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Fortnite, ¡devuélveme a mi hijo!

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Marta Rus Palacios - publicado el 23/11/18
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Bienvenidos al club. Si estás leyendo este documento es porque estás empezando a reconocer que tu hijo ha sido abducido por los videojuegos, concretamente por el Fortnite, y no sabes muy bien qué hacer. ¿Concibe tu hijo el tiempo de estar en casa exclusivamente como una oportunidad para engancharse a la play?

¿Está abandonando planes al aire libre o con otros niños que antes disfrutaba y que ahora le parecen un rollo?

¿Se cogió un berrinche porque quería estar un día a una hora fija en casa porque iba a caer un meteorito en Fortnite?

Así son las adicciones. Te adormecen la creatividad. Te aíslan del mundo y de tus obligaciones. Somos muchos los padres que hemos caído en esta trampa, porque somos unos pardillos tecnológicos, porque tenemos mucha ocupaciones y estrés y porque buscamos tiempo de descanso. En definitiva, porque somos humanos.

Pero no caigamos en el desánimo o en la inacción porque en éste y en cualquier otro asunto educativo los niños quieren y necesitan límites. Y no, no saben salir de ciertas rutinas y conseguir buenos hábitos sin ayuda y sin criterios firmes. Es ahí donde los padres nos jugamos los cuartos… o serán otros los que les marquen el camino.


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Ollyy – Shutterstock

Daños colaterales del Fortnite

Todo hemos leídos artículos sobre los efectos que están teniendo juegos como el Fortnite en la salud física y mental de los niños. Y todos pensábamos que nuestro hijo era inmune, hasta que empezamos a notar síntomas:

  • desinterés por otras actividades de ocio;
  • un bajón en su rendimiento escolar;
  • mal humor e irritabilidad
  • prefiere estar encerrado en casa a sociabilizar cara a cara.

“Mamá, es un juego de matar pero no hay sangre”. Con ese slogan, calculadamente ideado por sus creadores, hemos caído como chinches. Y la realidad es que, con o sin sangre, tu hijo se pasa mínimo una hora a la semana asesinando para ser el líder.

Son partidas cortas así que, si pierde, la tensión es intensa y la frustración breve pero repetitiva, porque enseguida vuelve a tener la oportunidad de ser el masca del gatillo y bailar sobre los otros cadáveres. El nivel de estrés al que están sometiéndose es difícil de medir al igual que la competitividad en cada jugada, el ranking con sus amigos por ser el mejor y por tener los mejores complementos…

¿Realmente es solo un juego? El nivel de ansiedad es enorme y, a su edad, todavía no tienen no tienen herramientas para saber gestionarlo. No te extrañe que desfoguen ese estrés peleando con los que tienen más cerca.

El Fortnite es un juego tremendamente adictivo que les llena de adrenalina. Su diseño es una pasada y cuenta con actualizaciones constantes para animar a los jugadores a mejorar su personaje, previo pago por supuesto.

Ante la presión de la “manada”, ayuda a tu hijo a discurrir, a pensar por sí mismo para decidir qué es lo mejor para él. Por ejemplo, guíale para que entienda que los videojuegos los diseñan personas mayores para que los niños (y no tan niños) se gasten su dinero y así hacerse ricos. Por eso están siempre inventando cosas para que los mantenga enganchados y no dejen de gastar dinero. Es así, la cruda realidad. ¿Vale la pena que le permitas gastar un dinero que tanto trabajo cuesta ganarse en ese tipo de cosas, aunque sea de sus ahorros?

Y es el momento de entonar también el mea culpa ante esa tendencia que tenemos a obviar la calificación de edad aconsejada para el uso de un juego, una peli o una red social. Common Sense recomienda Fortnite para adolescentes de 13 años en adelante. No sé quienes forman parte de esta organización, pero dudo que tengan la preocupación y los parámetros morales que tenemos nosotros.

Cuidado pues con saltarse los límites de edad en películas y en videojuegos, les estamos lanzando un mensaje peligroso en el que los límites son subjetivos y podemos saltárnoslos a conveniencia. No te extrañe que te digan que pueden ver tal o cual peli, porque en realidad no “sale nada”. Y sí, algo sale, algo dicen o algo dañino tienen si unos extraños nos están aconsejando que no la vean porque no tienen edad para ello.

