“No tenemos nada que celebrar: estamos siendo más maltratados que en la época de la colonia”, afirman desde sectores indígenas
Los investigadores afirman que la noción del concepto de raza es muy ambiguo. En 1925, José Vasconcelos, entonces secretario de Educación en México, escribió la obra “La Raza Cósmica”, texto en el que se basó para promover de manera definitiva la celebración del 12 de octubre, la cual se aprobó cuatro años más tarde.
El día recuerda la llegada de Cristóbal Colón a tierras americanas. Vasconcelos definía así lo que llamaba raza: “la civilización conquistada por los blancos, organizada por nuestra época, ha puesto las bases materiales y morales para la unión de todos los hombres en una quinta raza universal, fruto de las anteriores y superación de todo lo pasado”. Décadas después, las cosas no parecen ser tan sencillas en materia de demografía y composición social.
Manuel González Navarro, investigador de la Universidad Autónoma Metropolitana en Iztapalapa, ha indicado: “Con el tiempo nos hemos dado cuenta de que no hay una sola raza”, dice el académico. “No somos homogéneos y esta pluralidad, que hoy es más evidente, se construyó como una idea para enfrentar el pasado y tener la posibilidad de hacer un reconocimiento en términos de una raza cósmica y monolítica”.
Al día de hoy, según los expertos, no se puede hablar ni de una raza ni de una sola, pues no solo cuenta lo biológico sino que, cuando se habla de raza, siempre se alude a lo cultural. Hay diferentes grupos étnicos, mezcla de genes y rasgos comunes que hablan de mestizaje pero también de diversidad autóctona que revela una rica pluralidad. Por esas rutas circula el análisis serio al respecto.
Pero, a 527 años del 12 de octubre de 1492, hay quienes agitan a pueblos y gobiernos latinoamericanos recordando “la lucha de los indígenas contra los colonizadores españoles y el exterminio que acabó con la vida de más de 90 millones de personas”, cifra a la cual no se sabe cómo se llegó. Esto ha dado lugar a un manejo político desaforado, fuera de tiempo y absolutamente manipulado ideológicamente, que reduce al manejo político un tema de tanta profundidad histórica. Ello conduce a la barbarie y algunos hechos lo demuestran.
En Venezuela, hace pocos años, un grupo de lunáticos derribó, con la venia del gobierno de Hugo Chávez, una antigua y valiosa escultura de Cristóbal Colón, ubicada en la céntrica Plaza Venezuela en los jardines del Paseo que lleva el nombre del marino descubridor. La destrucción se llevó a cabo bajo las consignas –créanlo o no- de “Colón, agente de la CIA” y “espía del imperio”. La misma conseja ha llevado a pretender cambiar el nombre a la efeméride para bautizarlo “Día de la Resistencia Indígena”. Denuncian “genocidio, exterminio y saqueo de riquezas”.
Pareciera razonable hablar de Día de la Hispanidad o del Encuentro entre dos Mundos, cosa que ha primado. Lo curioso es que, quienes promueven la extemporánea retaliación, tienen la viga en el ojo. Hoy, 12 de octubre, Ricardo Fernández, diputado indígena a la Asamblea Nacional en Venezuela, asegura que no tienen nada que celebrar. La revolución les prometió villas y castillos, los presentó como bandera reivindicadora para vengar de siglos de explotación, pero es un hecho que hoy los indígenas vagan por las calles y avenidas de las grandes ciudades, pidiendo limosna, vestidos de harapos, las mujeres cangando a sus hijos sin techo ni alimento.
Fernández considera que los pueblos nativos “están siendo golpeados por el descuido y abandono del Gobierno. ¡Ahora sí estamos en resistencia!”. Para el diputado, los aborígenes sufren las acciones de un Estado que solo incrementa la pobreza, la inseguridad y el desplazamiento de etnias que luego de pasar toda una vida trabajando en tierras venezolanas, tienen que migrar producto del hambre.
El municipio Guajira, luego de ser una zona comercial y productiva, pasó a ser un distrito militar donde sus habitantes no disfrutan de ningún beneficio, y la desnutrición es una realidad cotidiana. Los más vulnerables son los menores: “Nuestros niños son víctimas de un gobierno que no atiende las necesidades de los pueblos. Luego del cierre de la frontera colombo-venezolana los sectores guajiros han sufrido porque se perdió la tradición comercial que desde años sustentaba a la familia indígena”, puntualizó el parlamentario.
Luego de mantener una arraigada identidad, “los paisanos” están perdiendo la idiosincrasia, las actividades que caracterizan a las etnias están siendo abandonadas. “No tenemos nada que celebrar el día de hoy -dijo el parlamentario indígena- estamos siendo más maltratados que en le época de la colonia!”.