Nuestra forma de vestirnos refleja un poco nuestro estado emocional y psíquico
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Observa tus variaciones en tu forma de vestirte y arreglarte. En los días en que estás más desanimada, no tienes ganas o disposición para pensar en una combinación bonita de ropa, en pasarte un lápiz labial decente por los labios, tal vez ni siquiera de arreglarte el pelo. Pero los días en que estas animada, la ropa te queda mejor, el lápiz labial, el rímel y el colorete no son un peso sino parte de ti. ¿Te das cuenta de cómo nuestra presentación personal está ligada a cómo estamos interiormente?
Pues bien, si reflejamos externamente a través de la ropa, el calzado, el maquillaje y el cabello, lo que estamos viviendo en nuestro universo interior, hay que preguntarse: “¿Para quién me arreglo? ¿Para mí o para los demás?”.
Una pregunta muy oportuna pues si, a lo largo de esta reflexión, te das cuenta de que tu imagen está ligada al otro, probablemente es porque tal vez no sepas quien eres realmente. Pues si yo me visto para el otro, estoy viviendo a partir de la mirada del otro y no de la mía. Esto puede provocar sufrimiento psíquico y dependencias emocionales.
Está claro que no se puede negar que existe una “necesidad” de la mirada del otro. Queremos ser vistos. Principalmente las mujeres, pues en ellas esa necesidad es mayor que en los hombres. Sin embargo, se trata del deseo de ser visto, observado, de existir en la vida de alguien, y no de vestirme conforme a lo que el otro aprueba o desaprueba.
Nunca apagues tu brillo
¡Cuántas personas, al vivir el final de una relación amorosa o incluso la ruptura de una amistad, afirman que se dan cuenta de cuánto se habían despersonalizado durante esa relación! Por haber escuchado que eran extravagantes en su forma de sonreír, que su ropa era anticuada, que necesitaban esto o aquello… Y al final, se dan cuenta de que ya no era su identidad la que se reflejaba, sino la identidad proyectada por el otro.
Tenemos que adecuarnos a los ambientes y lugares. No se puede ir en zapatillas, camiseta y jeans a una boda. Ni tampoco se puede ir en tacón alto y vestido de fiesta al parque. La armonía y el equilibrio tienen que existir, pero al mismo tiempo, tiene que haber una identidad y un estado emocional sano, para no vivir en la dependencia de una aprobación que puede no existir nunca.
¿Cómo te ves?
Otro buen aspecto de esa reflexión es pensar sobre cómo te miras a ti mismo. Al verte en el espejo, ¿te gusta la imagen que se refleja? ¿Estas contento con esa imagen?
Si la respuesta es que sí, deberías estar contento por conseguir llegar a ese punto. Pero si es que no, te invito a pensar sobre ti, sobre tu imagen. Y a hacerte las siguientes preguntas: ¿Te miras como Dios te mira? ¿Te cuidas? ¿Te sientes bien con la ropa que llevas? ¿Tienes tu propio estilo?
Estas preguntas pueden ser un comienzo para quienes desean hacer este camino de vuelta, de arreglarse para uno mismo, pues nadie más que uno mismo sabe lo que realmente retrata su identidad y personalidad, sus valores y cultura. Todo esto va junto. Sabiendo quien eres, tus valores y estilo de vida, seguramente dejarás de “mendigar” la mirada de aprobación del otro, y dejarás de ser un muñeco en las manos de alguien que no te conoce bien. Empieza por aquí, mírate, invierte en ti y siéntete bien con tu imagen.
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Por Aline Rodrigues, misionera de la Comunidade Canção Nova. Es psicóloga desde 2005, con especialidad en el área clínica y empresarial, y postgraduada en Terapia Cognitiva Comportamental. Posee experiencia profesional tanto en atención clínica como empresarial y docencia.