En la audiencia general, Jesús nos enseña a pedirle al Padre el pan de cada día por quienes encarnan esta oración con un “grito” cotidiano por sus difíciles condiciones de vida. “Pensemos en los niños de Yemen”, dijo el Pontífice. “El pan cotidiano no es propiedad privada […] es providencia para compartir y oportunidad para salir al encuentro de los demás, especialmente de los pobres y los necesitados”, expresó el papa Francisco durante la audiencia general de este miércoles 27 de marzo de 2019 en la Plaza de San Pedro en el Vaticano.
El Pontífice ha continuado con el ciclo de catequesis sobre el Padrenuestro. En esta ocasión, centró la medicación en la segunda parte de la oración enseñada por Jesús a sus discípulos: “Danos hoy nuestro pan de cada día” (Matteo 14, 15-19).
Dependemos de Dios
“Alimento, agua, casa, medicinas, trabajo”, dijo el Papa, son necesidades que se presentan a Dios representadas en el pan, “que significa lo necesario para la vida”. Una oración que contiene una actitud de empatía y solidaridad hacia aquellas personas que sufren y pasan hambre y necesidades.
“A veces nos olvidamos”, insistió, que “no somos autosuficientes, sino que dependemos de la bondad de Dios”.
Pedir el pan a Dios “es una súplica que surge de la misma existencia humana, con sus problemas concretos y cotidianos, que pone en evidencia” que necesitamos del amor del Padre.
“Los Evangelios nos muestran que para mucha gente el encuentro con Jesús se da, precisamente, a través de una súplica, de una necesidad: desde la más elemental, la del pan, hasta otras no menos importantes, como la liberación y la salvación”, comentó.
Pan para todos, solidaridad
Jesús enseña a sus discípulos en la invocación: “Danos hoy nuestro pan de cada día” a “pedir al Padre el pan cotidiano, unidos a tantos hombres y mujeres, para quienes esta oración es un grito doloroso que acompaña el ansia de cada día”.
Personas que carecen “de lo necesario para vivir”. “Por eso Jesús nos invita a suplicar “nuestro” pan, sin egoísmos, en fraternidad”, sostuvo. Pues, Jesús nunca pasa indiferente delante a estas peticiones y a estos dolores.
“Porque si no lo rezamos de esta manera, el Padrenuestro deja de ser una oración cristiana”. El pan que el cristiano pide en oración no es “mío”, sino “nuestro”.
“Si decimos que Dios es nuestro Padre, estamos llamados a presentarnos ante Él como hermanos, unidos en solidaridad y dispuestos a compartir el pan con los demás; en definitiva, a sentir en “mi hambre” también el hambre de muchos que hoy en día carecen aún de lo necesario”.
Grito por los niños hambrientos
Por eso, sostuvo, Jesús nos enseña a pedirle al Padre el pan de cada día por “quienes esta oración es un grito”, cotidiano por sus difíciles condiciones de vida. “Pensemos en los niños de Yemen”, dijo el Pontífice.
“¡Cuántas madres y padres, incluso hoy, se van a dormir con el tormento de no tener suficiente pan para dar mañana a sus hijos! Imaginamos esta oración recitada no en la seguridad de un apartamento cómodo, sino en la precariedad de una habitación en la que se adapta, donde falta lo necesario para vivir.”, recordó Francisco.
“Ahora, nos hará bien pensar en los niños con hambre, los niños que están en países en guerra, los niños de Yemen, los niños hambrientos en Siria, los niños hambrientos en tantos países donde no hay pan; en el Sudán. Pensemos en estos niños y pensando en ellos, digamos juntos la oración: ¡Padre, danos hoy nuestro pan de cada día!”.
Asimismo, predicó, “en mi hambre, siento el hambre de las multitudes”. Así, “Jesús educa a su comunidad, a su Iglesia, para llevar las necesidades de todos a Dios”.
Por ultimo, el Papa públicamente agradeció a la hermana Maria Concetta Esu, misionera italiana en África de 85 años, perteneciente a la Congregación de las Hijas de San José de Genoni. La misionera, partera, ha hecho nacer a más de 3000 niños.
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Una vida de servicio
La audiencia general se concluyó con el canto de Padre Nuestro en latín (Pater Noster) y la Bendición Apostólica.