amor, su misericordia, para aquel que de alguna manera estaba siendo perseguido” (Alvarado).
Y, por último, mirando las huelas de los disparos en la imagen de Jesús de la Misericordia afirma: “Tiene los agujeros que pudimos haber recibido nosotros. Es un milagro de la misericordia de Dios que estemos vivos”.
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Con información en base a reporte publicado en El Nuevo Diario (ver informe completo aquí)