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Las angustias del Papa sobre América Latina

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Macky Arenas - publicado el 11/01/19
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El pontífice trasluce su preocupación y los motivos son variosDicen que todos los caminos conducen a Roma. Las tensiones que reverberan en este continente vienen desde diferentes focos y también llegan hasta el Vaticano. No pasa desapercibido que el Papa Francisco ha dejado ver su preocupación de diferentes maneras y en distintas ocasiones.

No sólo en sus viajes al continente americano:

Venezuela y Nicaragua están en el epicentro de una realidad telúrica cuya onda expansiva desvela a la Santa Sede, aun en medio de tantos compromisos internacionales de alto voltaje.

Y no es para menos. En Nicaragua la tensión está al rojo vivo entre el régimen de los Ortega y su pueblo y, en medio, la Iglesia amenazada pero consecuente con el sufrimiento de la gente. En Venezuela, hoy día 1º de enero, es el primero de un gobierno no electo por el pueblo, cosa que no ocurría desde hace 60 años. Difícil imaginar un peor escenario para la paz social y la inaplazable recuperación económica.

Baste decir que la Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Venezolana se adelantó emitiendo ayer mismo su exhortación pastoral donde reiteran “que la convocatoria del 20 de mayo -elección en la cual Maduro basa su supuesta legitimidad para juramentarse hoy- fue ilegítima, como lo es la Asamblea Nacional Constituyente”. Y aún más: “Es un pecado que clama al cielo querer mantener a toda costa el poder y pretender prolongar el fracaso e ineficiencia de estas últimas décadas: ¡es moralmente inaceptable!”. El Cardenal Baltazar Porras fue preciso en su comentario: “Se ha querido desconocer a la Asamblea Nacional, pero tiene la legitimidad que le ha dado la voluntad popular”.

En Venezuela, unos hablan de vacío de poder para calificar lo que se presenta a partir del 10E; otros de usurpación del cargo. El reconocido profesor de Derecho Constitucional y parlamentario de vasta experiencia en el pasado democrático, Nelson Chitty La Roche, aclara el punto: “En este caso no hay vacío de poder porque a pesar de todas las irregularidades que se pueden enumerar hay alguien ejerciendo el cargo de presidente de la República. Pero Maduro ejerce el cargo aunque no fue electo conforme a los parámetros constitucionales o legales, así que, de hecho, viene usurpando el cargo desde siempre, incluso, desde el 2013 y desde que la Asamblea Nacional le declaró el abandono del cargo. En conclusión, se puede abrir un amplio expediente contencioso referido no solo a la falta de cualidad para el ejercicio del cargo sino ante la falta de legitimidad de origen”.

La presión crece puesto que ningún país, salvo los aliados históricos del régimen -Cuba, Nicaragua y Bolivia, asistieron a la juramentación escenificada por Maduro. México anunció la asistencia de su Encargado de Negocios. La Unión Europea, el Grupo de Lima, pasando por los representante diplomáticos de Rusia, China, Irán, Turquía y el mismísimo Nuncio Apostólico se abstuvieron de asistir.

La periodista venezolana, Argelia Ríos, colocaba en su cuenta de tuiter: “Para esto quedaron los engreídos manirrotos que pasaron años comprando apoyos costosísimos en la comunidad internacional. Ahora son menesterosos solidarios, implorando respaldos de naciones inexistentes”, en alusión a una serie de “países” que el gobierno anuncia acompañarán a Maduro, como Osetia del Sur y Nauru, éste último un país que, luego de lograr un ingreso per cápita de $50.000 para 1975, hoy están arruinados, viven del narcotráfico, la extorsión y el “chuleo” a países a cambio de apoyos.

Es una realidad triste la que enfrenta el gobierno venezolano, que ha desoído todos los llamados de la Iglesia al diálogo, tirando por la borda cada oportunidad que se le ofreció para terminar con alguna dignidad. Hoy, lanzan al país a un terreno movedizo en el cual pueden hundirse ellos también.

El panorama general continental no es auspicioso por los momentos. Brasil y México, dos países de gran peso para la balanza geopolítica de la subregión, han tomado rumbos completamente distintos y sobre ambos se dibuja un inquietante signo de interrogación. Trump insiste en erigir su muro y su aliado estrella, Colombia, no consigue concretar la anhelada paz mientras crece su tirantez con la vecina Venezuela.

El gobierno de Macri enfrenta serios desafíos en la tarea de nivelar las diferencias sociales desde una perspectiva liberal, al tiempo que ha recibido emplazamientos por parte de la Iglesia local sobre temas neurálgicos para el país. En noviembre pasado, el Arzobispo de Buenos Aires, Cardenal Mario Poli, profundizó sobre el pedido de los obispos de una “mayor sensibilidad” de las autoridades frente al tema de la vida y los peligros que la amenazan, como el aborto y las drogas.

En cuanto a Chile, se encuentra en medio de una tormenta de proporciones incalculables por el destape de casos de abusos que llevó, en mayo pasado, a los 34 obispos de la Conferencia Episcopal chilena a presentar su renuncia en bloque, cosa inédita tanto como impensable hace algunas décadas, cuando ese país era un ejemplo de catolicismo sólido exhibiendo al episcopado más respetado e influyente del continente.

Colombia, Brasil, Argentina y Chile son tal vez los países de mayor tradición católica de América Latina, sin mencionar a México cuya imbatible devoción por la Virgen de Guadalupe, Patrona de América Latina, priva por sobre cualquier otra consideración religiosa. Los episcopados se mantienen fieles a su misión y han expresado taxativamente su comunión con el Santo Padre a raíz de los feroces ataque de que viene siendo objeto; los obispos latinoamericanos están al lado de sus pueblos en las dificultades y ejerciendo una importante labor pastoral sustentada en un magisterio consecuente y firme ante los embates del relativismo y las amenazas que implica una realidad explosiva de injusticias e inestabilidad política y social.

El Papa se revela afectado en lo más profundo por la inacabable serie de asesinatos de sacerdotes en México; por el cuadro de hambre y necesidades de todo tipo que vive Venezuela lo cual, aunado a la flagrante y continua violación a los derechos humanos, ha producido el éxodo masivo más impresionante en esta parte de mundo con los vaivenes y desequilibrios que ello plantea a naciones hermanas; los riesgos que corre la Iglesia en Nicaragua, cuyos fieles son perseguidos y encarcelados, los prelados constantemente hostigados y agredidos, lo que presenta un cuadro muy disminuido en materia de libertad religiosa.

El brutal éxodo de inmigrantes, los crímenes contra defensores de los derechos humanos de las comunidades aborígenes en plena antesala del Sínodo de la Amazonía y la alarmante cifra de asesinatos de mujeres con que arrancó el 2019 en países como Argentina, Bolivia, Chile y México serían materia suficiente como para espeluznar al más imperturbable. Es conocido que América Latina es una de las regiones en donde se han registrado más casos de feminicidios en los últimos años. Solamente en 2017 la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) contabilizó 2.795 crímenes contra la mujer. Hasta el pacífico Paraguay registró aumento de casos de feminicidios durante 2018. Como corolario, la droga y la siempre vinculada trata de personas es otro asunto pendiente en nuestros países.

Todos conflictos, en ciernes o en pleno desarrollo, que están en el corazón del Papa, sobre los que vuelve con frecuencia en su discurso y que tocan la fibra más sensible de lo que ha sido su prédica desde que comenzó su misión como Obispo de Roma.

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