La historia de solidaridad de una anciana pobre y un conductor de transporte público conmovió a los habitantes de una región colombiana
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Liseth Ortega, una joven topógrafa, lo contó en Facebook de manera muy sencilla. Una mujer mayor —de 65 a 70 años y modestamente vestida— paró el autobús que debía llevarla a algún lugar de Neiva, una calurosa ciudad del sur colombiano, pero ante la dificultad para abordarlo, el conductor acercó su carro a la acera y la ayudó a subir. La anciana se sentó a su lado pero no le pagó el valor del tíquet, lo cual sorprendió a algunos pasajeros que han visto casos de personas expulsadas a empellones de los buses por no tener dinero.
Transcurrida buena parte del trayecto, el chofer le cobró el pasaje ―1.700 pesos, algo así como 40 centavos de dólar— pero la señora, muy apenada porque los demás pasajeros podían recriminarla, le dijo en voz baja que no tenía dinero y que, por favor, la llevara gratis hasta su destino.
Para sorpresa de todos, el hombre le indicó ok con su pulgar derecho y le contestó que no le pagara pero que cuando volviera a salir al paradero, se hiciera a su lado y no pasara el torniquete de cobro para evitar que el valor del pasaje le fuera descontado de su salario. De inmediato, sin que nadie tomara la pidiera, los demás pasajeros empezaron a recoger unas cuantas monedas para pagar el pasaje de la anciana. La mujer, que durante todo el recorrido estuvo callada y con la cabeza agachada como si tuviera pena, dio las gracias, bajó del bus lentamente y se perdió en medio del gentío.
El protagonista se llama John Freddy Valenciano Plaza, tiene 27 años de edad y vive con su madre y dos hermanas en un barrio popular de Neiva, la capital del departamento del Huila. Desde que era adolescente se aficionó a manejar vehículos de transporte colectivo como el # 1075, de la ruta 8, que manejaba el día en que le «dio una mano a una humilde mujer».
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