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El oportuno mensaje de un santo a los latinoamericanos

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Esteban Pittaro - publicado el 26/06/19
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San Josemaría Escrivá pronunció emocionado unas palabras que siguen teniendo valor

Casi de manera profética, durante una de sus visitas a América Latina, a poco de morir, san Josemaría Escrivá, cuya fiesta la Iglesia celebra el 26 de junio, compartió un mensaje para los latinoamericanos que hoy, 35 años después, sigue teniendo valor.

Josemaría Escrivá de Balaguer (Barbastro 1902, Roma 1975), había iniciado el Opus Dei a finales de la década del 20 en su España natal.

Con los años, quienes se sumaron a él fueron haciendo crecer el mensaje que promovía de la santidad en lo ordinario en distintos países del mundo, y el anhelo por conocerlo y escucharlo hizo que los encuentros durante los viajes de catequesis emprendidos desde 1970 sean multitudinarios.

En una de sus escalas, el 15 de junio de 1974, en el Centro Cultural San Martín, en Buenos Aires, fue interrogado por una mujer que le pidió un mensaje final para los sudamericanos.

San Josemaría, quien bien conocía la difícil situación sudamericana de aquellos años, tanto por recorrerla como por el testimonio que le llegaba de quienes emprendían obras de apostolado en aquellos países, acogió el pedido. Emocionado, y cuando la salud en aquel viaje todavía se lo permitía, pidió a los sudamericanos:

“Que sembréis la paz y la alegría por todos lados; que no digáis ninguna palabra molesta para nadie; que sepáis ir del brazo de los que no piensan como vosotros. Que no os maltratéis jamás; que seáis hermanos de todas las criaturas, sembradores de paz y alegría”.

 

 

En el video divulgativo para conocer el mensaje de San Josemaría El tiempo es corto para amar, la prelatura personal del Opus Dei une ese fragmento a otro surgido en otro encuentro, en el mismo lugar pero al día siguiente, el 16 de junio de 1974, en el que refiere a una propuesta de actitud sacerdotal y propone:

“Con los brazos abiertos donde quepan todos: los de la derecha, los de la izquierda, los de enfrente los de atrás. ¡Todos, todos, todos! No podemos cerrar los brazos a nadie. No podemos ser personas de partido. No podemos hablar de luchas, la lucha es anticristiana. ¡De disputas! Nosotros hablamos de entendimientos. Nosotros hablamos de cambiar impresiones para llegar a un acuerdo. Pero ¿de pelearse? ¿De odiarse? ¡No!”.

En esa ocasión dejó además un mensaje dirigido en particular a los argentinos, pero que intercambiando el gentilicio completa un mensaje de amor y reconciliación para cualquier país:

¡Llenad de Amor esta tierra! ¡Que los argentinos se quieran! ¡Que no haya nunca odios! ¡Que se comprendan y sean generosos unos con otros! Que esta nación tan grande y abundante, que abre sus brazos y el pecho, como una madre que tiene muchos hijos, ¡que no sufra ya!”.

Casi toda América Latina, tanto en Sudamérica como en Centroamérica, México, y el Caribe, era escenario por aquellos años de guerrillas y grupos paramilitares combatiendo en las calles, en algunos casos ya de gobiernos miliares en el poder que confrontaban con grupos clandestinos, de proscripciones políticas, de violencia fratricida…

Hoy, que pasaron 35 años, y con otros problemas, con más agresiones verbales y virtuales que balas protagonizando similares divisiones, el mensaje de este santo del siglo XX sigue siendo vigente.

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