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El valor de esos pequeños gestos en la pareja

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Luz Ivonne Ream - publicado el 18/06/19

En qué momento dejé de buscar y de encontrar alegría en los pequeños actos de servicio, en esos detalles que le hagan saber a mi cónyuge que para mí sigue siendo el número uno

Por cosas de la vida, por falta de organización -o quizá de voluntad y hasta pereza- había dejado pasar algunas semanas el doblar la ropa que salía de la secadora.

Día tras día esa canasta de mimbre que tengo junto a la máquina se llenaba más y más. Me encontraba tan metida en mis asuntos que no presté atención a que mi esposo ya no tenía ropa blanca en su armario.

Cada mañana era la misma escena: él abría sus cajones y no encontraba ni blancos ni calcetines. No me decía nada. Solo corría a aquella gran pila de ropa a buscar lo que necesitaba. En lo que más perdía el tiempo era en buscar y encontrar los pares de calcetines. ¿Ofrecerme a ayudarle? ¡Claro que no! Total, no es asunto ni de vida ni de muerte y siempre habrá un mañana para doblar ropa. ¡Vaya egoísmo el mío!

Matrimonio: vocación al servicio mutuo 

Una día -y solo porque de verdad ya no cabía un alfiler- arrastré el súper canasto hacia aquel sillón. Vacié la ropa y me dispuse a doblar.

¿Pero, por dónde empiezo? ¡Vaya ejercicio de paciencia!

Parecía la escena de un mercado sobre ruedas, de una pulga dónde los marchantes gritan: “¡Pásele, pásele! Aquí, barata la ropa… ¡Llévela, llévela…!”

Fastidiada y hasta de malas comencé la labor titánica de hacer pares los calcetines… Dobladita por aquí, colgadita por allá…

“¡Ash, qué flojera estar perdiendo el tiempo en esto! Qué necesidad… Con todo lo que tengo encima y ahora esto…”

Poco a poco me metí de lleno al trabajo que había comenzado muy molesta y sin ganas.

Pasaron los minutos, no sé cuántos, cuando de pronto me descubro cautivada por un pensamiento sobre lo que significaba el doblar los calcetines de mi esposo: amor y servicio. Un acto tan pequeño y a la vez con tantísimo valor y significado.

¡Sí, estaba sirviendo a mi esposo! Lo estaba amando con ese detalle de servicio porque al doblar sus calcetines -sin palabras- yo le estaba mandando el mensaje de “dedico mi tiempo a tus necesidades porque lo que es importante para ti, también lo es para mí”. 

Además, entre otras muchas razones, le agilizo el que encuentre su ropa para que salga a trabajar a tiempo y así siga haciendo lo que más le apasiona: trabajar para nosotros, su familia.

De verdad que hasta mi estado de ánimo y humor mejoraron. Ese pensamiento -que segura estoy vino del cielo- me llevó a un cambio de actitud, a darme cuenta lo importante que soy en la vida diaria de mi esposo. Soy, como dice el Génesis, su “ayuda idónea”.

Seguí reflexionando… ¡Qué fácil es caer en el egoísmo en el matrimonio! En qué momento dejé de buscar y de encontrar alegría en los pequeños actos de servicio, en esos detalles que le hagan saber a mi esposo que para mí sigue siendo el número uno.

¿Mi esposo necesita que le doble su ropita? Para nada. Él es perfectamente capaz y hasta lo hace mucho mejor que yo.

¿Me gusta hacerlo? Tampoco. Sin embargo, con mi servicio le hago ver que pienso en él, que lo amo y que en esta vida -después de Dios- él es mi prioridad y que el servirle es mi mayor alegría.

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