En medio de un esfuerzo descomunal por salvar vidas, en Cáritas establecen prioridades entre los más pobres de los pobres, los más solos, los más abandonados, porque “a todos no los podemos salvar”. Pero aunque “en Venezuela hace falta amor”, abunda la solidaridad que rescata embarazadas ancianos y niños
Actúan en silencio. No piden dinero. Raras veces dan declaraciones y casi nunca convocan a ruedas de prensa. En Cáritas están permanentemente ocupados trabajando, pues desde hace un lustro -aunque no ha habido situación de desastre natural o catástrofe, en Venezuela siempre están en emergencia.
Ni siquiera les gusta insistir en las cifras, porque cada una tiene nombre y apellido. Y conocen el rostro de todos. La mayoría de ellos son niños; algunos no tienen la edad suficiente para hablar, pero abrazan y sin palabras saben dar las gracias.
Les abren las puertas en los barrios más peligrosos del Zulia y la Gran Caracas, tanto como en la región oriental o en el occidente y los andes venezolanos. Los reciben con cariño, sin que haya preguntas sobre colores partidistas o el tono de la piel.
Tampoco surgen consultas respecto a las creencias, aunque la mayor parte de quienes los reciben saben que Cáritas es una obra social de la Iglesia Católica. Se sostiene con aportes silenciosos y un cada vez más grande “ejército de voluntades”, como le llama cariñosamente a los voluntarios la directora de la institución, Janeth Márquez.
Aleteia conversó con Flor Piñango, quien está al frente de la Coordinación de Proyectos en Cáritas Venezuela, para analizar el panorama del organismo en medio de la crisis humanitaria compleja que afronta la nación sudamericana, y sus esfuerzos para salvar vidas.
“Actualmente estamos trabajando en el programa Saman: Sistema de Alerta, Monitoreo y Atención Nutricional, acompañado de salud integral para atender a los niños menores de 5 años, embarazadas y lactantes”, explicó.
“Gracias a estos programas, el trabajo mancomunado de toda la red médica nacional que nos acompaña, la atención del agua segura y la promoción del higiene, hemos logrado que se recuperen los niños”, dijo.
Consultada con respecto a los recursos necesarios para funcionar en medio de la contingencia, sostuvo que “hemos tenido donantes, y contamos con la Comisión Europea; tenemos a Unicef, que son nuestros aliados y nos han acompañado en este proceso en un trabajo de recuperación”.
Recordó en este aspecto las vacunas para la malaria-paludismo, por cuanto en principio fue a esa institución a la que la administración Maduro le permitió el ingreso y no a Cáritas. “En eso ha sido exitoso. Porque nosotros trabajamos con todos. La Iglesia es la Iglesia de todos, más allá de que a veces se quiera politizar”.
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