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Confirmado: Jesús volvió de la muerte

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Esteban Pittaro - publicado el 22/04/19

The Jerusalem Times BC, edición vespertina: ¿Cómo habría contado la prensa el día a día de Jesús en esta Semana Santa? Vive con Aleteia desde una mirada distinta los acontecimientos de estos días

Jesús resucitó. Con los mismos ojos que vimos morir a Jesús de Nazaret, lo vimos en el día de hoy, tres días después de su crucifixión, tal como había profetizado. Su sepulcro amaneció vacío, pese a la guardia que habíamos informado ayer, y distintos acontecimientos sobrenaturales de los que fuimos testigos lo confirman.

La primera en alertar que algo distinto había ocurrido hoy fue María Magdalena, avisaron a este periodista Juan y Mateo, dos de los apóstoles de Jesús. La información también fue confirmada por la mañana por los guardias apostados para custodiar el sepulcro-aunque por la noche lo negaron. Una fuerza misteriosa desplazó la inmensa piedra que cubría el sepulcro, la misma que había sido reforzada por los fariseos hace escasas horas. Y dentro de la cueva, nada, solo mantas.

Buscamos a María Magdalena en la ciudad y logramos pautar con ella una conversación exclusiva. Nos aseguró que después de ver el sepulcro vacío tuvo un diálogo con Jesús, el mismo que había fallecido el viernes. Esto declaró, en exclusiva, para The Jerusalem Times BC: “Un hombre al que no reconocí me habló; primero pensé que era el cuidador de la huerta. Y me preguntó por qué lloraba y a quién buscaba. Le pedí que si había sido él el que se había llevado el cuerpo de mi Maestro que me diga para poder ir a buscarlo. Pero inmediatamente me llamó por mi nombre. Los ojos se me abrieron. Lo único que pude decirle fue ‘Maestro’”.

Según María, visiblemente emocionada, sonriente, exultante, el Nazareno le pidió: “No me retengas, porque todavía no he subido al Padre. Ve a decir a mis hermanos: ‘Subo a mi Padre, el Padre de ustedes; a mi Dios, el Dios de ustedes’”.

Mateo y Juan presenciaron esta entrevista, y al advertir que necesitábamos más información para publicar la información, tras consultar con Pedro, el líder del grupo tras la muerte de Jesús, nos autorizaron a hablar con él. Al presentarnos ante Pedro nos dijo que él también había corrido al sepulcro y lo había visto vacío. Al informarle que eso mismo habíamos hecho, para confirmar el dato de la remoción de la piedra y la ausencia del cuerpo, nos preguntó si alguien nos había hablado. Le dijimos que no, aunque habíamos hablado con María Magadalena. Quisimos saber más de Pedro, y por qué cambió de nombre; como informamos en otras ediciones, su nombre era Simón. Nos dijo que el nuevo nombre se lo había dado Jesús, quien le encomendó “edificar su Iglesia”. Pedro aún no terminaba de comprender que quiso decirle el Señor. “Ahora que María habló con él, sé que volverá con nosotros y terminaré de comprender”.

Como la conversación tuvo lugar en la calle, y muchos miraban mal nuestro diálogo, nos invitaron a su refugio. Allí estaban todos sus apóstoles, menos dos, Judas, cuyo deceso ya informamos ayer, y Tomás. El clima era de expectación y nervios. Las puertas y ventanas estaban todas cerradas. El miedo al exterior se mezclaba con la expectativa por que se cumpla lo anunciado por María.

Aguardando desde un cuarto adjunto, escuchamos una voz, y vimos a una figura resplandeciente, de un blanco aún no inventado, luminosa. El semblante era el mismo de aquel que había muerto en la cruz tres días antes. Lo sabemos porque lo vimos. La sangre había sido limpiada, aunque algunas heridas, como las de los clavos en las manos, permanecían. Era el mismo Jesús, que saludó: “¡La paz esté con ustedes! Como el Padre me envió a mí, yo también los envío a ustedes”. Acto seguido, al soplar fuertemente sobre sus apóstoles, les dijo: “Reciban al Espíritu Santo. Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen, y serán retenidos a los que ustedes se los retengan”.

El resto de lo ocurrido, de común acuerdo con los apóstoles, no lo contaremos. Fue para alegría de su corazón. Es que fuimos inmerecidos y casuales testigos de un acontecimiento para el que no conocemos otra documentación posible. Los periodistas estamos acostumbrados a un método de corroboración y verificación para ganar la confianza del lector. Para relatar estos sucesos no hay más herramienta que el testimonio. Vimos, y creímos.

Durante unos segundos Jesús miró a los ojos de este periodista, que espiaba desde el cuarto adjunto. Fue como si el mundo se detuviese por entero, en una nueva dimensión. Una voz resonó en perfecta armonía y melodía y dijo: sígueme. El resto de lo ocurrido, se guardará en su corazón.

Disculpas al lector

Durante todas las crónicas de la semana compartimos en estas páginas la preocupación del Sanedrín y de Poncio Pilatos. Nos preocupamos por la relación entre ellos, por su reacción ante lo que parecía una eventual revolución en Nazaret. Al hacerlo, queridos lectores, les fallamos. Porque perdimos de vista la riqueza de una verdad que no supimos comprender. Vimos y no creímos. Nuestra lógica era la política, aquella preocupada por la estabilidad social y el contento de los actores, y este hombre hablaba con una lógica del amor que no supimos entender. Nos hablaba de curar y nosotros pensábamos en el castigo para los que lastimaban. Nos hablaba de pobres y nosotros estábamos más preocupados por las peleas de los ricos. Nos hablaba de paz y nosotros estábamos más preocupados por los que tienen las armas.

Es cierto, cumplimos con la rutina profesional, buscamos verificar y validar información. Contrastamos fuentes y nos documentamos. Informamos, pero le fallamos a la verdad, porque se nos pasó por alto lo más importante. Hoy creemos. Y pese a descubrir que ese método no nos alcanzaba, le agrademos porque gracias a ese método incompleto pero realizado con afecto y fidelidad verdaderamente lo encontramos. Ahora sí, verdaderamente lo vimos. Jesús vive. Y Él es nuestra esperanza.

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Nota del autor

Recuerda el profesor Gabriel Galdón (CEU San Pablo, España) que el periodista Malcom Muggeridge reconoció una vez que si hubiera sido periodista en Tierra Santa en tiempos de Jesucristo, se hubiera dedicado a lo que ocurría en la corte de Herodes, habría intentado que Salomé le concediera una exclusiva de sus memorias, hubiera investigado que tramaba Pilatos, “y mientras tanto me habría perdido por completo el acontecimiento más importante de todos los tiempos”.

Esta Semana Santa, te propusimos una serie de crónicas escritas 2000 años después de aquellos acontecimientos que cambiaron el mundo para siempre. Lo hicimos buscando poner de manifiesto algunos vicios periodísticos contemporáneos para favorecer la lectura crítica y alentar su importancia. Y para proponer además una nueva manera de acercarnos a la Semana Santa.

Documentalmente, además de la Santa Biblia, utilizamos como principal fuente el libro de Luis de Palma La Pasión del Señor, cuya lectura, más allá de este ejercicio, recomendamos. Incorporamos voces y personajes, en general anónimos, además de algunos pequeños episodios basados en el Evangelio, para enriquecer el relato.

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