Las ventas suben y ya son las más altas de los últimos 50 años
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En los últimos años se ha producido un drástico incremento en las ventas de cartas del tarot, además de en las búsquedas de cartas del tarot en Etsy. Las ventas en general de barajas de este tipo están en lo más alto de los últimos 50 años.
Según una lectora de cartas del tarot entrevistada en The New York Times, “antes existía esta idea de que el tarot estaba vinculado a ese ambiente de chica en una tienda con señal de neón que va a engañarte y leerte el futuro (…). Ahora es diferente. La brujería y la espiritualidad feminista, en especial en nuestro clima político, están viviendo un gran momento. El tarot es parte de eso”.
Las cartas del tarot se están usando de muchas formas diferentes y cada vez más personas están dejando su trabajo para hacerse lectores del tarot.
Aunque por lo general se cree que surgieron a partir de juegos de cartas en el antiguo Egipto, la mayoría de las cartas del tarot actuales se remontan al siglo XVIII y se empleaban con propósitos de ocultismo. (Cabe mencionar que sí existen juegos de cartas del tarot que no tienen un origen en el ocultismo pero que usan imágenes similares y guardan una relación próxima).
Los lectores del tarot normalmente usan estas cartas para revelar algo del futuro de una persona, cosa que también se llama “adivinación”. La Iglesia advierte firmemente en contra de prácticas de este tipo, según se lee en el Catecismo de la Iglesia Católica:
Todas las formas de adivinación deben rechazarse: el recurso a Satán o a los demonios, la evocación de los muertos, y otras prácticas que equivocadamente se supone “desvelan” el porvenir. La consulta de horóscopos, la astrología, la quiromancia, la interpretación de presagios y de suertes, los fenómenos de visión, el recurso a “mediums” encierran una voluntad de poder sobre el tiempo, la historia y, finalmente, los hombres, a la vez que un deseo de granjearse la protección de poderes ocultos. Están en contradicción con el honor y el respeto, mezclados de temor amoroso, que debemos solamente a Dios. (CIC 2116)
Emplear cartas del tarot con el objetivo de obtener un “conocimiento oculto” nunca es una buena idea y, además, abre a la persona a lo demoniaco. Representa un deseo de poder y un rechazo del cuidado providencial de Dios sobre la creación.
Jesús instruyó a sus discípulos a no preocuparse por el futuro y a confiar en Dios: “No se inquieten por su vida, pensando qué van a comer, ni por su cuerpo, pensando con qué se van a vestir. ¿No vale acaso más la vida que la comida y el cuerpo más que el vestido? Miren los pájaros del cielo: ellos no siembran ni cosechan, ni acumulan en graneros, y sin embargo, el Padre que está en el cielo los alimenta. ¿No valen ustedes acaso más que ellos? (…) No se inquieten por el día de mañana; el mañana se inquietará por sí mismo. A cada día le basta su aflicción”. (Mateo 6,25-26, 34)
Usar las cartas del tarot también atrae la atención de diversos demonios y espíritus malignos. Una antigua lectora del tarot admitió después de alejarse de la práctica que “fue después de deshacerme de las cartas que empezaron a suceder varias cosas extrañas, empecé a sentir la presencia de un espíritu que no dejaba de visitarme entre mayo y agosto. Me di cuenta de que las cartas en realidad me habían conectado con ‘algo’ cuando empecé a sentir una presencia que venía a mí muy a menudo, casi semanalmente. Venía en cualquier momento (…) porque yo había roto por fin la conexión y eso estaba intentando mantenerla”.
En definitiva, el diablo siempre está detrás de cualquier cosa que intente alejarnos de Dios y hacernos desconfiar de su amoroso cuidado por nosotros. Esto fue lo que sucedió en el Jardín del Edén cuando Satán intentó dar a Adán y Eva el “conocimiento oculto”, diciéndoles que Dios les estaba ocultando algo.
Confiemos en Dios y mantengamos cerca de nuestro corazón las palabras del profeta Jeremías: “Porque yo conozco muy bien los planes que tengo proyectados sobre ustedes: son planes de prosperidad y no de desgracia, para asegurarles un porvenir y una esperanza”. (Jeremías 29,11)