Como los apóstoles Pedro, Andrés, Santiago y Juan, dejemos "todo lo que nos impide avanzar en el anuncio del testimonio" de Cristo.
Fue la invitación del Papa en la Misa en Casa Santa Marta el 30 de noviembre de 2018, en la fiesta de san Andrés apóstol.
Con este motivo, invitó también a la "cercanía con la Iglesia de Constantinopla, la Iglesia de Andrés", rezando "por la unidad de las Iglesias".
En la homilía, el pontífice exhorta a dejar de lado "esa actitud, ese pecado, ese vicio" que cada uno de nosotros tiene "dentro" de sí para ser "más coherentes" y anunciar a Jesús, para que "la gente crea" con nuestro testimonio.
Anunciar la gran noticia
Reflexionando sobre la primera lectura, el Papa recuerda qué "importante es el anuncio del Evangelio", el anuncio "de que Cristo nos ha salvado, de que Cristo ha muerto y resucitado por nosotros".
El anuncio de Jesús es llevar "no una noticia simple" sino "la única gran Buena Noticia".
No es un trabajo de publicidad, hacer una publicidad de una persona muy buena, que hizo el bien, curó a mucha gente, y nos enseñó cosas bonitas. No, no es publicidad. Ni siquiera es por hacer proselitismo.
Si alguien va a hablar de Jesucristo, a predicar a Jesucristo para hacer , no, esto no es anuncio de Cristo: esto es un trabajo, de predicador, dirigido por la lógica del marketing.
¿Qué es el anuncio de Cristo? Que no es proselitismo ni publicidad ni marketing: va más allá. ¿Cómo puede entenderse esto? Es ante todo ser enviado.
Jugársela
Ser enviados "a la misión", poniendo "en juego la propia vida". El apóstol, el enviado que "lleva adelante el anuncio de Jesucristo", explica Francisco, "lo hace con la condición de que se juegue su vida, su tiempo, sus propios intereses, su propia carne".
El Papa recuerda un dicho argentino, que implica "poner la propia carne en el asador", jugársela.
Este viaje, de salir a anunciar, arriesgando la vida, porque yo me juego la vida, mi carne – este viaje – tiene solo billete de ida, no de vuelta. Volver es apostatar. Anuncio a Jesucristo con el testimonio. Testimonio quiere decir poner en juego la propia vida: lo que digo lo hago.
Los mártires prueban lo que es un anuncio de verdad
La palabra, "para ser anuncio", debe ser testimonio, afirma Francisco.
Habla de "escándalo" a propósito de esos cristianos que dicen serlo y luego viven "como paganos, como no creyentes", como si no tuvieran "fe".
Invita por tanto a la "coherencia, entre la palabra y la propia vida: esto -subraya- se llama testimonio".
El apóstol, el anunciador, "el que lleva la Palabra de Dios, es un testigo", que se juega la vida "hasta el final", y es "también un mártir".
Un viaje solo de ida
Por otra parte, fue Dios Padre quien "para darse a conocer" envió a "su Hijo en la carne, arriesgando su vida".
Un hecho que "escandalizaba mucho y que sigue escandalizando", porque Dios se hizo "uno de nosotros", en un viaje "con billete solo de ida".
El diablo intentó convencerle de tomar otro camino, y Él no quiso, hizo la voluntad del Padre hasta el final.
Y el anuncio debe ir por el mismo camino: el testimonio, porque Él fue el testigo del Padre hecho carne.
Y nosotros debemos hacernos carne, o sea, hacernos testigos: hacer, hacer lo que decimos. Y esto es el anuncio de Cristo.
Los mártires son los que [demuestran] que el anuncio es verdadero.
Hombres y mujeres que dieron la vida –los apóstoles dieron la vida– con la sangre; pero también muchos hombres y mujeres escondidos en nuestra sociedad y en nuestras familias, que tan testimonio todos los días, en silencio, de Jesucristo, pero con su vida, con la coherencia de hacer lo que dicen.
Todos nosotros, recuerda el Papa, con el Bautismo asumimos "la misión" de anunciar a Cristo: viviendo como Jesús "nos enseñó a vivir", "en armonía con lo que predicamos", el anuncio será "fructífero".
Si en cambio vivimos "sin coherencia", "diciendo una cosa y haciendo lo contrario", el resultado será el escándalo. Y el de los cristianos, concluye, hace "mucho daño al pueblo de Dios".