Los guantes de un humilde vendedor de pescado hicieron sonar el himno nacional venezolano por primera vez en unos Juegos Olímpicos, arrancando las lágrimas de todo un país que hoy anhela volver a estar unido.
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Se cumplen cinco décadas de una hazaña que conmovió a Venezuela. La logró Francisco “Morochito” Rodríguez, el exboxeador profesional que hizo gritar de alegría a un país al bañarse de oro desde lo más alto del podio, en los Juegos Olímpicos de México 1968.
Medio siglo ha transcurrido de la alegría alcanzada gracias a este cumanés que se convertía en el primer venezolano en ganar una medalla dorada en las Olimpiadas.
La suya era una familia de escasos recursos económicos que debía atender a sus catorce hermanos. Allí aprendió a leer y escribir, mientras vendía pescado en la región playera junto con su abuela.
Francisco nació en Sucre, una costera entidad venezolana el 20 de septiembre de 1945. Vivía en medio de un grupo familiar encabezado por Olga Margarita Rodríguez de Brito y su padre, quien los abandonara antes de que el pugilista naciera. Por esa razón, él no usaba el apellido Brito cuando participaba en competencias.
Desde pequeño inició su carrera en el deporte. Tenía apenas once años de edad cuando lo entrenó Pedro Acosta y posteriormente Hely Montes. Pero el joven cumanés pronto obtuvo fama: una que lo llevó a pisar la capital venezolana, donde vio triunfar a un amigo de la infancia con quien comenzó sus pasos en el boxeo.
Al contar los 22 años, viaja a Canadá para participar en los Juegos Panamericanos de Winnipeg, donde obtiene la anhelada medalla de oro.
Perseverancia sin descanso
Un año después, en 1968, parte a México para los Juegos Olímpicos tras seis meses de duros entrenamientos que rinden sus frutos, pues logra su pase a la final tras derrotar a un estadounidense, lo cual le permite avanzar y vencer en la final por decisión (3-2) en la categoría peso mosca junior al surcoreano Yong-Ju Jee.
El 17 de octubre sube al cuadrilátero por luchar contra un cubano, su amigo Rafael Carbonell, a quien le gana -en decisión unánime. Apenas tres días después despacha por nocaut técnico en el segundo asalto a Khata Karunarathe, de Neozelanda.
Derrota entonces al mismo contrincante con el que se había encontrado en los Panamericanos Winnipeg 1967, Harlan Marbley, y su victoria le permite rivalizar con un último oponente.
Pero hay un detalle que destaca la prensa especializada: el venezolano se vio obligado a combatir con los mejores de la división “sin haber podido lograr un triunfo sin pelear”, lo que le habría permitido algún descanso entre esos combates tan difíciles, “como sí pudo” hacerlo el contrincante final.
Un orgullo muy grande…
No obstante, el 26 de octubre el cumanés chocaría con uno de los más grandes pugilistas del planeta. Y al final de la jornada, el muchacho venezolano de 23 años rompería en llanto emocionado… aunque se quedaría “con la mente en blanco” cuando el árbitro le levantara el brazo para darlo como vencedor.
“Una señora me lanzó la bandera y ahí fue que comencé a llorar, porque es un orgullo muy grande representar a Venezuela”, revivió recientemente “Morochito” en una entrevista, en la que dijo conmovido: “Cuando oí: ‘¡Ganó Venezuela!’, me puse a llorar”.
Tres años después, en 1971, ratifica su poder al obtener el oro en los Juegos Panamericanos de Cali, en la cafetera Colombia.
En 2016, la leyenda criolla del deporte sufrió un Accidente Cerebro Vascular (ACV) que generó gran preocupación a su esposa y su familia. Carmen Sabina Blondell, con quien tuvo seis hijos, fue quien le enseñó a leer y escribir al pugilista.
Al ganador de la famosa presea le recomendaron los médicos someterse a rehabilitación, con base en una terapia de lenguaje, a fin de superar las dificultades de pronunciación de palabras tras el “susto”.
Y es que el criollo sigue logrando hazañas, como la que aseguran consiguió esa histórica noche, pues el peso pluma (48 kilogramos) tuvo dificultades para presentar el peso requerido por la competencia, pero logró lo justo al subir a la báscula.
Tras su retiro del cuadrilátero, “Morochito” Rodríguez dedicó su vida al entrenamiento de jóvenes en un local en El Paraíso (Caracas), donde estableció el Club de Boxeo que lleva su nombre. Desde entonces sigue siendo una gran inspiración: así como un símbolo de perseverancia y lucha para toda una generación.
44 años de espera
Cuarenta y cuatro años fueron necesarios para que Venezuela obtuviera otra medalla de oro y celebrara unida el “Gloria al Bravo Pueblo” en lo más alto de la cumbre olímpica.
Pues aunque Arlindo Gouveia logró bañarse de oro en Taekwondo, en Barcelona 1992, para esa fecha el deporte contaba como exhibición. No obstante, esa medalla y la de bronce que ganara Adriana Carmona en esa misma disciplina fueron reconocidas oficialmente este 2018.
Así que: primero con los guantes de “Morochito” y con la espada de Rubén Limardo, en los Juegos Olímpicos de Londres 2012, se conquistaron los oros olímpicos que conmovieron a toda la nación.
50 años atrás, el país era otro. Pero la felicidad de los logros deportivos sigue intacta, y conserva la particularidad de lograr lo que nadie más ha podido: ¡unir en una sola alegría a todos los venezolanos!