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Cagkan Sayin – Shutterstock

¿Cómo abordamos la guerra al Fortnite?

No se trata de demonizar el juego en cuestión. Pero es importante manejar este argumentario para sentirnos seguros a la hora de dar el gran paso. No hay dos niños ni dos familias iguales, así que estos argumentos deben usarse buscando la empatía y el discurrir del niño. Con mesura, si nos ponemos en plan tremendista perderemos credibilidad y seguramente hagamos que el juego se haga aun más atractivo.

Se trata de hacerles pensar y hablarles sobre estos temas como niños mayores que empiezan a ser y como parte de la familia que son. Se trata de “dar argumentos a la inteligencia para que la voluntad se mueva”.  Una buena técnica es hacerles preguntas que les hagan reflexionar:

  • ¿Recuerdas que antes te gustaba salir a jugar al fútbol y hace tiempo que no lo haces?
  • ¿A ti te gustaría que todos nos tuviéramos que ir a casa cuando estamos pasándolo pipa en la calle con unos amigos sólo porque yo quiero ver una serie de televisión?
  • ¿Quién crees que ha creado el Fornite y para qué?
  • ¿Por qué crees que el Fornite es gratis?
  • ¿Tú crees que yo sería una buena madre/padre si dejara a mi hijo pasar horas y horas matando gente en un mundo irreal?
  • ¿No crees que usar las cosas con un límite de hora te permite organizarte y hacer más cosas divertidas y provechosas?

Una vez movida la inteligencia es el momento de plantear nuestra decisión (nuestro plan educativo) respecto al Fornite o al uso de alguna pantallita (qué juegos queremos que jueguen, límites de tiempo, medidas de control y por qué se van a usar etc).

Tan importante es tomar una decisión firme y mantenerla, como que esta decisión se haya tomado en consenso por papá y mamá, en equipo, e independientemente de lo que decidan hacer otras familias y otros niños.

“Nos hemos informado, hemos recabado información, por supuesto lo hemos comentado con otros padres que coinciden en ver los mismos problemas y hemos tomado esta decisión”. Si le das a entender que tomas esa decisión porque otra familia lo ha hecho, te estás restando autoridad ante tu hijo. Sin duda cabe, puede ayudar mucho, si hay suficiente confianza, que se trate esta preocupación con los padres de los amigos con los que suele jugar online tu hijo.

Si os coordináis para limitar el uso de un juego todo será más sencillo y estaréis creando un buen precedente a la hora de afrontar otros problemas de la adolescencia (como botellones, límites de hora en las salidas, fiestas, etc). Eso sí, si hacéis piña, no pongáis una fecha de ataque porque tontos nos son. Que cada familia vaya a su ritmo y lo plantee a su hijo en tiempo y forma.

Los niños no pueden percibir esta decisión como una operación de agresión concertada por los padres contra ellos, sino como una decisión argumentada y consensuada por sus padres por su bien, porque le quieren.

Y por último, una vez planteada la decisión, es aconsejable construir juntos alternativas. Que ellos formen parte de la decisión:

  • cuánto tiempo van a jugar y a que hora;
  • qué juego nuevo quieren jugar en sustitución del juego adictivo;
  • qué planes de ocio podemos plantear en familia,
  • qué podemos hacer en esas horas de descanso o cuando los padres estén trabajando.

Es fundamental el preadolescente o adolescente se sienta que ha tomado parte de las decisiones, tras una reflexión. Y que proponga alternativas. Os va a sorprender. No tengáis miedo al berrinche, ayudadle a tomar decisiones sin convertirse en manada y aguantad el tirón, que le durará un par de día o semanas. Importante también que no bajéis la guardia en tiempos de vacaciones.

Enseñar a un hijo a vivir bien su vida es una tarea que dista mucho de ser fácil: requiere mucho trabajo y esfuerzo. También alegría y esperanza. Porque es un esfuerzo cuyos resultados no se ven a corto plazo. Pero llegan.

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