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¿Charles Dickens tuvo una visión de la Virgen María?

VIRGIN MARY, CHARLES DICKENS

Public Domain

Philip Kosloski - publicado el 15/12/18 - actualizado el 07/02/23

Describe que el espíritu que lo visitó llevaba "una tela azul, como vestiría la Virgen en un cuadro de Rafael"

En Cuento de Navidad de Charles Dickens, al personaje Ebenezer Scrooge le visitan tres espíritus que le muestran el error de su estilo de vida y lo guían a una conversión vital. Es un cuento clásico navideño que ha sobrevivido al paso del tiempo.

Curiosamente, un año después de que Dickens escribiera Cuento de Navidad, el escritor protestante vivió su propia experiencia espiritual. Escribió sobre ella en una carta a su amigo John Forster el 30 de septiembre de 1844, estando de vacaciones en Génova, Italia.

Permite que te hable de un sueño curioso que tuve la pasada noche del lunes; y de los fragmentos de realidad que puedo recordar, que me ayudaron a componerlo. Me había vuelto el reumatismo en la espalda y sentía anudado en torno a mi cintura como un cinturón de dolor; había estado despierto casi toda la noche debido a esta aflicción, cuando entonces caí dormido y tuve este sueño.

En un lugar indistinto, bastante sublime en su indeterminación, me visitó un Espíritu. No pude distinguir su rostro ni recuerdo haber deseado hacerlo. Llevaba una tela azul, como vestiría la Virgen en un cuadro de Rafael, y no se asemejaba a nadie que conociera, salvo en estatura. Creo (aunque no estoy seguro) que reconocí su voz.

En cualquier caso, supe que era el espíritu de la pobre Mary. No sentí miedo en absoluto, sino un gran deleite que me hizo llorar mucho y estirar mis brazos hacia esta imagen llamándola “Querida“. Ante mi gesto, creo que retrocedió, y de inmediato sentí que, al no pertenecer a mi grosera naturaleza, no debí haberme dirigido a ella con tanta familiaridad. “¡Perdóname!”, dije. “Las pobres criaturas que somos podemos expresarnos solamente con gestos y palabras. He empleado la palabra más natural en nuestros afectos; y ya conoces mi corazón”. Sentía tanta compasión y pena por mí —lo cual sabía yo espiritualmente ya que, como he dicho, no percibí sus emociones por su rostro— que me llegó al fondo del alma; y dije entre sollozos: “¡Oh, dame alguna muestra de que me has visitado realmente!”. “Formula un deseo“, me dijo.

Yo pensé, razonando para mis adentros: “Si formulo un deseo egoísta, se desvanecerá”. Así que descarté apresuradamente mis esperanzas e inquietudes propias según llegaron a mi mente y dije: “La señora Hogarth está rodeada de grandes angustias —observa que nunca se me ocurrió decir “tu madre” como a una criatura mortal—, ¿la liberarás?“. “Sí”. “¿Y su liberación será una certidumbre para mí de que esto ha sucedido de verdad?”. “Sí”. “Pero respóndeme a otra pregunta”, dije en una agonía de súplica por temor a que se marchara. “¿Cuál es la religión verdadera?“. Como hizo una pausa un momento sin responder, dije yo –¡sabe el Buen Dios la prisa agónica que tenía yo, no fuera que se marchara!–: “¿Piensas, como yo, que la forma de la religión no importa tanto si intentamos hacer el bien?”, dije, observando que aún dudaba y se emocionaba con la mayor de las compasiones hacia mí, “¿o quizás la católica romana es la mejor? ¿Tal vez haga que uno piense en Dios más a menudo y crea en él con más constancia?”.

“Para ti”, dijo el Espíritu, lleno de tanta ternura celestial por mí que sentí que mi corazón se rompería; “para ti, ¡es la mejor!“. Entonces me desperté, con lágrimas corriendo por mi cara, en la misma condición exacta que en el sueño. Acababa de amanecer. Llamé a Kate y repetí tres o cuatro veces que nunca simplificaría o exageraría inconscientemente esta historia. Fue exactamente así.

Dickens no estaba seguro exactamente de la identidad del Espíritu. Dice que “no se asemejaba a nadie que conociera, salvo en estatura”, pero se refiere al espíritu como “espíritu de la pobre Mary”, en referencia a su cuñada Mary Hogarth, que había fallecido.

¿Podría recordarle a alguna representación como estas?

El escritor protestante continúa explicando en la carta cómo podría haberle influido su dormitorio italiano, lleno de muebles católicos romanos, incluyendo un altar.

hay un gran altar en nuestro dormitorio, en el que algunos familiares que una vez habitaron este palacio celebraron misa antiguamente; y me había percatado, antes de ir a dormir, que había una marca en la pared, por encima del sagrario, donde solía haber una imagen religiosa; y me había preguntado para mis adentros cuál debió haber sido el protagonista del cuadro y qué rostro tendría. En tercer lugar, había estado escuchando las campanas del convento (que repican a intervalos durante la noche) y había pensado, sin duda, en servicios católicos romanos. Y aun así, con todo esto, pon el caso de que ese deseo se cumpliera por cualquier voluntad ajena a mi intervención; y me pregunto si debería considerar esto un sueño o una Visión verdadera.

La validez de un sueño así es difícil de evaluar a partir de una única carta pero no sería la primera vez que la Virgen María visita a un no católico. A lo largo de la historia se sabe que se ha aparecido incluso a ateos.

Dickens quizás experimentara una versión de su propia historia, con la visita de una mujer celestial que intentaba orientarle a la práctica de la religión católica.

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