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Comer es también un derecho humano

HUNGER
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María Eugenia Brun - publicado el 11/12/18
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En la actualidad hay una producción suficiente de alimentos para todo el mundo, pero muchas personas no comen.Vivimos en el siglo XXI, en el que contamos con todo tipo de tecnologías, medicinas, juguetes, ropa, electrodomésticos y hasta alimentos, hay también personas que sufren grandes carencias elementales, desigualdades sociales y económicas.

Nos encontramos con que  hay una producción suficiente de alimentos para todo el mundo, pero muchas personas no comen. 821 millones de personas padecen hambre y más de 150 millones de niños sufren retraso del crecimiento porque no tienen un plato de comida para alimentarse.   

Al mismo tiempo, el informe anual de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) muestra que 1 de cada 4 latinoamericanos es obeso, siendo también esa una amenaza nutricional en aumento hoy. Pero ¿por qué nos enfrentamos actualmente ha estas dos realidades tan “opuestas”?

Primero destacar que, en ambas situaciones, los niños son el grupo más vulnerable de la población. En países como Ecuador, Bolivia, Guatemala, Perú, los niños indígenas presentan en su mayoría problemas de desnutrición crónica. Del mismo modo sucede con aquellos que viven en zonas rurales ya que se les dificulta el acceso a los alimentos.

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Tukaram.Karve – Shutterstock

En el caso de la obesidad, las personas más pobres son las propensas son las que se ven obligadas a optar por productos de baja calidad nutricional (rica en grasas, azúcar, sal). 

Otros factores a los que se les atribuyen estas situaciones, son la variabilidad climática y los fenómenos meteorológicos extremos que afectan al sector agrícola (sequías e inundaciones), los conflictos y las crisis económicas. Todo ello conlleva pérdida de empleos y más personas en situación de pobreza, impactando en la seguridad alimentaria y nutricional de la población.

¿Qué podemos hacer?

Está claro que la acción principal debe venir de los gobiernos, porque la alimentación es un derecho humano y es además una necesidad vital que se establece en tratados internacionales como  la Declaración Universal de Derechos Humanos. 

Decía Santa Madre Teresa de Calcuta que “a veces sentimos que lo que hacemos es tan solo una gota en el mar, pero el mar sería menor si le faltara esa gota”. Esta frase tan acertada nos llama a reflexionar, y a ponernos en acción y hacer algo, aunque parezca muy poco porque nosotros también podemos intentar cambiar un poco esta cruel realidad.

Hacer un mejor uso de las nuevas tecnologías quizás así podríamos obtener mayores rendimientos agrarios, plantando más variedad de cultivos (inclusive podemos hacer nuestra propia huerta). Evitando el monocultivo en grandes extensiones de terreno porque perjudica a la tierra sembrada haciéndola más vulnerable a las plagas, enfermedades y por ende lleva a utilizar distintos tipos de pesticidas y herbicidas.  

Cambiando algunos de nuestros hábitos: eligiendo en el momento de la compra alimentos sostenibles, de temporada, haciendo un eso responsable del agua potable, planificando las comidas, haciendo una lista de compras y manteniendo en orden nuestra cocina para evitar el desperdicio alimentario. 

Nuestras actitudes también pueden hacer una diferencia, cuando sabemos que hay gente que tuvo que irse de su hogar por conflictos, crisis, o alguna inundación o catástrofe, según nuestras posibilidades podemos hacer donaciones de alimentos, ropa, o el que tiene la posibilidad brindar un hogar temporario o algún trabajo, o simplemente llevar un plato de comida calentito.

Si vas por la calle y ves a alguien durmiendo, pidiendo una limosna o algo para comer. Puedes detenerte un momento a preguntarle ¿por qué está ahí? ¿qué necesita? ¿puedo ayudar de alguna manera? ¿invitarle a un bocadillo o escucharle?

Todos tenemos el derecho a la alimentación. Los gobiernos son los primeros que deben hacerse cargo, pero nosotros también podemos poner nuestro granito de arena.

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