El Río Guaire, un torrente de aguas servidas que atraviesa a Caracas, se ha convertido en el lugar al que acuden cientos de venezolanos desesperados ante la falta de agua potable
Venezuela parece no salir de una calamidad para entrar en otra. Tras el apagón del 7 de marzo que sumergió en la peor oscuridad de su historia al país suramericano, algunos “daños colaterales” comienzan a percibirse en toda su magnitud. No solo fueron hospitales y clínicas privadas, sistemas de transporte masivo, telefonía, internet, medios de comunicación y millones de hogares que se quedaron sin el servicio eléctrico; también fueron anulados los servicios de bombeo de agua potable en las deterioradas plantas de tratamiento, sumando nuevas calamidades a la crisis humanitaria.
El presagio de algunos que ven en la falta de agua la probable tercera guerra mundial, parece una realidad no muy lejana en Venezuela. Aunque el país no está formalmente en una guerra convencional, la carencia del agua potable parece que cobrará víctimas como lo han hecho la desnutrición, los deficientes servicios médicos y la delincuencia, de mantenerse el apagón eléctrico. Cada vez son más frecuentes las filas de ciudadanos en cualquier chorro o torrente en procura de llevar un poco de agua a sus hogares.
En Caracas, los ciudadanos se ven obligados a recoger el vital líquido en el Río Guaire, un colector de aguas residuales que traviesa la ciudad a lo largo de 72 kilómetros. Una cloaca putrefacta donde confluyen quebradas y cañerías de aguas sucias y desechos industriales. Últimamente estuvo de moda porque algunos caraqueños fueron capaces de sumergirse en sus podridos líquidos buscando cualquier trizo de metal precioso.
Ahora, algunas personas o tal vez las mismas, detectaron que al embaulado y sucio afluente también llegan corrientes de aguas blancas; y aunque no tienen garantía alguna y pudieran generar riesgos en la salud de quienes la consuman, son de momento, la solución a la sequía que padecen luego de varios días de oscuridad y tragedia.
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