Se cumplen 25 años de estreno de una película casi perfecta, un retrato imborrable sobre la barbarie nazi pero también un ejemplo (aunque solo sea puntual) de cómo hace un cine a veces, demasiado fácil
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Se cumplen 25 años del estreno de La lista de Schindler, para muchos el mejor retrato que ha hecho el cine del holocausto judío. A mí, en cambio, siempre me ha parecido que la película cojea al final pero por una cuestión moral, no por motivos cinematográficos. Les pongo en situación para refrescarles la memoria.
Oskar Schindler fue un empresario alemán miembro del partido nazi que en 1939 adquirió una fábrica en Cracovia (Polonia). Allí trabajaban más de 1.700 personas y en torno a un millar eran judíos. Gracias a sus contactos entre los nazis y los sobornos Schindler pudo evitar que la SS matara a sus trabajadores en los campos de exterminio. En un principio lo hizo solo por su propio interés económico pero después comenzó a hacerlo a conciencia. El exterminio judío le parecía una barbarie y no quería forma parte de aquello. Es más, salvó a 1.200 judíos de una muerte horrible y segura.
La película de Steven Spielberg es bastante fiel a todo esto, pero lo que a mí me parece cuestionable es cuando el director quiere ser demasiado explícito. Es decir, cuando hemos visto el proceso de transformación del personaje desde ese momento culminante en el que contempla a la célebre niña del abrigo rojo, resulta bastante claro que ha habido un cambio. El Oskar Schindler del principio de la película no es el Oskar Schindler del final de la película.
Sin embargo a Spielberg le gusta dejar las cosas bien claritas, no sea que a algún despistado no le quede bien clara la cosa. Y antes de terminar, nos pone a Schindler lamentando entre lágrimas no haber podido salvar más vidas. No hacía falta esa escena. Todo el público ya sabía que Schindler era el bueno, y de haber quedado alguna sospecha en cualquier sentido, habría estimulado el debate y que el público pensara y que cada uno sacara sus propias conclusiones sobre un personaje, que en efecto, en la vida real fue moralmente muy turbio.
Salvó a 1.200 judíos es cierto, pero en lo personal cuentan que no fue tan extraordinario. Hubo muchos héroes que salvaron a miles de judíos en aquellos años oscuros, por un genuino amor a sus semejantes. Es una pena que esas historias no se cuenten, quizás porque otros aspectos de sus biografías resulten “políticamente incorrectos”.
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Tal vez habría sido más interesante dejar al Schindler de Spielberg sin derramar una sola lágrima y únicamente abandonarlo mientras se alejaba en su coche contemplando a los 1.200 judíos que había salvado. Habría resultado quizá mucho más verosímil. Hay un momento en la película en la que un empleado de Schindler le dice que su “lista” es “el bien absoluto” y yo siempre he pensado que en eso era discutible. Siempre he creído que el bien absoluto implica un sacrificio, como Dios. ¿Dónde estaba el sacrificio personal de Schindler?
Todo esto no quiere decir que La lista de Schindller sea una mala película y que no sea buena idea ir a verla de nuevo ahora que la están reestrenando en medio mundo con motivo del aniversario. Pero sí que creo que puede ser una invitación a hacer esa reflexión que Spielberg nos negó en su día.
Ficha Técnica
Título original: Schindler´s List (1993)
País: Estados Unidos
Dirección: Steven Spielberg
Reparto: Liam Neeson, Ralph Fiennes, Ben Kingsley, Caroline Goodall, Jonathan Sagall