Nuestra familia es común y corriente.Somos una pareja que tuvo un noviazgo largo, porque a pesar de tener la decisión tomada desde muy temprano, nos costó monetariamente bastante conseguir la vía para casarnos y formar nuestro hogar.Hicimos un plan para poder casarnos que consistió en aplicar a postgrados y becas en el exterior durante dos años con el fin de solucionar nuestro problema de vivienda y aprovechar de ganar educación en el camino. Era una apuesta bastante ambiciosapero lo conseguimos. ¿Suerte?Para nosotros fue una combinación de fe, voluntad y perseveranciade dos personas ordinarias.
Así, comenzamos a hacer nuestro nido, y más pronto que tarde, mientras estábamos distraídos entre un nuevo país, cuatro estaciones, estudios y un trabajo informal de niñera que nos permitía ahorrar unos Euros, de dos pasamos a ser tres en esta familia.
Como toda familia, nuestro mundo se puso al revés cuando nació nuestrahija, nuestra princesa, nuestro todo.Una preciosa y sana bebe que papá Dios nos regalaba fruto de nuestro amor.Y como dicen por allí, los bebés vienen al mundo con su pan debajo del brazo.
Nos devolvimos a nuestro país y pronto el trabajo de papá mejoró y nos mudamos de casa de los abuelos a nuestro piso propio.Éramos inmensamente felices, y no porque no tuviéramos problemas, teníamos los típicos problemas de convivencia, preocupaciones económicas, nos planteábamos si estábamos criando bien a nuestra hija. Nos agobiaba el trabajo y el poco tiempo libre, pero nos aferrábamos a esos pequeños momentos de alegría del día, un cielo azul, una sonrisa inesperada, una nota amable. Esos son los momentos que 20 años después recordaríamos.
Al cabo de unos años ya éramos una familia de cinco: papá, mamá y tres hijos maravillosos. Luchábamos por manejar el tiempo a nuestro favor para tener más de esos pequeños momentos de alegría.
Creemos que dominar el tiempo es el factor que hace a un individuo o en este caso a una familia hacer cosas extraordinarias. En este sentido, perder el tiempo no es una opción, emplearlo en compartir con nuestros seres queridos, trabajar en lo que nos gusta, hacer deportes, y perseguir nuestros sueños, se convirtió en nuestro norte.
Esta batalla por dominar al señor tiempo no es fácil. Él tiende a pasar inconmensurablemente. Es lo que tiene, pasa sin piedad, y nosotros a veces con peleas necias lo desperdiciamos. Otras veces en actividades que no disfrutamos se nos escapa de las manos, nos damos por confiados creyendo que “nos queda tanto tiempo por delante”, pero lo bueno es que también a su paso hace que ganemos experiencia y aprendamos a valorarlo.
El sueño de viajar en un retiro espiritual familiar lo logramos basándonos en las herramientas de la fe en Dios, la voluntad y la perseverancia de las que hablamos líneas más arriba. Fueron meses y meses planeando nuestra aventura, ahorrando, armándonos de valor para dejar todo lo que conocíamos para emprender un viaje que considerábamos lejano.