El Pontífice visitó el santuario mariano de Sumuleu-Ciuc en Transilvania, RumaniaDios no defrauda al peregrino que se pone en camino, aún en las peores circunstancias. Lo dijo el papa Francisco durante su homilía de este sábado, 1 de junio, en la mañana, en el Santuario Mariano de Şumuleu Ciuc, ubicado en Transilvania, zona centro de Rumanía, uno de los lugares de referencia para los católicos rumanos y cristianos.
“Al que arriesga, el Señor no lo defrauda. Caminemos y caminemos juntos, arriesgando, dejando que sea el Evangelio la levadura que lo impregne todo y regale a nuestros pueblos la alegría de la salvación”, afirmó en el santuario donde estaban congregadas alrededor de 80.000 a 100.000 personas.
Precisamente, el santuario del siglo XVI dedicado a la Virgen atrae a peregrinos de diversas tradiciones religiosas rumanas y húngaras. Lugar “donde como hijos venimos a encontrarnos con nuestra Madre y a reconocernos como hermanos”, dijo.
Dios pone sus ojos en lo débil
“Venimos a los pies de la Madre, sin muchas palabras, a dejarnos mirar por ella y que con su mirada nos lleve a aquel que es el Camino, la Verdad y la Vida”.
El Papa destacó que peregrinar a este santuario “nos hace volver la mirada a María y al misterio de la elección de Dios”, que “pone sus ojos en lo débil para confundir a los fuertes nos impulsa y anima también a nosotros a decir sí, como ella, para transitar los senderos de la reconciliación”.
Santuario donde cada año, “el sábado de Pentecostés”, es tradición peregrinar “para fortalecer la fe en Dios y la devoción a la Virgen, representada en su imponente talla”, recordó el Papa.
Santuarios de esperanza
El Papa explicó que los “santuarios…guardan la memoria del pueblo fiel que en medio de sus tribulaciones no se cansa de buscar la fuente de agua viva donde refrescar la esperanza. Son lugares de fiesta y celebración, de lágrimas y petición”.
Esta tradición mariana en Transilvania es “un símbolo de diálogo, unidad y fraternidad; una llamada a recuperar los testimonios de fe hecha vida y de vida hecha esperanza”.
Entonces, subrayó, “peregrinar es saber que venimos como pueblo a nuestra casa. Un pueblo cuya riqueza son sus mil rostros, culturas, lenguas y tradiciones; el santo Pueblo fiel de Dios que con María peregrina cantando la misericordia del Señor”.
Peregrinos a los pies de la Madre
Asimismo, afirmó que en cada santuario mariano, la Madre de Dios “intercede no sólo ante su Hijo sino también ante cada uno de nosotros para que no nos dejemos robar la fraternidad por las voces y las heridas que alimentan la división y fragmentación”.
“Los complejos y tristes acontecimientos del pasado no se deben olvidar o negar, pero tampoco pueden constituir un obstáculo o un motivo para impedir una anhelada convivencia fraterna”, añadió.
Peregrinar para salir de rencores
Peregrinar “significa sentirse convocados e impulsados a caminar juntos pidiéndole al Señor la gracia de transformar viejos y actuales rencores y desconfianzas en nuevas oportunidades para la comunión”.
Entretanto, “es desinstalarse de nuestras seguridades y comodidades en la búsqueda de una nueva tierra que el Señor nos quiere regalar.
Peregrinar es el desafío de descubrir y transmitir la mística de vivir juntos, de no tener miedo a mezclarnos, encontrarnos y ayudarnos”.
Peregrina para participar
“Peregrinar es participar de esa marea algo caótica que puede convertirse en una verdadera experiencia de fraternidad, caravana siempre solidaria para construir la historia”, insistió.
“Peregrinar es mirar no tanto lo que podría haber sido —y no fue—, sino todo aquello que nos está esperando y no podemos dilatar más”.
El obispo de Roma indicó que peregrinar es “creerle al Señor que viene y que está en medio de nosotros promoviendo e impulsando la solidaridad, la fraternidad, el deseo de bien, de verdad y justicia”.
Peregrinar es el “compromiso de luchar para que los rezagados de ayer, sean los protagonistas del mañana, y los protagonistas de hoy no se vuelvan los rezagados del mañana”.
Hilvanar el futuro con María
Realizar un “trabajo artesanal de tejer juntos el futuro. Por eso estamos aquí para decir juntos: Madre enséñanos a hilvanar el futuro”.
El Papa destacó la figura de muchacha, de la Virgen María, que vivió en la periferia del imperio romano y en la periferia de Israel, que con su “sí” fue capaz de poner en marcha la revolución de la ternura.
Rosa de oro
Al final de la celebración, el Papa ha donado una rosa de oro a la Virgen.
Tras el saludo del arzobispo de Alba Iulia, monseñor György Miklós Jakubinyi, y la bendición final, el Obispo de Roma se trasladó en auto a la Casa de la Arquidiócesis Jakab Antal Ház donde almorzará con el director y algunos colaboradores de la Casa.
Francisco es el segundo pontífice que pisa suelo rumano, después de la visita ecuménica de Juan Pablo II a Bucarest en 1999, pero, en esa ocasión no logró llegar hasta Transilvania, donde vivían la mayoría de los fieles católicos.
Viaje mariano
Esta ha sido la segunda jornada mariana del Papa en Rumanía. Apenas ayer, en la Misa en la Catedral católica de San José en Bucarest, recordó a la minoría de católicos (7%) que la Virgen “camina, encuentra y se alegra porque llevó algo más grande que ella misma: fue portadora de una bendición”.
El Papa invitó a ser como María y a “no tener miedo”. Justamente, el logo de la visita papal representa la Virgen María con los brazos abiertos sobre una peregrinación de fieles bajo el lema: “Caminemos juntos”.
Además, el Papa ha exhortado a “no ceder a una cultura hecha de odio e individualismo” durante su encuentro con el Patriarca de la Iglesia Ortodoxa Rumana, Daniel, este viernes en la nueva Catedral Ortodoxa.
Te puede interesar:
El Papa en Rumanía: Sin alegría permanecemos paralizados
Te puede interesar:
Padrenuestro “unía a Pedro a Andrés”, por un día también al Papa y el Patriarca de Rumanía