¿Cómo pueden conciliarse las "tribulaciones" y las persecuciones que sufría san Pablo, narradas en los Hechos de los Apóstoles, con la paz que Jesús deja a sus discípulos en las palabras de adiós de la Última Cena: "Mi paz les dejo, mi paz les doy", que recuerda el evangelio de Juan?
De esta pregunta parte la homilía del papa Francisco en Casa Santa Marta.
"La vida de persecuciones y tribulaciones parece ser una vida sin paz" y en cambio es la última de las Bienaventuranzas, recuerda el Papa:
Paz en toda circunstancia
Solo así -añade el Papa- se puede entender cómo vivieron sus últimas horas muchos santos que "no perdieron la paz", hasta el punto de que los testigos decían que "iban al martirio como los invitados a una boda".
Te capacita para soportar
Este es el don de la "paz de Jesús". Esa, subraya el Papa, que no podemos tener a través de medios humanos "al ir por ejemplo al médico o tomando ansiolíticos".
Es algo distinto, que viene "del Espíritu Santo dentro de nosotros" y que lleva consigo la "fortaleza".
Como la de un hombre, acostumbrado a trabajar mucho, recuerda el Papa, al que visitó hace unos días, que, de repente, al llegar la enfermedad, tuvo que abandonar todos sus proyectos, pero seguía estando en paz. "Este es un cristiano", comenta el Papa.
Y para afrontarlo todo
Si en cambio al vivir nos dejamos llevar por un "nerviosismo ferviente" y perdemos la paz, quiere decir que "hay algo que no funciona".
Por tanto, teniendo en el corazón el "don prometido por Jesús" -y no el que viene del mundo o del "dinero en el banco"- podemos afrontar las dificultades incluso más duras y seguir adelante.
Y lo hacemos con una capacidad más - añade el Papa, recordando el testo de las lecturas - la de hacer "sonreír al corazón".