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Siento cansancio y aburrimiento, ¿cuándo empezará mi vida de verdad?

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Luisa Restrepo - publicado el 21/11/18
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No hace falta un evento o una fase específica: Dios está en el presente, Él está precisamente donde estás ahora

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El otro día cuando me estaba preparando para empezar mi jornada, doblando la ropa y ordenando mi cuarto, me encontré sintiéndome increíblemente pesada. Estaba agotada. Estaba harta de aburrirme. Estaba harta de sentir una fuerte sensación de “no ser suficiente” mientras esperaba que la vida se volviera emocionante otra vez.

Todos a mí alrededor estaban tranquilos. Sentía que todos encontraban profundamente a Dios y yo… nada. Mientras pensaba esto se venían a mi mente estas frases: ¿cuándo comenzará mi vida?, ¿dónde está Dios?

Fue entonces (un rato más tarde) cuando el Espíritu Santo intervino y me llamó en medio de mi desilusión. Estaba sentada en mi escritorio pasando un tiempo en compañía de la Biblia y de pronto me sentí abrumada por la sensación de que el Señor estaba conmigo.

No estaba haciendo nada especial. Él solo se acercó a donde yo estaba. De pronto me di cuenta de que había estado esperando la siguiente y más emocionante temporada de mi vida para encontrarme con el Señor, pero allí estaba.

Dios no estaba esperando reunirse conmigo en un futuro imaginario. Él estaba en mi presente.

Dios está en el presente. Él está precisamente donde estás ahora. No necesita una etapa, un evento o un trabajo específico para decírtelo.

Muy a menudo podemos sentirnos tentados a esperar el futuro o desear otra cosa del presente, pero… hoy está Dios. Él está con nosotros aquí y ahora, amándonos y atrayéndonos hacia Él.

El futuro no es una garantía, el pasado ya pasó, el presente es nuestro. Dios sólo nos puede llevar a lo que tiene para nosotros si le permitimos estar con nosotros hoy, en el presente.

Una de las verdades más duras que debemos aceptar es que Dios no necesita nuestros méritos. Continuamente -sin darnos cuenta- estamos tentados a querer ganar su amor.

Dios no quiere que merezcamos su amor. Todo lo que quiere es estar con nosotros. Él quiere nuestro corazón.

Él no está esperando que éste se encuentre en un lugar impresionante. No está esperando que estés en el lugar correcto, haciendo lo correcto, en el momento adecuado.

El corazón implacable de Dios es un constante y profundo deseo de permanecer con nosotros donde quiera que Él nos haya puesto, donde quiera que estemos.

La realidad para la mayoría de nosotros es que, por lo general, no estamos haciendo nada extraordinario y eso está bien.

Está bien porque el Padre nos mira con amor dondequiera que estemos y nos llama suyos independientemente de lo dignos que nos sintamos.

Casi nadie hace cosas extraordinarias (son pocos los llamados a eso). No podemos ganar el amor de Dios por lo que hacemos. Sin embargo, Él ama inexorablemente nuestra pequeñez y simplicidad.

En lo cotidiano de nuestras vidas puede ser difícil dejar que Dios nos ame donde estamos, dejar que Dios ame lo rutinario de nuestras vidas.

A mí me ayuda pensar en esto: el trabajo duro depende de Él, todo lo que tengo que hacer es darle espacio para que me conozca.

Por eso intentemos hablar con Él todos los días, pidámosle que nos hable. Puede ser incómodo al principio, pero Dios habla en el silencio.

Cuando le damos espacio para que nos ame en nuestro dolor, en nuestro desorden o en nuestra rutina, comenzaremos a verlo acercarse. No tenemos que esperar.

Toma un momento, reza, invita a Dios a morar contigo. Él se alegra infinitamente en esa invitación y viene.

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