El Pontífice firma libro-entrevista sobre el Ave María y recuerda las Madres de Plaza de Mayo: “es imposible entender el dolor de una madre” y asegura que “María no puede ser la madre de los corruptos, porque los corruptos venden a la madre”
Hay un pecado “que tanto le gusta a Satanás”: el pecado de la élite. “La élite no sabe lo que significa vivir con el pueblo y cuando hablo de élite no me refiero a una clase social: hablo de una actitud del alma”, se lee en el último libro en italiano que el Papa Francisco dedica al Ave María (ed. Rizzoli) y presentado en Roma este lunes 8 de octubre de 2018.
Así fue la presentación del libro (Galería)
En la publicación, el Papa denuncia el pecado de la élite en la Iglesia y fuera de ella. Ataca a los corruptos que no aman a la Virgen, capaces de “vender a la madre” en una actitud “satánica” y dice de sí mismo que es un pecador: “si no (lo reconociera) sería el más grande corrupto”.
Al contrario, pone como ejemplo virtuoso a María, madre de Jesús, una “mujer normal” siempre al servicio, incluso de su “hijo”, sufrió por Él, y por su vida casta al lado de su “esposo” José. María representa también al pueblo de Dios que Francisco considera bajo un concepto mítico. Así, Francisco habla de una Iglesia que es pueblo, el pueblo de Dios y recuerda a Juan Pablo I: “Dios es padre y madre” (Is 49.15), sostuvo.
Al diablo le gustan las élites
“La normalidad es vivir con el pueblo y como el pueblo. Es anormal vivir sin raíces en un pueblo, sin conexión con un pueblo histórico. En esas condiciones nace un pecado que agrada tanto a Satanás, nuestro enemigo: el pecado de la élite.
La élite no sabe lo que significa vivir con el pueblo y cuando hablo de la élite no me refiero a una clase social: hablo de una actitud del alma. Se puede pertenecer a una iglesia de élite. Sin embargo, como dice el Concilio en Lumen gentium, la Iglesia es el pueblo santo fiel a Dios, la Iglesia es pueblo, el pueblo de Dios, y al diablo le gustan las élites”, escribió el Papa. El prólogo ha sido publicado hoy en adelanto por el diario italiano, Il Corriere della Sera.
María, una joven normal
Francisco pinta en su mente a la Virgen María como una joven normal. “Desde que nació hasta la Anunciación, en el momento del encuentro con el ángel de Dios, la imagino como una joven normal, una joven de hoy, una joven que no puedo decir de ciudad, porque Ella era de un pequeño pueblo. Pero era normal, normal, normalmente educada, abierta a casarse, para formar una familia.
Una cosa – continuó- que imagino es que amaba las Escrituras: conocía las Escrituras, había realizado la catequesis pero familiar, desde el corazón. Luego, después de la concepción de Jesús, todavía una mujer normal: María es normalidad, es una mujer que cualquier mujer en este mundo puede decir de poder imitar.
No hubo cosas extrañas en su vida, una madre normal: incluso en su matrimonio virginal, casta en ese marco de virginidad, María era normal. Trabajaba, iba a hacer mercado, ayudó al Hijo, ayudó a su esposo: normal.”, agregó.
Las mujeres que solas educan a sus hijos
“La re -creación comienza con María, de una sola mujer. Podemos pensar en las mujeres solas que dirigen la casa, ellas solas educan a sus hijos. Aquí, María está aún más sola. Sala comienza esta historia, que continúa con José y la familia; pero al principio, la recreación es el diálogo entre Dios y una mujer sola (…). Sola en el momento del anuncio y sola en el momento de la muerte del Hijo”.
El dolor de las Madres de Plaza de Mayo
El Papa luego describe a las madres que enfrentan grandes sufrimientos y recuerda en particular a las Madres de Plaza de Mayo, el movimiento de derechos humanos contras las desapariciones masivas durante la dictadura militar argentina a finales de la década de 1970.
“A una madre que sufrió lo que sufrieron las madres de Plaza de Mayo, yo le permito todo. Puede decir todo, porque es imposible entender el dolor de una madre. Alguien me dijo: “Me gustaría ver al menos el cuerpo, los huesos de mi hija, para saber dónde fue enterrada” (…).
Hay una memoria que yo llamo “memoria materna”, algo físico, una memoria de carne y hueso. Incluso este recuerdo puede explicar la angustia. Muchas veces dicen: “¿Dónde estaba la Iglesia en ese momento, por qué no nos defendió?” Yo guardo silencio y las acompaño. La desesperación de las madres de la plaza de mayo es terrible.
No podemos hacer otra cosa que acompañarlas y respetar su dolor, tomarlas de la mano, pero es difícil”.
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La belleza de María
El Pontífice explica la belleza de María incompatible con el concepto mundano del termino. “El ángel no le dice a María: ‘Llena eres de intelecto, de inteligente, estás llena de virtud, eres una mujer muy buena”. No: “Llena eres de gracia”, es decir, de gratuidad, de belleza. La Virgen es bella por excelencia. La belleza es una de las dimensiones humanas que a menudo pasamos por alto. Hablamos de la verdad, de la bondad y dejemos a un lado la belleza. En cambio, es tan importante como las demás. Es importante encontrar a Dios en la belleza”.
Las madres que hacen de todo por un hijo
El Papa recuerda además las veces que pasaba en el autobús frente a la prisión del barrio Villa Devoto en Buenos Aires para subrayar que una madre hace de todo por sus hijos. “Estaba la fila de las madres y las veía a todas, estas mujeres haciendo fila para entrar, para visitar un hijo. No es difícil imaginar las humillaciones que debe sufrir una mujer, las requisas… Pero no importa, es por un hijo. Se dejan pisotear, lo que importa es el hijo. A María le importaba el Hijo. No los comentarios de otros”.
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El corrupto toma decisión satánica
Por último, el Obispo de Roma dijo que “María no puede ser la madre de los corruptos, porque los corruptos venden a la madre, venden el pertenecer a una familia, a un pueblo. Solo buscan su propio beneficio, que es económico, intelectual, político, de cualquier tipo.
Ellos hacen una elección egoísta, yo diría satánica: cierran la puerta desde adentro. Y María no puede entrar. Por eso, la única oración por los corruptos es que un terremoto les conmueva tanto como para convencerlos de que el mundo no ha comenzado y no terminará con ellos (…). María es la madre de todos nosotros, pecadores, desde el más santo hasta el menos santo”.
Y Francisco se autodenomina un pecador. “Es la realidad. Si me dijera a mí mismo de no ser un pecador, sería el corrupto más grande”. Precisamente, el Papa ha pedido a todos los católicos del mundo de rezar el Rosario en octubre y a San Miguel para rechazar los ataques del diablo contra la Iglesia.
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