Una sociedad caótica engendra un infierno, ¿dónde encontrar el cielo?
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Siempre me impresiona la escena en que Caín mata a Abel:
“Aconteció después de un tiempo que Caín trajo, del fruto de la tierra, una ofrenda a Dios. Abel también trajo una ofrenda de los primerizos de sus ovejas, lo mejor de ellas. Y Dios miró con agrado a Abel y su ofrenda, pero no miró con agrado a Caín ni su ofrenda. Por eso Caín se enfureció mucho, y decayó su semblante. Entonces Dios dijo a Caín: – ¿Por qué te has enfurecido? ¿Por qué ha decaído tu semblante? Si haces lo bueno, ¿no serás enaltecido? Pero si no haces lo bueno, el pecado está a la puerta y te seducirá; pero tú debes enseñorearte de él. Caín habló con su hermano Abel. Y Sucedió que, estando juntos en el campo, Caín se levantó contra su hermano Abel y lo mató”. Gen 4, 1-8.
Me conmueve ese odio que convierte a Caín en fratricida. La envidia llenó su corazón. Dios amaba más a Abel. Caín quiere hacer el bien, pero no recibe tanto amor como esperaba. La tentación está a su puerta.
Es fácil no hacer el bien que quiero. Es tentador el mal del que huyo. No quiero hacer el mal, pero lo hago. No tengo ese equilibrio interior que me lleva a optar por lo justo y valorar las ofensas y desprecios en su justa medida. Sin guardar rencor en mi alma. Sin dejarme llevar por el odio.
Es difícil juzgar las acciones cuando he querido hacer el bien y no he podido. No me han dado las fuerzas. Se ha impuesto en mí el rencor, o la envidia. Me vuelvo malo como Caín.
Y en el campo mató a Abel. Lo ama, pero lo mata. Mi amor está herido, está enfermo. Tengo en el alma una envidia que han sembrado las circunstancias de mi vida.
El otro día me conmovió una película, Cafarnaúm. Nadine Labaki, la directora, decía: “Escribí en mi pizarra las cosas que me preocupan y que veo: esclavitud infantil, tráfico de niños, el absurdo de tener que mostrar un papel para demostrar que tú existes, la idea de que son invisibles para la gente… Miré a la pizarra y dije: en qué clase de mundo vivimos, esto es el infierno, vivimos en el infierno. Y eso es Cafarnaúm: el desorden, el caos. Así es cómo empezó. Escribí el título antes de tener una línea de guión”.
La historia de un niño herido, en una familia herida, en un pueblo herido. Como la historia de tantos niños heridos. Abandonados sin amor. Expuestos al odio. Caín y Abel. En medio de la batalla de la vida.
¿Cómo se puede cambiar el infierno y convertirlo en cielo? ¿Cómo puedo dejar que venza en mí el amor dejando de lado el odio? La envidia. La ofensa recibida.
La realidad suele ser más dura que la misma ficción. Una película no logra nunca reflejar la hondura del corazón humano. ¿Hasta dónde puedo llegar si me dejo llevar por pasiones enfermas? Al odio, a la muerte misma.
El protagonista de la película es un niño de doce años, Zaín, que demanda a sus padres por haberle dado la vida: “Quiero demandar a mis padres por traerme al mundo”.
Quiere que el juez los juzgue por su propio nacimiento y quiere que el juez les prohíba tener más hijos. Porque no se hacen cargo de ellos. Porque no los quieren. Y esa falta de amor da a luz a personas heridas, llenas de amargura. La falta de amor me enferma.
Dios mira con bondad a Abel. Parece no amar tanto a Caín. No mira su ofrenda. Me siento despreciado. No recibo el amor que espero, el reconocimiento, una palabra enaltecedora. Y surge la envidia. Comienza el caos.
Quisiera tener orden en mi interior para dar amor, para sembrar una paz. Necesito la mirada de Dios que calme mis ansias y apacigüe mis miedos. Y logre así sembrar luz en mis sombras.
Quiero esa armonía en mi alma que logre vencer la tentación del mal. Un amor que me lleve a dar amor en lugar de odio. Una mirada que me haga sentirme querido como soy. Valorado en lo que soy. Orden en lugar de caos. Armonía en lugar de ruptura.
Es fácil quererlo. No es tan fácil hallar esa roca segura en la que descansar y anclar mi alma. Temo. Me siento rechazado y surgen en mi alma sentimientos de ingratitud. Quiero venganza. Quiero el mal que no amo. Quiero que otros no tengan lo que yo deseo.
Una sociedad caótica engendra corazones que viven en el caos, en la oscuridad, en el odio. Quiero el cielo en la tierra. Apartando el infierno que me hace tanto daño.