Homilía hoy en Casa Santa MartaQue las iglesias sean “casa de Dios” y no “mercados” o salones sociales dominados por la “mundanalidad”. Es la reflexión que el Papa Francisco ofrece durante la Misa celebrada en la capilla de la Casa Santa Marta. Partiendo del evangelio del día (Jn 2,13-22), el Pontífice explica las motivaciones que explican la irritación de Jesús, que expulsa a los mercaderes del templo. El Hijo de Dios es impulsado por el amor, “por el celo” por la casa del Señor, “convertida en un mercado”.
Entrando en el templo, donde se vendían “bueyes, ovejas y palomas”, en presencia de los “cambistas”, Jesús reconoce que ese lugar estaba poblado por idólatras, hombres dispuestos a servir “al dinero” en vez de a “Dios”. “Detrás el dinero está el ídolo – subraya el Papa Bergoglio en la homilía – los ídolos son siempre de oro. Y los ídolos esclavizan”.
Esto nos llama la atención y nos hace pensar en cómo tratamos a nuestros templos, a nuestras iglesias; si de verdad son casa de Dios, casa de oración, de encuentro con el Señor; si los sacerdotes favorecen eso. O si se parecen a los mercados.
Lo sé… algunas veces he visto – no aquí en Roma, pero sí en otra parte – he visto una lista de precios. “Pero cómo, ¿los sacramentos se pagan?”. “No, es una ofrenda”. Pero si quieren dar una ofrenda – que tienen que darla – que la pongan en la caja de las ofrendas, sin que nadie vea cuánto das. También hoy existe este peligro: “Tenemos que mantener la Iglesia. Sí, sí, sí, de verdad”. Que la mantengan los fieles, pero en la caja de las ofrendas, no con una lista de precios.
El Pontífice pone en guardia también contra la tentación de la mundanalidad.
Pensemos en algunas celebraciones de algún Sacramento quizás, o conmemorativas, donde tu das y miras: no sabes si es un lugar de culto la casa de Dios o es un salón social. Algunas celebraciones resbalan hacia la mundanalidad. Es verdad que las celebraciones tienen que ser bellas – bellas, pero no mundanas, porque la mundanalidad depende del dios dinero. Es una idolatría también. Esto nos hace pensar, y también a nosotros: cómo es nuestro celo por nuestras iglesias, el respeto que tenemos allí cuando entramos.
El Papa Francisco reflexiona sobre la primera lectura, diciendo que también el corazón de cada persona representa “un templo: el templo de Dios”. Aún en la conciencia de ser todos pecadores, cada uno debería interrogar a su propio corazón para comprobar si es “mundano e idólatra”.
Yo no pregunto cuál es tu pecado, mi pecado. Pregunto si dentro de ti hay un ídolo, si está el señor dinero. Porque cuando está el pecado, está el Señor Dios misericordioso que perdona si vuelves a Él. Pero si está el otro señor – el dios dinero – eres un idólatra, un corrupto: ya no un pecador, sino un corrupto. El nudo de la corrupción es precisamente la idolatría: es haber vendido el alma al dios dinero, al dios poder. Es un idólatra.