En California –el Estado cuya economía es la más poderosa de la Unión Americana y que, desde el siglo XVI hasta el siglo XIX perteneció a Nueva España y a México– se han dedicado a extirpar todo símbolo españolSi usted va al diccionario y lee la definición de “genocidio” (“delito internacional que comprende cualquiera de los actos perpetrados con la intención de destruir, total o parcialmente, a un grupo nacional, étnico, racial o religioso como tal”), ¿pensaría que los cuatro viajes que hizo a América el llamado (por León Bloy) “descubridor del globo”, el almirante genovés Cristóbal Colón, se ajustan a ella?
Difícilmente podría arribar a la conclusión que el protegido de Isabel la Católica vino a “las indias orientales” con el propósito de destruir a los indígenas que habitaban el continente que, años más tarde, por mediación de la labor cartográfica de Americo Vespucio vino a llamarse América.
Pero el sentido común, la historia o las hazañas humanas de un navegante (profundamente católico) como Colón, poco o nada tienen que ver con lo políticamente correcto. Y hoy prevalece lo políticamente correcto.
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Extirpar lo español
En California –el Estado cuya economía es la más poderosa de la Unión Americana y que, desde el siglo XVI hasta el siglo XIX perteneció a Nueva España y a México– se han dedicado a extirpar todo símbolo español. Es decir, todo símbolo de la conquista espiritual llevada a cabo por España.
Primero fue San Junípero Serra, el fundador de las misiones californianas del siglo XVII, quien ha sido vandalizado, mancillado y retirado de toda presencia pública en el Estado que civilizó y evangelizó. El sábado 10 de noviembre tocó el turno, en el centro de Los Ángeles, de derribar la estatua que honraba la memoria de Cristóbal Colón.
Cien ciudadanos de Los Ángeles, armados con sus celulares, fueron testigos de cómo el concejal Mitch O´Farrel (representante Demócrata del Distrito 13) editaba un capítulo más de su cruzada (comenzó en 2013) por “limpiar” la ciudad con mayor número de hispanos del país de los símbolos de la conquista española de la antigua Alta California.
La historia de un “explotador”
O´Farrel, un ex bailarín de cruceros y casinos es el representante de los barrios angelinos de Atwater Village, East Hollywood, Echo Park, Elysian Valley, Glassell Park, Historic Filipinotown, Hollywood, Little Armenia, Mid-Wilshire / Koreatown, Thai Town y Silver Lake. La estatua que se retiró estaba ubicada en Grand Park, en el centro de Los Ángeles, en Hill Street, y cerca de los escalones de la oficina de administración del condado de Los Ángeles.
“La estatua de Cristóbal Colón reescribe un capítulo manchado de la historia que romantiza las expansiones de los imperios europeos y las explotaciones de los recursos naturales y de los seres humanos”, dijo la supervisora del condado Hilda Solís quien también es autora de la moción en la Junta de Supervisores del Condado para reemplazar el Día de Colón por el día los Pueblos Indígenas.
“Todos hemos heredado esta compleja y difícil historia. Minimizar, o peor, ignorar, el dolor de los habitantes originales de Los Ángeles es un daño a la verdad. La eliminación de la estatua de Colón en Grand Park es un acto de justicia restaurativa que honra y abraza el espíritu resistente de los habitantes originales de nuestro condado. Con su eliminación, comenzamos un nuevo capítulo de nuestra historia en el que aprendemos de errores pasados, por lo que ya no estamos condenados a repetirlos”, remató Solís quien trabaja estrechamente con O’Farrel.
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Nadie puede celebrar a Colón
“Este es un próximo paso natural en la progresión para eliminar la falsa narrativa de que Cristóbal Colón descubrió América”, dijo el Concejal O’Farrell, nacido en Oklahoma y miembro de la nación Wyandotte, quien trabajó con Solís en la eliminación de la estatua.
“El mismo Colón fue personalmente responsable de cometer atrocidades y sus acciones pusieron en marcha el mayor genocidio en la historia registrada. Su imagen no debe ser celebrada en ninguna parte”, publicó en la página oficial del Distrito 13, O’Farrel. La estatua había sido donada por un grupo de italianos residentes en el sur de California, y ocupaba su lugar en el Grand Park desde 1973.
Según ha dicho O’Farrel, él no va a descansar hasta que se suprima de Los Ángeles cualquier referencia de la conquista española. Tendrá que comenzar por cambiarle de nombre…
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