Reavivar una relación que ha estado perdida durante años es difícil, pero merece la pena
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A lo largo de la secundaria y el instituto, tuve tres mejores amigas. Éramos prácticamente uña y carne. Íbamos a escuelas diferentes, pero a la misma iglesia y hacíamos juntas todo lo que podíamos. Aprendimos juntas a tocar instrumentos, empezamos una banda de música (horrible) juntas, pasábamos fines de semana juntas, íbamos juntas al cine… Éramos tan inseparables que los chavales de nuestro grupo juvenil empezaron a llamarnos “las Cuatro Temibles”, un nombre que acogimos con un poco demasiado entusiasmo.
Sin embargo, cuando fuimos a universidades diferentes, nos distanciamos. Nos poníamos al día durante las vacaciones, pero esto también empezó a perderse con el tiempo. No obstante, a lo largo de los años hemos estado pendientes las unas de las otras a través de los medios sociales, así que nunca he sentido haberlas perdido realmente. Simplemente, todas estábamos ocupadas viviendo nuestras propias vidas.
El año pasado coincidimos todas en el mismo sitio cuando una de las cuatro organizó una celebración por el nacimiento de su primer bebé. Aprovechamos la reunión planeada y nos reunimos por primera vez en más de una década y, para mi sorpresa, todo fue… un poco raro. Supongo que esperaba retomar el hilo justo donde lo dejamos, pero eso, según indica The New York Times, es imposible:
Las antiguas amistades ocupan un espacio peculiar en nuestro círculo social. Quienes alguna vez fueron tus mejores amigos o amigas probablemente conocen algunos de los detalles más íntimos de tu vida —el nombre de tu primera mascota, qué vestido llevaste al baile de graduación, quién te rompió el corazón en el primer año de la universidad—, pero quizá no tengan idea sobre las esperanzas, sueños y temores que tienes hoy.
Cuando esas amistades se distancian o se vuelven menos cercanas, en particular las construidas a lo largo de años o décadas, un vínculo único se pierde. Pasar de ser conocidos a amistades casuales normalmente sucede después de unas cincuenta horas de actividades compartidas y charlas cotidianas, mientras que pueden transcurrir más de doscientas horas antes de que alguien se convierta en nuestra amistad más cercana, de acuerdo con un informe publicado en Journal of Social and Personal Relationships.
Sin embargo, la gente que busca recuperar una amistad cercana después de haber estado separadas por algún tiempo no se ajusta muy bien a este marco. Puede ser confuso sentir que estás de nuevo en el punto de partida con una persona con la que ya tienes una historia compartida.
Confusa es exactamente como describiría aquella experiencia. Fue triste también, porque me di cuenta de cuánto echaba de menos a mis amigas y cuánto me había perdido de lo sucedido en sus vidas. Todas habían pasado por aventuras y por momentos bajos, igual que yo -matrimonios nuevos y otros rotos, hijos nacidos, padres perdidos, trabajos nuevos, cambiados o terminados-, y me lo había perdido todo. Las chicas con las que había pasado mi adolescencia, las que conocía como la palma de mi mano, se habían convertido en mujeres adultas que me resultaban prácticamente unas desconocidas, al igual que yo para ellas.
Unos pocos meses después mi familia se mudó a Texas de forma permanente y la posibilidad de reavivar estas amistades se volvió real. Sin embargo, por difícil e incómodo que sea hacer amigos nuevos como adulto, hay una cosa que es incluso más difícil e incómoda: reavivar amistades que se han perdido con el tiempo.
Os lo digo, es difícil de verdad. Casi tan difícil como cuando tienes una cita. No sabes exactamente cuál es tu posición con respecto a estas personas de las que una vez conociste sus pensamientos más íntimos y, aunque tenéis el mismo pasado compartido donde apoyaros, el tiempo que ha pasado se estira entre tus amigos y tú como un enorme signo de interrogación. Resulta intimidante intentar cubrir ese vacío, porque hay que ir despacio. No puedes simplemente volcar los últimos 12 años de tu vida en la cabeza de tu mejor amiga, ¡es demasiado abrumador!
El artículo de The New York Times tiene algunos buenos consejos sobre cómo proceder en este caso, como reanudar el contacto con un propósito. Yo me acerqué a una de mis amigas que estaba pasando por una situación similar a la que yo me había enfrentado no hacía mucho, así que nos dio un lugar más orgánico desde donde empezar a reconstruir nuestra relación. Sin embargo, incluso si sientes que esa amistad es fácil de revivir y te parece tan natural como lo era hace años, tienes que saber gestionar tus expectativas.
Y es que nuestras vidas como adultos son diferentes. Tenemos más exigencias sobre nuestro tiempo y menos libertad, además de que tenemos menos necesidad emocional de estar en contacto constante con nuestros amigos. No obstante, eso no implica que no necesitemos esos amigos o que las amistades dormidas durante mucho tiempo no merezcan el esfuerzo de reavivarlas.
A decir verdad, necesitamos a nuestros amigos en la edad adulta tanto como los necesitábamos en la infancia y una amistad que una vez fue un tesoro siempre es digna del tiempo y esfuerzo necesarios para restaurarla. Tan solo hay que ser consciente de que hará falta tiempo y esfuerzo y de que es probable que nunca sea el mismo tiempo de amistad que tuvisteis una vez… aunque eso no significa que no vaya a ser mejor.