¿Cómo habría contado la prensa el día a día de Jesús en esta Semana Santa? Vive con Aleteia desde una mirada distinta los acontecimientos de estos días
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The Jerusalem Times BC. Edición Vespertina del domingo. Tres días para la Pascua
Tras tres días de intensa actividad en la Ciudad Santa, entre discusiones y prodigios –que algunos insisten en llamar milagros y otros engaños-, el Nazareno Jesús, de quien se temía una revolución, no visitó Jerusalén. Permaneció en un poblado cercano, con amigos. ¿Se disipan los temores de una invasión y destrucción?
Los periodistas que vigilaban las puertas de la ciudad se sorprendieron ante la ausencia del Nazareno. Horas más tardes, buscando su paradero, vimos a su discípulo Mateo en uno de los poblados más cercanos a la Ciudad, quien agradecido por la crónica publicada ayer permitió a este periodista acceder a la intimidad de un día con el que llaman “Maestro”. Por seguridad del grupo, no revelaremos el nombre del poblado.
El dueño de la casa, un tal Simón, había cedido el protagonismo a Jesús. Lo acompañaba Lázaro, el mismo que se dice habría sido resucitado por el Nazareno. Pese a la sospecha de muchos, en la intimidad del encuentro nada hizo pensar en una confabulación entre ambos para simular la muerte de Lázaro. Sobre todo, ante la actitud de María y Marta, hermanas de éste. Marta, aún en casa ajena, quiso servir la mesa mientras María limpiaba con un caro perfume de nardo los pies y los pelos de su “Maestro”. Eso explicaba el solemne aroma que envolvía el hogar.
La escena escandalizó a algunos, en especial a Judas Iscariote, aquel al que, informamos recientemente, los fariseos ven como un posible aliado. Más vale vender ese perfume y repartirlo entre los pobres, sugirió. Rápido, aunque misterioso, Jesús le respondió: “A los pobres los tendrán siempre con ustedes, pero a mí no me tendrán siempre. Al derramar este perfume sobre mi cuerpo, ella preparó mi sepultura”.
Los ojos del discípulo al que Jesús llama su discípulo amado contemplaron con profunda amargura la actitud de Judas. Juan, pese a su juventud, es respetado por su templanza y caridad; parece ser de los que más comprenden al Maestro. Profundo, parecía tomar nota mental de lo que iba viendo.
Según pudimos recrear por distintas fuentes, Juan pasa mucho tiempo con la Madre de Jesús, María. Ésta, respetada y querida por todo el grupo, también le tiene especial afecto. Acaso por la edad de Juan, lo trata como a su propio hijo.
Fugaz y sigilosamente, Judas se retiró de la casa; tiempo más tarde, de camino a la redacción, confirmamos su destino.
Ocurre que mientras Jesús estaba en Betania y muchos en Jerusalén parecían empezar a olvidarse del Nazareno, los hombres más escandalizados con él se reunieron en el palacio del Sumo Sacerdote Caifás. Pese al absoluto hermetismo, pocos dudan del motivo de la cita: cómo y dónde dar con Jesús. Incluso intentaron persuadir a este periodista y comprar su voluntad para que revele el paradero. No lo lograron. Pero llegaron a ofrecer hasta 30 monedas.
Sí llamó la atención que mientras se montaba guardia informativa un desprevenido Judas egresó del Palacio. Al cruzar miradas con este periodista, aceleró el paso. Intentamos detenerlo e interrogarlo, pero huyó despavorido. Una fuente cercana a Caifás nos confirmó antes de cerrar la edición, pero sin mayores precisiones, que dentro del Palacio “se alegraron mucho” al encontrar alguien que vea las cosas como ellos en el entorno de Jesús. No profundizaron. ¿Acuerdo de paz en vistas? ¿O desenlace anunciado?
A esta altura de la semana, la destrucción profetizada por Jesús parece imposible. Con hombres débiles y pobres, y un puñado de mujeres, con los que hemos podido compartir la intimidad de la jornada, no parece tener mucha opción. A menos que los sacerdotes busquen conflicto, Poncio Pilatos tiene motivos para estar tranquilo. Nadie invadirá la ciudad esta Pascua. A menos que se usen fuerzas de otra naturaleza, nadie destruirá el templo.