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Qué hacer cuando tus compañeros de trabajo no comparten tus creencias y valores

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Patricia Bailey - publicado el 08/10/18

Aprende a discernir cuál debería ser tu función cuando eres el tipo raro que tiene fe

Dependiendo de dónde trabajes, la oficina puede ser un auténtico muestrario de creencias y valores y, con frecuencia, te encontrarás trabajando codo con codo con personas que habitan un universo ideológico totalmente diferente. Sin embargo, esta situación no tiene por qué ponernos en una mentalidad defensiva. En vez de eso, puede ser una invitación para traer la obra de Dios, rezar por nuestros colegas y desarrollar relaciones basadas en lo que tenemos en común. Lo más probable es que exista muchísimo potencial para establecer buenas conexiones.

Tengo que decir una cosa: a menudo me consterna que algunos católicos puedan aislarse dentro de sus propias comunidades. Hay algo que les aterra en este acercamiento, como si el mundo exterior fuera una especie de fuente de contagio y los verdaderos creyentes debiéramos apiñarnos para protegernos de la plebe. ¡Tonterías!

Por supuesto, disponer de una comunidad de fe es bueno, no se me entienda mal, pero podemos encontrar muchísima riqueza y valía humana en personas que quizás no profesen la misma fe o que no profesan ninguna en absoluto. A no ser que la persona en el cubículo contiguo de tu oficina sea un satánico iracundo o una asesina en serie los fines de semana, probablemente es alguien de quien puedas aprender algo bueno y con quien seguramente podrás formar un vínculo humano bueno en algún nivel.

Nótese que he dicho “en algún nivel”. Quizás no te sientas cómodo o cómoda compartiendo tus reflexiones de oración con esa persona, pero siempre puedes compartir una risa o consejos sobre dónde encontrar comida tailandesa de calidad. ¿Qué hay de malo en eso?

Lo cierto es que la mayoría de las personas son como tú. Para empezar, son seres humanos. Tienen corazón. Son sensibles a la amistad, a una sonrisa, a una palabra alegre o de ánimo, y al humor. Tienen días buenos y días malos y quieren hacer bien las cosas, aunque a veces la líen. Estamos todos en el mismo barco, porque todos somos humanos.

En el entorno laboral, lleva a Dios contigo en tu corazón y en tus oraciones, aunque no hables explícitamente de Él (y a veces, lo mejor es que no lo menciones). Llévalo contigo en tu amabilidad cotidiana hacia los demás y en tu buen sentido del humor e iniciativa, en tu ética laboral y creatividad, en la forma en que trabajas por un objetivo junto a tu equipo. No tienes que predicar. Solamente tienes que vivir tu vida en la gracia de Dios y eso ayudará a los demás. Dios lo usará.

Cuándo tienes que pasar página

¿Qué pasa cuando el ambiente laboral es en realidad dañino para tu fe o tu moralidad? ¿Qué pasa si tus colegas de trabajo hablan de sus experiencias con el sacrificio de pollos según un ritual vudú o si tu jefe se está poniendo demasiado pegajoso últimamente? ¿Y si la charla en el trabajo es ofensiva o denigrante? ¿Qué haces entonces?

Si la situación es de algún modo dañina para tu propia capacidad para conservar tu fe y tus valores o si es la causa de que caigas en antiguos pecados y hábitos que intentas dejar atrás, entonces necesitas plantearte un cambio. Nadie te obliga a permanecer en un lugar de trabajo tóxico, y puede ser tóxico por diferentes razones. Por el bien de tu salud espiritual y mental, lo mejor es desempolvar ese viejo currículum y empezar a rellenar solicitudes de trabajo cuanto antes.

No obstante, si sientes que en general tu entorno laboral está bien y que el único problema es que no llegas a encontrar a nadie con tus mismos valores o creencias, quizás el problema está más que nada en tu cabeza. Tendemos a sentirnos más cómodos con personas que creen en las mismas cosas que nosotros, pero a veces la comodidad es… aburrida. Y las personas con diferentes perspectivas pueden hacernos madurar y crecer de formas que nuestros queridos y cómodos amigos no pueden.

Y un detalle más: el lugar de trabajo también puede ser un buen ámbito misionero. Quizás hayas estado pensando en buscar un buen proyecto social para poner a trabajar tu fe, pero, ¿te has planteado la posibilidad de que ese proyecto haya estado todo este tiempo delante de tus narices?

“La fe es un don de Dios y no fruto del proselitismo; crece gracias a la fe y a la caridad de los evangelizadores que son testigos de Cristo”. – Papa Francisco, Mensaje para la Jornada Mundial de las Misiones, 16 de mayo de 2016.

Cómo ser la levadura buena en la oficina

Aquí tienes algunos consejos concretos para ayudarte a llevar tu fe al trabajo de manera que no moleste a tus colegas ni sea inoportuna o impropia.

  • Pon a trabajar lo mejor de ti. Sé excelente, digno de confianza, trabajador, responsable, creativo y todo lo que dijiste que eres en tu entrevista de trabajo. (¿Te acuerdas?).
  • Ensalza a tus colegas hablando bien de ellos, apoyándoles, animándoles, siendo un aliado. Muéstrales que tienes un buen concepto de ellos y que quieres que tengan éxito no porque tú quieras sacar provecho, sino porque los valoras y crees en ellos o ellas. En algunos entornos laborales, ¡esta actitud es una joya!
  • Si ves caras largas en el trabajo o si un colega echa pestes de otra persona de la oficina, dedica tiempo a rezar por ellos. Si eres católico o católica, un rápido Ave María puede ser un buen comienzo.
  • No temas admitir tus propios errores con sinceridad. No hay nada que enfurezca más a la gente que la hipocresía y una persona de fe que intenta esconder o trasladar su responsabilidad por un error (y/o un pecado) es una fuente de cinismo y hace más mal que bien.
  • Una sonrisa y un buen sentido del humor son el puente para casi todas las divisiones. Quizás no tengas prácticamente nada en común con tus colegas en cuestiones de fe y valores, pero una buena risa puede crear un sentido de camaradería fantástico en la oficina. La cháchara en el trabajo no es tan trivial como parece, ¡disfrútala!

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