Quiere ser una gran potencia y ya es la quinta potencia económica del mundo
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Después de la segunda victoria electoral por mayoría absoluta, ampliando incluso su victoria anterior, en el mayor país democrático del mundo (la India), Narendra Modi se enfrenta al más grande desafío de la historia de la India: ser una gran potencia, junto a Estados Unidos, China y Rusia. India tiene 900 millones de electores, y con un PIB de 2.362.294 millones de euros, India es ya la quinta potencia económica mundial, detrás de Estados Unidos, China, Japón y Alemania.
Modi ha derrotado, por segunda vez consecutiva, al Partido del Congreso, dirigido por Rahul Gandhi, al obtener 303 escaños frente a 52 de Gandhi, del total de 543 que tiene el parlamento. Modi inicia un mandato de cinco años. Rahul Gandhi es el heredero de la dinastía Gandhi-Nehru y tiene un futuro muy incierto. El partido de Modi, el Bharatija Janata Party (BJP) es de centroderecha y nacionalista hindú, la principal religión del país, donde hay también 150 millones de musulmanes.
Los cristianos son solo una minoría con 28 millones (17 millones de católicos) y viven con bastantes dificultades. En el aspecto religioso, la política de Modi de más hinduismo para la India choca con la libertad religiosa, donde el cristianismo sufre restricciones y a veces hasta violencia. El gobierno de la India no quiere recibir misioneros. Modi no quiere misioneros extranjeros, y si un sacerdote debe ir a la India no puede ir como sacerdote, sino como trabajador de alguna fábrica.
La India es un país de contrastes. Por una parte, mientras su PIB crece el 7 por ciento anual, por otra sufre una fuerte crisis en los sectores agrícolas y un alto paro, también entre los jóvenes, a pesar de lo conseguido en la pasada legislatura. Por otro lado, Modi tiene el problema con Pakistán y Cachemira, después de que un grupo islamista (el Ejército de Mahoma) reivindicara un atentado en el que murieron 46 miembros de las fuerzas de seguridad, el pasado mes de febrero. Entre India y Pakistán, ambos en posesión de la bomba atómica, no ha habido nunca tranquilidad.
Modi ganó las elecciones sobre dos temas claves: la seguridad y la implantación del hinduismo frente al secularismo que proponía el Partido del Congreso, y al mismo tiempo propuso una mayor unidad en el pueblo de la India, aunque el ministro del Interior, Amid Shah, presidente del partido en el gobierno, haya anunciado menor autonomía para Cachemira y luchar contra la inmigración, según informa el profesor Rubén Campos, investigador especializado en Asia Meridional.
En cuanto a la política internacional, Modi ha colocado en el Ministerio de Asuntos Exteriores, a un hombre buen conocedor de las políticas globales y las alianzas posteriores a la guerra fría. Es Subrahmanyam Jaishankar, quien defiende la necesidad de repensar la política exterior de la India, como equidistante de Estados Unidos, Rusia y China. India, que tiene una muy larga frontera con China, ha tenido con el imperio amarillo tradicionalmente sus problemas, y no acepta la nueva Ruta de la Seda de Xi Jinping. De momento, los problemas fronterizos están apaciguado por el diálogo entre los dos países.
Con los Estados Unidos, el problema es que, tras la segunda victoria de Modi, la India ha dejado de ser un país preferente, y Estados Unidos empieza a verle como un competidor y no acepta las relaciones de la India con Irán, donde compra buena parte del petróleo, y ni tampoco ha entendido la compra de mísiles S-400 a Rusia. Las relaciones USA-India pasan por momentos complicados. Además, la India todavía no ha decidido el desarrollo de la red 5G que bien podría dársela a Huawei. China busca mejorar sus relaciones con India, como lo demuestra el hecho de que ha levantado el veto en el Consejo de Seguridad de la ONU para que se incluya como terrorista a Masood Azhar, principal responsable del “Ejército de Mahoma”, responsable del atentado del pasado mes de febrero en Cachemira.
Por otro lado, el gobierno de Modi trabaja también para conseguir un Tratado de Libre Comercio con la Unión Europea, y así visitó en nueve ocasiones a países de la Unión Europea, especialmente Francia y Alemania. Una especie de acuerdo como el de Mercosur, pero será muy difícil.