¿Qué dicen los especialistas médicos al respecto?
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El viernes pasado, como habíamos informado ocurriría, se le realizó en Jujuy, Argentina, una cesárea a una niña embarazada de 12 años. La familia de la joven, al advertir que los dolores estomacales eran producto de un avanzado embarazo producto de una violación, solicitó que se aplique el protocolo de interrupción voluntaria del embarazo, como se le denomina al protocolo de aborto despenalizado en el país.
Si bien el año pasado el Senado de la Nación rechazó la legalización del aborto, existe en la Argentina un artículo del Código Penal que despenaliza el aborto por violación o riesgo de vida. Hace algunos años la justicia indicó que a partir de ese artículo, el Estado debe procurar el aborto en esos casos, y desde entonces, las provincias han encauzado de distintas maneras un protocolo para cumplimentar la exigencia de la Corte Suprema.
En el caso de Jujuy, la solicitud de la aplicación del protocolo tomó estado público. Inmediatamente se congregaron de un lado y otro pidiendo defensa de las dos vidas por uno, y aborto por otro. En el medio, la niña fue trasladada a otro centro de salud.
“Dentro de los procedimientos para 24 semanas y media de embarazo, se recomienda realizar una cesárea, que será mañana (por el viernes), por lo cual se da cumplimiento a la garantía de derechos y también se intenta por este procedimiento, si el niño nace con vida, estar en el servicio de mayor complejidad de neonatología de la provincia”, había dicho el ministro de salud local Gustavo Bahuid. El Gobernador Gerardo Morales había anunciado que se cumpliría el Código Penal, sin mayores explicaciones, sin dar a entender que se buscaría la sobrevida del niño.
Finalmente le practicaron una cesárea a la niña mamá, en la semana 24 de gestación, y nació una niña, que no necesitó reanimación, y que le pusieron de nombre Esperanza. La bebé, será dada en adopción.
¿Se salvaron las dos vidas? Si la respuesta se mide con la supervivencia inmediata de la madre y de la niña, sí. Esperanza, la bebe, vive, pero deberá permanecer meses en neonatología. Un día en el útero, indicó un especialista, puede representar aproximadamente 5 días en la terapia neonatal. Sus funciones orgánicas aún no están del todo desarrolladas. Su susceptibilidad a las infecciones es muy alta.
Las consecuencias neurológicas, en su desarrollo, habrá que estudiarlas con el paso del tiempo; aunque los buenos resultados de la ciencia médica ilusionan, son probables los problemas cognitivos, en la visión, en la audición. Por más que se brinden todos los cuidados neonatológicos disponibles, no siempre los resultados son los esperados. En este caso, faltará además el gran aliado de la enfermería y la medicina neonatal: el afecto familiar.
Según el gobernador Morales, en declaraciones posteriores a radio Mitre, “ahora hay algunos ‘verdes’ que dicen que tenemos que matar a la criatura y no lo vamos a hacer. Yo no lo voy a hacer”. También, en el diario Clarín, cuestionó a un “extremo celeste que pedían esperar al séptimo mes de gestación”. Morales no consideró en su crítica a ese pedido que las posibilidades de sobrevida de un feto a las 24 semanas y a las 28 son sustancialmente distintas. Con dos semanas el escenario hubiese sido distinto: la sobrevida a las 24 semanas es de aproximadamente un 36%, mientras que a las 26 asciende a un 72%.
Probablemente, como ocurre en estos casos, la opinión pública no terminará nunca de conocer los motivos que llevaron a esta sugerencia médica de interrumpir el embarazo con una cesárea en la semana 24. La historia clínica de la niña, y está bien que así sea, no es de público conocimiento. Pero aún con la sobrevida de Esperanza, y aún con un desarrollo ulterior sin complicaciones, la inducción de un nacimiento en la semana 24, cuando los riesgos para el neonato son altísimos, no es una práctica obstétrica aconsejada.
Además, como señalaba un especialista idóneo a Aleteia, realizar una cesárea a las 24 semanas implica un acto médico que condiciona la vida obstétrica de la mamá. Para estas circunstancias, suele ser una cesárea corporal. Y los siguientes embarazos por seguridad probablemente deban terminar en cesárea.
Independientemente del caso, un procedimiento así no puede establecerse como un mecanismo para acercar posturas alejadas sobre el aborto; no puede ser una solución recurrente ante un drama como este, nos indicaba el profesional consultado para esta nota. “Desde donde se lo mira es un desastre obstétrico, una mala praxis judicial, política, médica, y social”, consideró.