El Pontífice se detiene varios instantes con una mujer enferma traída en ambulancia hasta la plaza de San Pedro. Lágrimas, sonrisas y miradas esperanzadasEl comienzo del mensaje del Papa Francisco en la audiencia de este miércoles no empezó con palabras, sino con una acción concreta. Un gesto inesperado. Antes de iniciar la tradicional audiencia general, entre lagrimas, sonrisas y miradas esperanzadoras, el Papa Bergoglio rezó, regaló un rosario y consoló a una mujer enferma traída por sus familiares y asistentes sanitarios en ambulancia hasta la Plaza de San Pedro en el Vaticano.
Por eso, cuando el Papa improvisó en su discurso y afirmó: “Quién sabe cómo tener misericordia hacia los demás es porque él la experimenta en sí mismo”, todos entendieron perfectamente de lo que hablaba. Esas palabras tenían un rostro concreto: en este caso de Sandra Pratalli, venida desde la ciudad italiana de Pisa, enferma de esclerosis lateral amiotrófica, enfermedad degenerativa de tipo neuromuscular.
No hay duda, Papa Francisco es el Papa de la ternura y los abrazos
La “bonita lista” del Papa
“¡Una bonita lista!”, dijo irónicamente el papa Francisco hoy al referirse a la lista de malos deseos que alejan de Dios y de las buenas relaciones con los demás. “Todos los pecados nacen de un deseo malvado. ¡Todos!”, advirtió en su mensaje.
Francisco explicó que nos “engañamos a nosotros mismos si pensamos que nuestra debilidad se supera solo con nuestras fuerzas, en virtud de una observancia externa” solo de las normas y de los mandamientos, simplemente, por ello se necesita de Dios y de su amor externado hacia los demás.
En la audiencia general del miércoles 21 de noviembre 2018 en la plaza de San Pedro, el Pontífice recordó la lista de malos deseos que nos alejan del amor del Señor y de los demás: impureza, robo, asesinato, adulterio, avaricia, maldad, engaño, libertinaje, envidia, calumnia, orgullo, necedad”.
El Papa las destacó como raíces de todo mal y que ensucian el corazón del hombre y de la mujer. “Todas estas maldades de dentro salen, y contaminan al hombre” (Mc 7,21-23).
¿Cuál es entonces la función de estas palabras? ¿Es un resumen o algo más? “Tenga en cuenta – dice el Papa – que todos los mandamientos tienen la tarea de indicar el límite de la vida, el límite más allá del cual el hombre se destruye a sí mismo y a su prójimo, estropeando su relación con Dios”.
A través de esta última palabra, se destacó el hecho de que todas las transgresiones surgen de una raíz interna común: los malos deseos”.
El desafío es “liberar el corazón” de esta lista de cosas “malvadas y feas”, señaló Francisco.
Precisamente, la catequesis estuvo dedicada al último mandamiento: “No codiciarás los bienes de tu prójimo, ni la mujer de tu prójimo” (Exodo 17).
Advirtió que “en este epílogo el Señor nos propone llegar al fondo del sentido del decálogo y evitar que pensemos que basta un cumplimiento nominal y farisaico para conseguir la salvación”.
El Papa aclaró que a simple vista parece coincidir con los mandamientos: “No cometerás adulterio” o “no robarás”. “Sin embargo, hay una diferencia”.
“La diferencia – continuó – estriba en el verbo empleado: “no codiciarás”; con este verbo se subraya que, en el corazón del hombre —como dice Jesús en el evangelio—, nace la impureza y los deseos malvados que rompen nuestra relación con Dios y con los hombres”.
Desenmascarar la maldad
Explicó que nos “engañamos a nosotros mismos si pensamos que nuestra debilidad se supera solo con nuestras fuerzas, en virtud de una observancia externa”.
“Debemos suplicar, como mendigos, la humildad y la verdad que nos pone frente a nuestra pobreza, para poder aceptar que solo el Espíritu Santo puede corregirnos, dando a nuestros esfuerzos el fruto deseado. Esa verdad es apertura auténtica y personal a la misericordia de Dios que nos transforma y renueva”.
“Los preceptos de Dios pueden reducirse a ser solo la hermosa fachada de una vida que aún sigue siendo una existencia de esclavos y no de hijos. A menudo, detrás de la máscara farisaica de la sofocante corrección, se esconde algo feo y sin resolver”.
Humillarse para encontrar a Dios y los demás
El Obispo de Roma invitó a “dejarnos desenmascarar” porque los mandamientos nos muestran “nuestra pobreza, para llevarnos a una santa humillación”.
El hombre necesita de esta “bendita humillación” para descubrir que no puede liberarse solo”.
“Dios es el único capaz de renovar nuestro corazón a condición de que nosotros abramos el corazón”, añadió.
El Papa luego se refirió a las bienaventuranzas, en especial aquella que habla de la pobreza de espíritu. “Bienaventurados los pobres de espíritu; aquellos que, no fiándose de sus propias fuerzas, se abandonan en Dios, que con su misericordia cura sus faltas y les da una vida nueva”.
Francisco saludó a los “peregrinos”, en este día que “celebramos la Presentación de la Virgen María en el Templo”, animó a que, siguiendo su ejemplo, “sean testigos de la misericordia de Dios en medio del mundo, comunicando la ternura y la compasión que han experimentado en sus propias vidas”.
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