Comprender la sexualidad en toda su profundidad te permitirá vivir plenamente y te protegerá tanto física como emocionalmente
¿Tiene sentido en el siglo XXI hablar de pudor, pureza y virginidad hasta el matrimonio? Eso mismo se pregunta el padre Jesús María Silva Castignani en las primeras páginas de su libro titulado “Sexo: cuándo y por qué”. Y la respuesta es sí. ¿Por qué?
En primer lugar, porque así se lo pidieron los jóvenes a los que, desde hace muchos años, acompaña como consejero espiritual y de vida: «Muchos jóvenes me pedían razones para esperar, que les explicase más hondamente los porqués; querían saber hasta dónde podían llegar, qué sentido tenían ciertas cosas… En todos latía lo mismo: curiosidad hacia algo tan atractivo y tan bello como es la sexualidad, y miedo a perderse algo genial aguantándose para nada».
En segundo lugar, porque ver las heridas afectivas y emocionales que hacen sufrir a tantos jóvenes le ha empujado a salir a su encuentro para presentarles un modo alternativo de vivir que busca la libertad y la plenitud. Así lo explica también el obispo José Ignacio Munilla en el prólogo: «Este libro tiene la virtud de romper ese silencio y de aportar una mirada humana y cristiana sobre la sexualidad, apropiada a lo que esta es, y enfocada a la mayor felicidad y plenitud de la persona humana. No es un libro lleno de moralismos, ni tampoco carente de rigor: en él puedes encontrar razones convincentes a favor de una sexualidad vivida “como Dios manda”».
Las razones por las que estamos llamados a permanecer vírgenes hasta el matrimonio están inscritas en nuestra naturaleza. Tanto el hombre como la mujer de hoy sigue buscando vivir de acuerdo a un ideal verdadero, a un amor y a una entrega total y exclusiva para toda la vida.
El autor habla a los adolescentes: “Tenéis mucha prisa por daros vuestro primer beso, tener vuestro primer rollo, vuestra primera pareja, vuestra primera relación sexual… Pero fijaos, si el sexo tiene este significado tan profundo, no hay que tener prisa. Hay que hacer las cosas bien, porque es mucho lo que está en juego: vuestra propia felicidad, la salud de vuestro corazón, la plenitud de vuestro amor y de vuestra sexualidad. ¡No tengáis prisa! ¡Tenéis tanto que ganar, y tanto que perder! No desperdiciéis vuestra virginidad, no dividáis vuestro corazón. Atreveos a amar. No estáis llamados a menos”.
Y a los jóvenes les habla del paso más importante en la vida: “No hay que tener miedo al compromiso del matrimonio. Es el ideal que nos da la fuerza necesaria para vivir esa fidelidad que soñamos; el motivo que nos mueve a no rendirnos ante las dificultades; la razón por la que, si decae el amor, la pasión o la confianza, nos reinventamos y redescubrimos… Si uno trabaja sus crisis personales y se comunica sinceramente con el otro, reeligiéndole cada día y buscando ayuda si es necesario para solucionar los problemas, el matrimonio será un éxito, y cada cosa que suceda contribuirá a la felicidad y mayor plenitud de los esposos”.
A los novios les anima a cuidarse el uno al otro: “Yo soy el custodio de la pureza y de la virginidad de mi pareja. Porque, si su virginidad es para mí, la recibiré en el momento en que hayamos decidido darnos el compromiso definitivo; y si no es para mí, la guardaré para aquella persona a la que se la deba entregar. Cuando yo tengo relaciones sexuales con mi novia, estoy tomando algo que no me corresponde. Por eso el modo más respetuoso de estar con una persona y de amarla de verdad, deseando totalmente su felicidad, es cuidarla mediante la castidad, para que pueda ser dueña de sí misma”.